Los Corroboradores (2017) de Luis Bernandez, es una película que nos lleva por varios momentos clave de la historia mundial y Argentina y que mantiene al espectador entretenido de comienzo a fin, nos revela la existencia de una sociedad secreta porteña que funcionó a fines del siglo XIX. Una suerte de élite dentro de otra élite, con un objetivo muy claro: hacer de Buenos Aires el nuevo París. Todo comienza con un sorpresivo mail que recibe Suzanne, una periodista parisina residente de la misma ciudad, de un tal Martin Dressler (un guía uruguayo). En el mismo, le cuenta muy brevemente sobre esta secta porteña. Guiada por la curiosidad, ella decide viajar a la Argentina para averiguar por ella misma si la existencia de la sociedad secreta fue real o si solo se trata de un mito. Suzanne recorre recovecos, edificios y calles de la ciudad en busca de datos, pistas o indicios que la ayuden a completar el rompecabezas en el que se encuentra. A medida que avanza el filme, aumenta también la tensión, la curiosidad y la preocupación de Suzanne. Al espectador le sucede lo mismo. Uno se encuentra con la urgencia de saber cada vez más y a la espera de que todo se resuelva en lo inmediato. La trama lo atrapa a uno casi enseguida. Mezcla de documental (gran material de archivo, sumado a varias entrevistas), algo de ensayo histórico, thriller o incluso ciertos elementos que podrían hacernos pensar en un policial; una variedad de géneros y estilos que se unen y funcionan a la perfección y de una manera armónica. Podríamos decir que el filme cumple con uno de los objetivos principales que deberían tener la mayoría de los filmes: El mantener al espectador ocupado en la historia y en la ilusión de esta, haciéndolo olvidar por un rato que está dentro de un cine, en una sala y sentado en su butaca. Algo para destacar, es que el recorrido que hace la película sobre ciertos momentos de la historia no solo mundial (enfrentamientos bélicos como guerras mundiales) sino también a nivel nacional (desde la mención de la generación del 80, presidencias de Yrigoyen, de Perón, pasando por el incendio al Jockey Club, hasta la crisis del 2001) hace a la película aun mas interesante para aquellos que tengan cierta afición a la historia. Los Corroboradores será un filme que hará que quien la vea, no pueda ya mirar la ciudad de la misma manera; le hará a uno cambiar la forma de percibir y relacionarse con Buenos Aires.
Dead end (2016) es una película experimental dirigida por Fernando Laub, que plantea la ruptura de la idea de supremacía de la imagen por sobre el elemento sonoro. Fue rodada principalmente en la legendaria Ruta 66, y a lo largo de los estados de Arizona y Nuevo México, en Estados Unidos. El film es, en primer lugar, una película con un claro estilo de road movie, pero también tiene algo que nos remite al estilo found footage, y hasta dogma 95. Apoyándose, entre otras cosas, en el rechazo al uso de efectos especiales desmedidos, en el uso aparente de una cámara en mano que se traduce en tomas poco estabilizadas y en editar poco, el film logra un aspecto más “casero”. Si bien es cierto que en una película la imagen y el sonido se complementan, en el caso de Dead end, pareciera haber una supremacía del sonido por sobre lo visual, gracias al uso de música de vanguardia. Las imágenes que se nos presentan podrían carecer de expresividad por sí mismas, pero al entrar en juego la banda sonora, todo cambia, todo adquiere un tinte distinto (incluso pareciera estar uno en un film de terror o suspenso, por momentos, a la espera de que algo suceda). El uso de una estética más casera y una banda sonora con tanta presencia nos hacen pensar que se busca generar una cierta proximidad con el espectador, y lo cierto es que de alguna manera u otra impacta. Como apreciación personal, Dead end es interesante dentro de su género, bastante particular, pero interesante. Puede tener un público bastante reducido, por su condición experimental, pero vale la pena el intento.