El árbol de la vida:
Simplemente descomunal
Sin embargo, pese al protagonismo mediático del equipo de la película de Fresnadillo y la brillantez de la violenta propuesta de Urbizu la jornada de ayer perteneció por completo a Terence Malick y su El Árbol de la Vida, Palma de Oro a la Mejor Película del Festival de Cannes, Gran Premio Fipresci de la Crítica Internacional a la Mejor Película del año y estrenada simultáneamente en los cines comerciales y en el pase de prensa vespertino del Festival ante una prensa ansiosa de comprobar si estaba ante la obra maestra del año que muchos que pregonan o ese globo pedante pagado de sí mismo que algunos de sus detractores llevan semanas denunciando.
Hacer un juicio de valor apresurado de una película tan descomunal como la quinta película en cuarenta años de Terence Malick, un señor que tiene en su haber obras tan indiscutibles como Días de Gloria, Badlands, La Delgada Línea Roja o El Nuevo Mundo, sin dejar pasar un tiempo más que prudencial para digerirla, a ser posible lejos de un ambiente tan sobrecargado y viciado como el de un Festival de Cine como éste sería tal imprudencia por mi parte que no tengo la más mínima intención de cometer semejante error. Baste decir que el que esto suscribe se quedó literalmente pegado a la pantalla ante el atrevimiento de Malick de acometer una obra cósmica que intenta abarcar desde el dolor de la pérdida de un hijo, el siempre difícil proceso de crecimiento de éstos y el aprendizaje de los valores que le transmiten, a menudo con mensajes contradictorios, unos padres que lo hacen lo mejor que pueden hasta el origen mismo del universo, big bang y dinosaurios enseñoreándose por la Tierra incluidos. Malick es grande en lo pequeño y pequeño cuando intenta abarcar lo grande. El Árbol de La Vida me parece una película tan abrumadora, excesiva, agotadora, bella, cruel, lírica, demoledora, subyugante, ambiciosa, magnífica, brutal y única – sobre todo eso, ÚNICA – que no me queda otro remedio que dejar para mejor ocasión el análisis detenido y reposado que sin duda merece. Para echarle de comer muy aparte.
Eso sí, si tiene la suerte de disponer de un cine cerca donde la pongan, no deje pasar la oportunidad de ir a verla. Va a descubrir una experiencia como nunca antes ha vivido en un cine. Lo que no quiere decir necesariamente que ésta vaya a ser de su gusto, cosa bien distinta. Sé que lo que voy a decir a continuación posiblemente me hará pasar por no pocas situaciones incómodas en el futuro, pero un servidor jamás había visto una película antes que le hiciera sentir con tanta intensidad la importancia de llegar un día a tener hijos. O no desear tenerlos jamás por el miedo al fracaso. Una de las dos cosas. Probablemente la primera. No es poco mérito para una película a la que cualquier conjunto de adjetivos – ya sean positivos o negativos - se queda corta para empezar siquiera a abarcar la enormidad de su propuesta.
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