Eso que nos une Sebastián Alfie, un director publicitario, tiene que hacer un corto por encargo para una clínica de ojos en Bolivia. Para ello debe alquilar unos equipos en España, donde se encuentra con un reconocido director de fotografía húngaro (Gabor Bene) que ha quedado ciego, a causa de un glaucoma. Al encontrarse con este personaje y su historia tan particular, en una jugada de riesgo, decide además contratarlo como su DF para el proyecto, lo que da inicio al muy interesante y sorprendente documental Gabor. Hay que reconocer que si bien la premisa en sí misma resultaba muy interesante, al mismo tiempo generaba un poco de temor porque transitaba territorios un poco peligrosos: había, a partir de la enfermedad de Bene, un temor porque el film abordara un tono aleccionador, sensiblero, a la manera de una mala película televisiva. Pero afortunadamente evita Alfie caer en esos lugares comunes, principalmente gracias al propio Gabor, su carácter, y el amor por su oficio. Es así como el director logra construir un film sincero, sobre la amistad, el profesionalismo y las relaciones de amor-odio que se suceden dentro de un rodaje eludiendo el lado paternalista, condescendiente para con su personaje, incluso con algo de humor. Gabor -la película- sorprende porque logra distanciarse de la condescendencia para mostrar todo de la manera más honesta posible.
Agua sobre agua La cosa va así, Laura se gana un sorteo para pasar unos días en un hotel en la ciudad balnearia de Ostende, mientras espera hasta el fin de semana la llegada de su novio. Sin mucho para hacer, dado que es temporada baja y el clima es frío y ventoso, observa sigilosamente a un huésped que merodea por las instalaciones y la playa junto a dos mujeres mucho más jóvenes que él. La debutante en el largo Laura Citarella aprovecha la postal de esta ciudad para trabajar los climas. En medio de esta situación, el nivel de paranoia de la protagonista va en aumento, sumado posiblemente a una historia de ficción que oye en voz de un empleado del recinto, un personaje que resulta bastante molesto tanto para Laura como para el espectador. El arribo de su novio no le calma los ánimos, por lo que rápidamente lo anoticia sobre los “raros” movimientos que hace el misterioso huésped, aunque él no la toma en cuenta. Ostende es una película que termina haciendo agua por todos lados, ya que en el film hay un juego con el cine de Hitchcock mal aprendido que no funciona. Si bien hay un par de encuadres bastante prolijos, ninguno es efectivo como para generar suspenso y esa intriga que Laura describe por medio de los diálogos con su novio en ningún momento está demostrada en las imágenes y es por eso que el final pierde todo efecto posible. NdR: Esta crítica es una extensión de la ya publicada durante el BAFICI.
Ideas difusas Tres escritores se reúnen para hacer el guión de una película de gángsters, ambientada en el barrio de Pompeya. Dos de ellos quieren darle un enfoque comercial al proyecto y el otro (de perfil más “intelectual”) prefiere la tragedia griega a lo físico. El primer largo de Garateguy en solitario mantiene algunas de las posturas que manifestaba el grupo en UPA!, una película argentina, como por ejemplo aquello de trabajar sin un guión previo. Lo que da como resultado un conjunto de escenas de acción, unas bien logradas (otras se abusan del recurso de cámara en mano y algunos personajes quedan algo difusos en el fotograma) aunque un tanto inconexas. Los tres bandos del relato se van enfrentando para ganar territorio en la zona de Pompeya, pero no queda del todo claro, ya que la historia está fragmentada entre la ficción y el proceso creativo de los guionistas. Este último plot es el que queda más relegado de la película, y es por eso que la resolución parece traída de los pelos.
El hombre del traje gris Premiada en diferentes festivales y reconocida en el BAFICI de este año, Norberto apenas tarde es la ópera prima como director del actor Daniel Hendler, una comedia bastante sardónica que mantiene cierta línea humorística que ha construido el actor uruguayo con sus personajes habituales. Con los tonos grises típicos, la película encuentra cierta solidez en su elenco integrado por Fernando Amarral, Eugenia Guerty, César Troncoso, entre otros. El protagonista, Norberto, es un tipo bastante introvertido que trabaja en una inmobiliaria pero sin demasiada convicción. Por eso, su jefe le recomienda que haga un curso de actuación para ver si se suelta un poco y, de paso, mejora en su empleo ya que gana por comisiones de venta. Norberto vendría a ser una especie de alter ego de los personajes que usualmente interpreta Hendler: es el típico tipo desencajado, que nunca se adapta al lugar en el que está, al que la realidad le llega a destiempo, pero tampoco le afecta demasiado. Hay que reconocer varios aciertos en esta película por parte del director debutante, especialmente en lo que tiene que ver con la construcción de su personaje. Evidentemente Hendler saber crear el mundo del tipo gris y por eso, a pesar de ser esta una ópera prima, se lo nota muy suelto y seguro porque uno sospecha que entiende a la perfección el estereotipo: por eso, si bien muchas veces Norberto está a punto de caer en el patetismo más peligroso, no lo hace porque el director siempre está a la altura de sus personajes y nunca los juzga. En ese sentido la mano del director de nota considerablemente, y es él quien encuentra el tono adecuado que requiere Norberto apenas tarde para convertirse en la película pequeña pero interesante que es. Hay futuro para Hendler tras las cámaras.
Infernal Affairs Al igual que en El amor (primera parte) -donde Santiago Mitre era uno de los codirectores- El estudiante arranca con una voz en off que describe la situación: Roque viene desde un pueblo a estudiar a Capital Federal, y en sus primeros días dentro de la Universidad fija su atención en Paula, una joven profesora. Para conocerla se apunta en la materia que ella dicta como una mera excusa, se involucra y milita junto a ella en el mismo partido, paso inicial que lo vincula con los sectores más importantes de la política universitaria y le permite ascender velozmente y también ser manipulado/traicionado por sus superiores. El estudiante es una película política sobre la política como medio y forma. Evidentemente, el meterse en este terreno puede sonar poco interesante para algunos, pero el film demuestra que la política se entromete en nuestras vidas más allá de las ideologías: en El estudiante, el protagonista comienza a lidiar con el mundo de la militancia, intenta meter a alguno de los suyos en la fotocopiadora, tranza con la oposición para salvar a un amigo que robó dinero, se olvida por completo de la carrera para dedicarse a ser la mano derecha de un futuro candidato a rector. Más allá de estas circunstancias, Mitre lleva con buen pulso la narración y también construye una subtrama amorosa creíble: como -de nuevo- en El amor (primera parte), la troupe de Mariano Llinás vuelve a mostrar escenas de sexo que resultan verosímiles. Durante el último BAFICI -donde la película se estrenó-, algunos colegas como Daniel Cholakian y Javier Luzi se mostraron disconformes por el retrato que hace el film de Mitre sobre la política universitaria, desconociendo su estructura real, dejando en off al peronismo, actualizando prejuicios. Si bien es cierto que el director se encarga de hacer un retrato bastante pesimista de la política como herramienta para escalar y que su mensaje se asemeja a aquello que se decía en El padrino -“no es nada personal, sólo son negocios”-, también es cierto que se abre un abanico bastante amplio de puntos de vista, con lo bueno y lo malo de cada caso, hasta un final que puede sonar bastante idealista. Más allá de estas cuestiones, al igual que pasó con producciones como Balnearios, Historias extraordinarias o El amor (primera parte), el grupo que rodea a Llinás, y del que Mitre forma parte, demuestra nuevamente que saben filmar, que tienen un amplio conocimiento de las formas cinematográficas y que trabajan las herramientas del cine con gran fluidez. El estudiante es una película entretenida, con buen ritmo y que tranquilamente podría tener un lugar en la cartelera comercial en vez de ubicarse en circuitos independientes. Y por si esto no fuera suficiente, filman con poco dinero y dejan en evidencia que hay vida por fuera de las grandes producciones que precisan subsidios del INCAA. En El estudiante, los aspectos técnicos y formales están perfectamente trabajados, aunque uno puede achacarle cierta redundancia a la voz en off, la cual resulta por momentos bastante innecesaria y explicita la poca confianza que hay en las imágenes. De todos modos, la puesta en escena es impecable, las dos horas fluyen con mucha agilidad, y Mitre demuestra que tiene una gran pericia para filmar diálogos y construir espacios. El estudiante es un film interesante por lo que propone temática y formalmente.
El guerrero de la luz En los últimos años hubo una avalancha de superhéroes de todos los colores y formas, sumado al anunciado estreno de Los vengadores para el 2012, que ha apurado un poco los lanzamientos. En cuanto a las adaptaciones cinematográficas, DC Comics ha apostado más por reflotar a sus personajes fuertes (Batman, Superman) en lugar de la diversidad, como sí lo ha hecho su competidora Marvel. Desde que salió el tráiler, Linterna verde no prometía mucho, y el nombre de Martin Campbell no era garantía de nada, excepto quizás de alguna que otra escena de acción bien filmada, pero no como alguien capaz de llevar a buen puerto una adaptación de superhéroes. Muestras de ello habían sido La máscara del zorro y La leyenda del zorro. No obstante, Casino Royale resultaba interesante al girar 180 grados el espíritu de las películas de James Bond. Posiblemente los fans del cómic salgan medianamente conformes, pues el film busca ser más fiel a la historieta, en vez de hacer algo remotamente parecido al cine. El planeta Oa está habitado por unos guardianes intergalácticos, los Linternas verdes. En medio de un combate con una entidad maligna que se alimenta del miedo (Parallax), uno de ellos es herido (Abin Sur) y aterriza en la Tierra, donde debe buscar por medio de un anillo de poder a un nuevo recluta. Es así como el mismo anillo selecciona (en una bochornosa secuencia) a Hal Jordan, un piloto de aviones militares, quien recibe el anillo y con ello la responsabilidad de dichos poderes para proteger al planeta Oa que se encuentra amenazado por Parallax. La película sigue el curso esquemático de todo lo que ya se ha visto en el género: la asimilación de los poderes, la moralina aleccionadora, el entrenamiento y la confrontación final con el villano de turno. Para quienes no conozcan demasiado el cómic, Linterna verde termina resultando bastante anodina, entre el guión y las aguadas actuaciones (Ryan Reynolds no tiene el talento ni el carisma para ser un superhéroe, y Blake Lively es una cartulina con movimiento), con la excepción de Mark Strong (Siniestro), ya que su ambigüedad le da un poco de profundidad al personaje, llevándolo por arriba de la media. Tim Robbins y Angela Bassett sólo figuran para sumar nombres importantes al póster. Es difícil seguirle el ritmo a Linterna verde, y no porque se mueva rápido sino porque va a los tumbos. Más que una película, es un conjunto de escenas hechas a desgano, y con su falta de imaginación -pese a que intervinieron seis guionistas- desaprovecha desde lo visual (otra más en la que el 3D no se luce, y van…) el atractivo del poder de nuestro héroe, que es capaz de generar con su anillo cualquier cosa que se le cruce por la mente. La mitad de la historia transcurre por fuera de la Tierra, con estos guardianes verdosos de razas diferentes, que no le temen a nada, porque los Linternas estos “tienen voluntad, y la voluntad es poder”, según repite uno de ellos como si lo leyera de un libro de Paulo Coelho. Sin embargo, el filme tampoco se toma demasiado en serio e intenta -sin éxito- descomprimir un poco por el costado humorístico. Se entiende que sin el CGI nunca se podría haber hecho la versión cinematográfica de Linterna verde, pero se le notan demasiado las costuras (por algo James Cameron se tomó un tiempo en hacer Avatar) y la chatura con la que están esbozados los personajes. La película termina siendo otra más del montón, como pasa siempre que se le encargan estos productos a directores que no tienen marca autoral.