Jackass 3D:
Jackass 3D… ¿es arte?
La película no es otra cosa que un grupo de jóvenes descerebrados poniendo en riesgo su vida en cada fotograma. Es un asco, una aberración, una necesidad constante de trasgredir. Y está buenísimo. Hay que reconocer que la textura conceptual de Jackass 3D es ciento por ciento yanquee, es decir, espectacularización y banalidad, pero la película va más allá de las primeras impresiones.
En la década de 1970, la artista yugoslava Marina Abramovic trazó un surco en el devenir del arte contemporáneo con sus violentas performances. Ella oficiaba de víctima y verdugo de su propio cuerpo. Por ejemplo, en 1975, la acción Ritmo 0 la ubicó en las primeras planas de todos los medios especializados. Ella tomó un rol pasivo frente a al público, que podía actuar sobre ella sin reparo alguno; colocó 72 objetos sobre una mesa, desde hilos hasta pistolas cargadas y látigos. Cada cual podía elegir qué usar y cómo sobre su cuerpo. Fueron más de seis horas, en un principio el intercambio fue liviano, pero a medida que el público fue tomando confianza las acciones se fueron tornando cada vez más violentas, hasta llegar a un extremo peligroso.
Abramovic es actualmente un ícono del bodyart, alumbró en aquellos años una denuncia muy fuerte sobre los límites del cuerpo, en pleno aluvión tecnológico y de cimbronazos políticos, en consonancia con la estética punk. No es menor lo de Abramovic, no es menor tampoco lo de Jackass 3D. Usted, querido lector, tiene todo el derecho a pensar: ¿este pibe que escribe tiene la cabeza llena de telgopor? ¿Quién puede ser tan papanatas de comprar a una institución del arte conceptual con una cofradía de imbéciles lanzado baños químicos llenos de caca por los aires? Bien, vamos a intentar responder.
Jackass 3D es una estupidez si uno va al cine a encontrarse con una estupidez, entonces sí ve pelotas de golf impactando contra testículos, un muchacho tragando un vaso de sudor, un enano pegado con la gotita a la panza de un gordo, y muchas cosas más. Pero si nos detenemos a analizar los artilugios que sostienen la película aparecen ideas brillantes, dignas de una pieza de arte contemporáneo. Jackass 3D habla de los tiempos que se viven -lo efímero, la inmediatez, no hay un solo capítulo que dure más de 7 minutos, ni siquiera los que necesitaron miles de dólares para rodarse-, de la autodestrucción y del desdibujamiento de los límites éticos, morales, artísticos, estéticos, físicos y todo lo que se pueda desdibujar. No es nueva la búsqueda, existe hace 40 años, aún así se actualiza y propone nuevas lecturas.
Desde lo formalmente cinematográfico también hay hallazgos interesantes, la última escena donde ellos se someten a una explosión es verdaderamente impactante: un plano secuencia en súper slow motion camera que permite ver al detalle las caras, las transformaciones del contexto y de los cuerpos. La primera escena también es para destacar: la presentación del equipo de dementes a puro dolor.
Además: humor: hay tres momentos, aislados de las pruebas hipermasoquistas, que son muy ingeniosos, desde una turba iracunda de enanos peleándose en un bar, hasta un anciano besándose en plena calle con una niña de diecinueve años. Un punto en contra es el 3D, la verdad es que no aporta nada, hasta podría decirse que molesta. Es simplemente una señal evidente de la necesidad de generar un espectáculo bien moderno. Algo ya típico de la gramática de las tres dimensiones que se intenta imponer.
Jackass 3D es un compendio de imbecilidades hiperproducidas y muy efectivas. No le va a cambiar la vida a nadie, está pensada a medida para reírse un rato. Es eso, nada más. Y nada menos.
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