El encuentro de dos almas quebradas tras vivir los horrores de la guerra Channing Tatum y Reid Carolin, debutan en la dirección con una hermosa road movie que narra el encuentro de Brigss y Lulu, dos almas quebradas que se reúnen en el momento exacto para superar juntos los traumas y los horrores de la guerra. ¿De qué va? Dog, un viaje salvaje narra el encuentro de dos ex miembros de los Rangers del ejército norteamericano, quienes involuntariamente se emparejan para realizar un viaje que les cambiará la vida. En este viaje Jackson Briggs, un exsoldado, deberá llevar a Lulu, una indomable Pastor belga malinois -perteneciente al ejército-, al funeral de su dueño, un compañero soldado que ha fallecido trágicamente tras un accidente automovilístico. A través de este viaje Briggs y Lulu conocerán la importancia del amor y la amistad como elementos fundamentales para superar viejos traumas y así poder comenzar una nueva vida. Cuando decidí ver Dog: un viaje salvaje, pensé que me encontraría con una película más sobre la amistad de un perro y su dueño. Sin embargo, para mi sorpresa, este filme de Reid Carolin y Channing Tatum -ambos debutando como directores- va mucho más allá. Si bien la historia se centra en cómo a través de un viaje Jackson Brigss (Channing Tatum), un soldado que ha sido dado de baja luego de sufrir un grave accidente que le ocasionó severas lesiones cerebrales, y Lulu, una Pastor belga malinois entrenada para actuar en combate, construyen una hermosa amistad; lo realmente interesante del filme se encuentra en cómo esta road movie utiliza una premisa mil veces contada para abordar -creativamente- un mensaje social y político que invita a reflexionar sobre los traumas que sufren todos aquellos que han tenido que vivir los horrores de una guerra. Así nos encontramos con un relato profundo que nos muestra a un exsoldado (Jackson Briggs) claramente desamparado por no contar con el apoyo del ejercito al que fielmente sirvió, luego de sufrir su trágico accidente, y una perra entrenada para la guerra (Lulu), que ha desarrollado un trastorno de estrés postraumático que se ve reflejado en un carácter nervioso y agresivo. Con la finalidad de otorgar nuevamente el ingreso de Briggs al ejército, éste es obligado a llevar a Lulu, a través de un largo viaje, al funeral de su dueño, otro soldado que luchó junto a ella en la guerra de Irak, quien falleció tras sufrir un “inexplicable” accidente automovilístico y, posteriormente, deberá dejarla en una base militar para ser sacrificada por culpa de su incontrolable agresividad. De esta manera, nos enfrentamos con una historia encantadoramente seria en donde dos almas desoladas y quebradas se encuentran para apoyarse en un mundo que parece haberlos desechado. Como podemos observar, tanto Briggs como Lulu han sido víctimas de los terrores de la guerra, por ello, el encuentro de ambos será propicio para tratar de superar sus propios traumas; demostrando que el amor y la amistad siguen siendo de las mejores fórmulas para enfrentar los obstáculos que encontramos a lo largo de nuestras vidas. Tomando en cuenta lo anterior, podemos decir que el guion de Reid Carolin, Brett Rodriguez y el propio Channing Tatum, nos presenta una historia bien consolidada, novedosa, atractiva, cautivadora y profunda, llena de aventuras que van evidenciando el lado más encantador y amoroso de Briggs y Lulu, mientras tratan temas tan profundos como el dolor, el duelo, la soledad, el miedo, el racismo, entre otros tantos. Por otro lado, vale la pena destacar la actuación de Tatum, quien nos regala un personaje sólido y encantador que se compenetra perfectamente con su co-protagonista Lulu, quien también se presenta en la pantalla asombrosamente carismática. Para la interpretación de Lulu la producción contó con tres Pastores: Britta, encargada de realizar la mayoría de las actuaciones, Lana, encargada de las escenas en que Lulu aparece acostada y Zuza, quien interpretaría a la Lulu más agresiva. Otro punto a favor de Dog: un viaje salvaje, es su cuidada fotografía, a cargo de Newton Thomas Sigel, quien utiliza magistralmente la luz para otorgar -cual pintura impresionista- delicadeza y belleza a la historia que nos están narrando. En sí, una hermosa fotografía que se compenetra muy bien con el ritmo pausado del filme. En definitiva, Dog, es una historia entretenida, con una premisa mil veces contada pero desarrollada de manera novedosa, introduciendo a la fórmula temas verdaderamente serios que nos interpelan y nos permiten analizar con otra mirada los horrores de la guerra. Por esta razón, Dog: un viaje salvaje es una obra que merece ser apreciada, porque al final esta compleja historia de amistad te dejará con un buen sabor de boca.
Martin Eden es un humilde marinero que conoce por el azar del destino a Elena, una joven de la alta burguesía de quien se enamora perdidamente. Con la finalidad de encajar en el mundo de ella, el joven decide estudiar, para así convertirse en un famoso escritor y poder superar los obstáculos que le impiden estar con su amada. Luego de pasear por diversos festivales internacionales y ganar un buen número de ellos: Festival de Sevilla, Festival de Venecia, Premios David di Donatello, por citar sólo algunos, pudimos disfrutar de Martin Eden, filme italiano dirigido por el cineasta Pietro Marcello (Bella e perduta, Il silenzio di Pelesjan), que adapta la famosa novela homónima del escritor estadounidense Jack London. Esta obra nos narra la historia de Martin Eden (Luca Marinelli), un marinero de bajos recursos y deficiente educación que se enamora perdidamente de Elena Orsini (Jessica Cressy), una hermosa joven perteneciente a la alta burguesía. El joven Eden al ver que su mundo no encaja con el de ella, comienza a estudiar por su cuenta y sueña con convertirse en un famoso escritor, para así poder superar los obstáculos que le impiden estar con su joven amada. Sin embargo, toda su lucha por convertirse en el mejor escritor, más que acercarlo a Elena y conseguir que reciba la aprobación de la familia de la joven, lo llevará a recorrer otros caminos que le demostrarán la falsedad de una clase social que en los momentos más difíciles nunca quiso apoyarlo. Aunque al leer esta premisa podemos pensar que estamos en frente de un drama romántico más, Martin Eden va mucho más allá. Es una obra profunda, con un relato que nos recuerda al mejor cine italiano post-Segunda Guerra Mundial -conocido como Neorrealismo Italiano- al poner sobre la mesa duros temas sociales que permanecen vigentes en nuestra sociedad actual. Así, en este largometraje de Pietro Marcello, más que una historia de amor, nos encontramos -principalmente- con la historia de un personaje que vive y siente lo mejor y peor de dos mundos, de dos clases sociales bien diferenciadas. Martin pasa de una austera, pero feliz juventud a una adultez frustrada y amarga, en donde la escritura se convierte en el único espacio que le permite conseguir su propia libertad. En este punto, vale destacar el magnífico trabajo protagónico de Luca Marinelli (The Old Guard, Pinocchio, Una Questione Privata), quien lleva magistralmente el peso del filme sobre sus hombros, al darle vida a un personaje complejo, cuya personalidad se caracteriza por poseer profundas contradicciones. Así, Marinelli nos ofrece un personaje que lucha entre permanecer ignorante y feliz o erudito y desdichado, al entender la realidad de un mundo que parece querer desecharlo. Asimismo, el extraordinario trabajo de Marinelli contribuye a realzar la visión vanguardista de la obra, en la cual su director expone diversas estrategias discursivas que se traducen en la presentación de un relato simbólico, en donde el pasado y el presente parecen superponerse para demostrarnos que algunos temas lejanos se mantienen vigentes. Para ello, la obra cuenta con un montaje -a cargo de Fabrizio Federico y Aline Hervé– excepcional, donde el uso de un muy bien pensado material de archivo es capaz de retratarnos y comparar la Italia de principios del siglo XX con la Italia de Martin Eden, la cual parece estar ubicada en la década de los setenta -aunque en ningún momento se nos dice abiertamente la época de su ambientación-. No obstante, la inserción de dicho material no siempre parece tener una finalidad concreta, si bien por momentos el material de archivo está allí parar comparar el pasado con el presente, también es cierto que otros fragmentos que se superponen con las imágenes propias del filme tienden a ser ambiguos, pero esto más que ser un problema narrativo, se convierte en una carga poética que enriquece metafóricamente la historia y que Pietro Marcello aprovecha muy bien. Lo anterior -además- se vigoriza con una hermosa fotografía -bajo el mando de Alessandro Abate y Francesco Di Giacomo-, la cual nos adentra magistral y poéticamente en una Italia llena de nostalgia, una Italia que se debate entre lo que somos como sociedad y lo que deberíamos ser. De allí que cada escena, cada plano, nos envuelve en una experiencia cinematográfica que busca confrontarnos -quebrantando algunas convenciones del lenguaje cinematográfico clásico- con diversos temas políticos, sociales, económicos y culturales. Es importante enfatizar que, Martin Eden no es una película sencilla ni complaciente -y no pretende serlo-. La clara intención de Pietro Marcello por convertir su filme en una obra libérrima, hace que su discurso por momentos se sienta confuso, sobre todo en los últimos minutos, en dónde no logramos entender con exactitud los cambios que ha sufrido su protagonista. Pero más allá de esto, Martin Eden es una obra sublime, que nos pasea por el turbulento camino de un hombre que posee virtudes y defectos como todos los seres humanos, una película que -además- se atreve a conjugar el romanticismo con el debate político. En definitiva, una obra que todo amante del cine vanguardista sabrá apreciar y disfrutar.
Un brindis a la complejidad de la vida Luego de llevarse numerosos premios, entre ellos el de Mejor Película Internacional en los premios Oscars 2021, llega a Netflix una de las películas mejor valoradas del cineasta danés Thomas Vinterberg. ¿De qué va? Cuatro profesores de mediana edad, desolados por una vida monótona y aburrida, deciden realizar un experimento con la finalidad de dar un vuelco a sus vidas. El experimento consiste en comenzar a consumir diariamente cierto grado de alcohol y comprobar si esto realmente les permite sacar lo mejor de ellos. Luego de arrasar en diversas premiaciones y festivales, alzándose con premios como mejor película internacional en la 93 edición de los Premios Oscars y mejor película extranjera en los Premios César y los Premios BAFTA, por citar sólo algunos, la plataforma Netflix agrega en su variado menú una de las películas más llamativas y brillantes de 2020, nos referimos al filme danés Druk -conocida en español como La Otra Ronda-; obra cinematográfica dirigida por uno de los principales fundadores de la experiencia experimental Dogme 95, Thomas Vinterberg (Kursk, Jagten, Festen). Este singular filme, a través de un sutil tono de tragicomedia, expone la vida de cuatro profesores de secundaria: Martin (Mads Mikkelsen), Tommy (Thomas Bo Larsen), Peter (Lars Ranthe) y Nikolaj (Magnus Millang), hombres de mediana edad que han decidido dar un vuelco a sus monótonas y aburridas vidas. Con la finalidad de lograr tal cometido, los cuatro profesores deciden comprobar la hipótesis del psiquiatra noruego Finn Skårderud, quien afirma que mantener 0,05% del alcohol en la sangre -durante todo el día- permite que las personas alcancen su máximo potencial, y exponer los resultados del experimento en un ensayo académico colaborativo. Es así como estos cuatro personajes comienzan a consumir cierto grado del alcohol diariamente y comprueban -al principio- que los resultados son bastante positivos. A través de la ingesta de alcohol los cuatro profesores comienzan a ser más sociables, confiados, divertidos y menos rígidos. Es decir, gracias al experimento y al consumo de pequeñas dosis del alcohol -las cuales irán en aumento según avanza el estudio- los cuatro sujetos logran que sus aburridas vidas se vuelven más divertidas, más enérgicas, más espontáneas y esto los lleva a filosofar sobre las ventajas que el consumo de alcohol les ha concedido. Sin embargo, a medida que avanza la historia, abruptamente entenderán que sumergirse en las profundidades del alcoholismo no es la repuesta que les permitirá dejar de lado el lado más opaco de la vida, tampoco es la fórmula para recuperar el espíritu de la juventud que con el paso del tiempo se ha perdido. De esta menara, lo que comienza como una oda al alcohol y la libertad, rápidamente se convierte en una obra filosófica en la que Thomas Vinterberg plantea cómo todos los excesos pueden llevarnos a lugares muy oscuros de los que difícilmente podemos salir. Estos planteamientos están finamente detallados a través de un sugestivo y provocador guion, a cargo de Tobias Lindholm (Kollektivet, Jagten) y el propio Vinterberg, el cual nos regala diálogos extraordinarios, profundidad filosófica y muchas interrogantes que nos invitan a reflexionar sobre la compleja realidad de la bebida, sobre todo en una sociedad en que su consumo parece prevalecer desde la juventud. Pero también, desde una mirada mucho más profunda, pareciera indicarnos que Vinterberg utiliza el alcohol como una metáfora perfecta que le permite cavilar sobre la libertad del hombre y las restricciones que establece toda sociedad. Todo esto, además, se ve consolidado por el gran trabajo actoral de sus protagonistas, pero principalmente por la magistral interpretación de Mads Mikkelsen (Chaos Walking, Doctor Strange, Hannibal). La transformación que su personaje va evidenciando a lo largo del filme no deja indiferente a nadie, el personaje de Martin sobresale al lograr colarse en nuestra dermis para hacernos sentir sus más profundas emociones, un personaje que se mueve entre la luz y la sombra, y esto queda claramente evidenciado en una escena final sorprendente e inolvidable. Por otra parte, la fotografía de Sturla Brandth Grøvlen nos recuerda los primeros momentos de la filmografía de Vinterberg, aquellas obras pertenecientes al movimiento Dogme 95, en donde los colores cálidos y fríos están presentes con una clara intencionalidad narrativa. Asimismo, el ritmo de la cinta se caracteriza por estar marcado por una cámara trepidante, que se mueve bajo el mismo espíritu de la obra. En resumen, podemos decir que Druk es una película reflexiva, un texto fílmico que a través de las diversas preguntas que va dejando nos invita a dialogar con él. Si bien pudiéramos decir que Vinterberg parece vacilar ante exponer claramente cuál es su postura ante el consumo de alcohol en Dinamarca, también es cierto que esa forma “pasiva” de acercarse a este fenómeno socio-cultural es su mayor potencial. Para cerrar, sólo queda decir que Druk es una obra 100% Vinterberg, así que, si te entusiasma este director, será una obra que no podrás olvidar.