Martin Eden es un humilde marinero que conoce por el azar del destino a Elena, una joven de la alta burguesía de quien se enamora perdidamente. Con la finalidad de encajar en el mundo de ella, el joven decide estudiar, para así convertirse en un famoso escritor y poder superar los obstáculos que le impiden estar con su amada.
Luego de pasear por diversos festivales internacionales y ganar un buen número de ellos: Festival de Sevilla, Festival de Venecia, Premios David di Donatello, por citar sólo algunos, pudimos disfrutar de Martin Eden, filme italiano dirigido por el cineasta Pietro Marcello (Bella e perduta, Il silenzio di Pelesjan), que adapta la famosa novela homónima del escritor estadounidense Jack London.
Esta obra nos narra la historia de Martin Eden (Luca Marinelli), un marinero de bajos recursos y deficiente educación que se enamora perdidamente de Elena Orsini (Jessica Cressy), una hermosa joven perteneciente a la alta burguesía. El joven Eden al ver que su mundo no encaja con el de ella, comienza a estudiar por su cuenta y sueña con convertirse en un famoso escritor, para así poder superar los obstáculos que le impiden estar con su joven amada. Sin embargo, toda su lucha por convertirse en el mejor escritor, más que acercarlo a Elena y conseguir que reciba la aprobación de la familia de la joven, lo llevará a recorrer otros caminos que le demostrarán la falsedad de una clase social que en los momentos más difíciles nunca quiso apoyarlo.
Aunque al leer esta premisa podemos pensar que estamos en frente de un drama romántico más, Martin Eden va mucho más allá. Es una obra profunda, con un relato que nos recuerda al mejor cine italiano post-Segunda Guerra Mundial -conocido como Neorrealismo Italiano- al poner sobre la mesa duros temas sociales que permanecen vigentes en nuestra sociedad actual. Así, en este largometraje de Pietro Marcello, más que una historia de amor, nos encontramos -principalmente- con la historia de un personaje que vive y siente lo mejor y peor de dos mundos, de dos clases sociales bien diferenciadas. Martin pasa de una austera, pero feliz juventud a una adultez frustrada y amarga, en donde la escritura se convierte en el único espacio que le permite conseguir su propia libertad.
En este punto, vale destacar el magnífico trabajo protagónico de Luca Marinelli (The Old Guard, Pinocchio, Una Questione Privata), quien lleva magistralmente el peso del filme sobre sus hombros, al darle vida a un personaje complejo, cuya personalidad se caracteriza por poseer profundas contradicciones. Así, Marinelli nos ofrece un personaje que lucha entre permanecer ignorante y feliz o erudito y desdichado, al entender la realidad de un mundo que parece querer desecharlo.
Asimismo, el extraordinario trabajo de Marinelli contribuye a realzar la visión vanguardista de la obra, en la cual su director expone diversas estrategias discursivas que se traducen en la presentación de un relato simbólico, en donde el pasado y el presente parecen superponerse para demostrarnos que algunos temas lejanos se mantienen vigentes. Para ello, la obra cuenta con un montaje -a cargo de Fabrizio Federico y Aline Hervé– excepcional, donde el uso de un muy bien pensado material de archivo es capaz de retratarnos y comparar la Italia de principios del siglo XX con la Italia de Martin Eden, la cual parece estar ubicada en la década de los setenta -aunque en ningún momento se nos dice abiertamente la época de su ambientación-.
No obstante, la inserción de dicho material no siempre parece tener una finalidad concreta, si bien por momentos el material de archivo está allí parar comparar el pasado con el presente, también es cierto que otros fragmentos que se superponen con las imágenes propias del filme tienden a ser ambiguos, pero esto más que ser un problema narrativo, se convierte en una carga poética que enriquece metafóricamente la historia y que Pietro Marcello aprovecha muy bien.
Lo anterior -además- se vigoriza con una hermosa fotografía -bajo el mando de Alessandro Abate y Francesco Di Giacomo-, la cual nos adentra magistral y poéticamente en una Italia llena de nostalgia, una Italia que se debate entre lo que somos como sociedad y lo que deberíamos ser. De allí que cada escena, cada plano, nos envuelve en una experiencia cinematográfica que busca confrontarnos -quebrantando algunas convenciones del lenguaje cinematográfico clásico- con diversos temas políticos, sociales, económicos y culturales.
Es importante enfatizar que, Martin Eden no es una película sencilla ni complaciente -y no pretende serlo-. La clara intención de Pietro Marcello por convertir su filme en una obra libérrima, hace que su discurso por momentos se sienta confuso, sobre todo en los últimos minutos, en dónde no logramos entender con exactitud los cambios que ha sufrido su protagonista. Pero más allá de esto, Martin Eden es una obra sublime, que nos pasea por el turbulento camino de un hombre que posee virtudes y defectos como todos los seres humanos, una película que -además- se atreve a conjugar el romanticismo con el debate político. En definitiva, una obra que todo amante del cine vanguardista sabrá apreciar y disfrutar.