Agua sobre agua
La cosa va así, Laura se gana un sorteo para pasar unos días en un hotel en la ciudad balnearia de Ostende, mientras espera hasta el fin de semana la llegada de su novio. Sin mucho para hacer, dado que es temporada baja y el clima es frío y ventoso, observa sigilosamente a un huésped que merodea por las instalaciones y la playa junto a dos mujeres mucho más jóvenes que él. La debutante en el largo Laura Citarella aprovecha la postal de esta ciudad para trabajar los climas.
En medio de esta situación, el nivel de paranoia de la protagonista va en aumento, sumado posiblemente a una historia de ficción que oye en voz de un empleado del recinto, un personaje que resulta bastante molesto tanto para Laura como para el espectador. El arribo de su novio no le calma los ánimos, por lo que rápidamente lo anoticia sobre los “raros” movimientos que hace el misterioso huésped, aunque él no la toma en cuenta.
Ostende es una película que termina haciendo agua por todos lados, ya que en el film hay un juego con el cine de Hitchcock mal aprendido que no funciona. Si bien hay un par de encuadres bastante prolijos, ninguno es efectivo como para generar suspenso y esa intriga que Laura describe por medio de los diálogos con su novio en ningún momento está demostrada en las imágenes y es por eso que el final pierde todo efecto posible.
NdR: Esta crítica es una extensión de la ya publicada durante el BAFICI.