Un camino a casa:
Regreso a Oriente
Un Camino a Casa (Lion) es un largometraje basado en la novela A Long Way Home, que a su vez está basada en hechos reales descriptos por el mismísimo protagonista de esta maravillosa experiencia de vida, Saroo Brierley. La historia de Saroo comienza en India, a los pocos años de edad. Sin desearlo, se pierde y no puede encontrarse con su familia ya que no sabe, por su pequeñez, cómo regresar a su casa. El Saroo niño es interpretado por el tierno Sunny Pawar, y el Saroo adolescente, por Dev Patel, quien saltó a la fama por Slumdog Millionaire: ¿Quién quiere ser Millonario? (Slumdog Millionaire, 2008). Este niño de origen extremadamente humilde -cuya familia estaba compuesta por su madre, su hermano mayor y su hermanita-, tras perderse, debe enfrentar situaciones terribles en la calle y los paisajes que frente a él son inmensos, incluso sublimes en su acepción de lo terrible que nos supera. Sin embargo, desarrolla un magnifico instinto de supervivencia que lo vuelven astuto.
El relato del filme comienza en 1986, y tiempo después, luego de varios avatares, el chico es adoptado por una pareja australiana (interpretada por Nicole Kidman y David Wenham) y debe mudarse allí con ellos. A partir de aquí es inevitable no establecer un punto de contacto con la película del 2005 Ser Digno de Ser (Va, vis et deviens, 2005), de Radu Mihaileanu. Este filme presentaba gran originalidad dentro de su temática en su contexto de producción, además de lo desgarradora y fascinante de la historia que, si bien estaba basada en hechos reales, no era real en particular, sino que se anclaba a un periodo de la historia de Etiopia, Sudán e Israel para contar un film brillante. Una importante diferencia con respecto a Un Camino a Casa, que sí es la historia “real” del protagonista.
Dejando a un lado esta discrepancia, ambos relatos tienen similitudes. En primer lugar presentan “buenas” madres; tanto las adoptivas como las biológicas, cumplen el estereotipo de la mujer que hace todo por sus hijos. En segundo lugar, los dos niños deben adaptarse a otra cultura: Saroo, de la hindú a la australiana, y el chico de Ser Digno de Ser, de Etiopía a la cultura israelí y a la religión judía. Salvando las distancias, aquí también podríamos pensar otra relación intertextual con El Niño Salvaje (L’enfant sauvage, 1970), de Truffaut. En todos los casos se les enseñan a los niños nuevos modos de comportarse e incluso nuevos lenguajes. En tercer lugar, ambos largometrajes presentan el contraste cultural y físico con su familia adoptiva, y cómo el contexto social tarde o temprano harán sentir a los protagonistas el desarraigo. Además, las dos películas comienzan a mediados de la década del ´80 y en oriente, y a través de los años muestran la necesidad de los jóvenes de reconstruir su identidad y la búsqueda implacable por reencontrase con su origen. Incluso ambos finales son más que similares. Por último, en ambos casos el contacto con sus madres biológicas es casi imposible debido a la pobreza y lo periférico de las zonas que habitan, ambas pertenecientes al llamado tercer mundo.
¿Por qué es pertinente hacer dicho análisis comparativo? Porque resulta inevitable pensar que había algo esta historia que resonaba, lo cual lleva a preguntarse dónde se ha visto antes. En consecuencia, Un Camino a Casa -a pesar de las diferencias argumentales- pierde potencia de originalidad frente a las marcas que dejó la brillantez de Ser Digno de Ser. Sin embargo, los dos largometrajes evidencian cómo en la adolescencia afloran las dudas y la necesidad de rearmar identidades, los deseos del reencuentro.
Durante la adolescencia, los recuerdos que Saroo ha olvidado como mecanismo de defensa frente al dolor y el desarraigo reaparecen incentivados por los olores y sabores de esa infancia en oriente. Veinte años después, Saroo necesita recuperar su identidad, su pasado ya que si hay algo que evidencia Un Camino a Casa es que para poder construir un futuro es necesario reconstruir el pasado. Otra idea emotiva desplegada en el filme es que sus padres adoptivos, blancos y australianos, adoptan no porque no puedan concebir sino que lo hacen por idealismo: “para qué traer más niños al mundo, si ya hay varios que necesitan un hogar”.
En conclusión, Un Camino a Casa es un film poco original o arriesgado (los relatos en torno a oriente, por suerte, se han puesto de moda), pero muy emocionante, que conmocionará a algunos hasta las lágrimas. Sin dudas, está dirigido de forma atrapante –a pesar de la corta experiencia de su director- y evidencia que es una historia que merece ser contada a través de la pantalla cinematográfica.
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