Power Rangers:
Con todo y guitarritas eléctricas de magia hard rock, nuestro yo de ocho años se da la panzada de trajes de lycra, merchandising, y dinorobots que desea secretamente desde la última entrega Ranger. El 'morphin time' alcanza al reboot y convierte en una historia con exploración emotiva, con una saludable cuota de increíbles luchas teen. ¡Go, go, Power Rangers!
Existe una fórmula perfecta para la genialidad noventosa en las series infantiles. A saber: los robots, los dinosaurios y las artes marciales eran directamente proporcionales al grado de epicidad del episodio de Power Rangers en la tele (y si había un grito ocasional de "¡Pterodáctilo! a la cámara, el hype infantil nos freía el cerebro). Y al crecer, solo queríamos más robots, más dinosaurios y más artes marciales. Pero nos dieron más. Resultado: Power Rangers, el reboot actual del clásico infantil que estrena esta semana, redefine nuestra pasión prescolar con profundidad emocional, desarrollo de historias de origen... Y sí: vehículos de asalto prehistóricos en tamaño natural conducidos por adolescentes ninjas. ¡Ay, yi yi!
Tome la cámara aguerrida de Project Almanac, mezcle con el reboot de Los Cuatro Fantásticos y espolvoree con épicos efectos visuales. Hornee al fuego lento de la voluntdad exploratoria e indie del ojo Dean Israelite, maride junto a actuaciones frescas y condimente con el spice imbatible del desarrollo de carácter de Superman. Y bon appetit: el reboot más esperado se coció en el fuego tibio de nuestra expectativa infantil. y el platillo es la revolución gourmet de las salchichas con puré que amábamos siendo niños (y que podemos amar aún más ahora).
Primer acto: hace 65 millones de años en La Tierra: Era Cenozóica (técnicamente, sería la Mesozóica, pero si de niños aceptábamos a una franquicia que mezclaba a los Diente de Sable con T-Rexes, bien podemos ahora). La escena inicial arranca con la derrota del alien Zordon (Bryan Cranston) en las manos de Rita Repulsa (Elizabeth Banks), la bruja/ villana/ impune criminal contra la moda. Hay arrastradas por el lodo, sangre y agua, ciertamente más satírico y ultraviolento que la alegría simple Ranger de los 90's.
El prólogo es visualmente imponente y no da cabida a la duda: estos no son los Power Rangers que veíamos con nuestros bowls de cereal y merchandising de Poder en la cama los domingos. Sombrío, moroso y con una paleta de colores oscura, trasluce el wannabe Batman Inicia con un objetivo claro: dar verdadera profundidad emocional a sus personajes.
Fastfoward a 65 millones de años después. Jason (Darce Montgomery), el mariscal de campo devenido en adolescente criminal cuya pasión por el peligro destruyó su rodilla y única posibilidad universitaria, tiene castigo el sábado por la mañana en el diminuto pueblo Angel Grove. A él, se le unen los otros misfits: Kimberly (Naomi Scott), la porrista cínica cruzada entre Sarah Michelle Gellar y Emma Roberts, y Billy (RJ Cyler) el genio "en el espectro [autista]" con fijación con las explosiones. Después de una hora de queja adolescente, se encuentran en una mina en las afueras del pueblo con Trini (Becky G.), la extraña chica nueva que podría ser gay (pero cuya sexualidad apenas se toca, pese a lo discutido de su orientación sexual previo al estreno) y con Zack (Ludi Lin), el loquito bro asiático. Y si te suena a El Club de los Cinco, es pura coincidencia.
El reboot ultramoderno cobra su costado techy con el primer punto de giro: tras un accidente que los hace encontrar las monedas de poder y el cementerio de una antigua nave espacial, entran en contacto con Zordon reencarnado en megapantalla de pins CGI y al ecléctico patiño/alivio cómico kid friendly Alpha 5 (Bill Hader). A partir de este punto, se convierten en los Power Rangers, unos elegidos con súperpoderes y la habilidad de manejar dinosaurios robots a escala... Y ya lo empezamos a sentir: Go, go, Power Rangers.
Lejos de ser felices cual adolescentes con poderes prehistóricos en el mundo moderno, su angustia tormentosa teen rompe el molde Ranger original. El segundo acto, entre el ninja-entrenamiento y el descubrimiento de sus nuevos poderes, dinamita el antiguo modelo Ranger y se enfoca en las (trágicas) historias de origen que abordan una nueva dimensión a la consabida tónica nipona de serie infantil. Sí: el mágico arco narrativo también llega a las series infantiles y los adolescentes convirtiéndose en animales de poder mirando a cámara son más que dinosaurios, robots y karate... Son personajes tridimensionales, con motivaciones más reales que nunca.
En este punto, cabe destacar a la deliciosa Rita Repulsa despertando de su siesta oceánica de cientos de milenios devorando todo el oro que pueda encontrar, sorbiéndolo como spaghetti dorado y viéndose increíblemente sexy y fabulosa en el proceso. Su plan: despertar a Goldar, el gigante de oro, para localizar el Cristal Zod y conquistar el Universo mientras grazna cual zarigüella estrangulando a un pato. Es ella quien hace valer el rating de apto para mayores de trece años: su grotesca apariencia descejada, su amenaza sin apologías y su body count que se eleva a cada escena rescata el segundo acto de la película, plagado de los mensajes apocalípticos de Zordon y montajes de entrenamiento.
El desarrollo de personajes y el encumbrado proceso de 89 minutos de convertirse en Ranger culmina con 35 minutos de luchas robóticas con todo y lásers en los ojos que nos hace llorar de emoción. Más vehículos de asalto que verdaderas corporizaciones animales, los Zords justifican su poco tiempo en pantalla viéndose bastante increíbles en acción. La breve aparición del Megazord nos estremece de amor y vibración infantil. Y, como esperábamos, ganan los buenos, pierden los malos, etcétera, como siempre sucedió en la serie.
Power Rangers es puro hype de retornar a ese universo simple de leotardos de spandex de domingos a la mañana que hacía que nuestro espíritu se eleve como robot pterodáctilo rosa chicle en los cielos del anhelo nostálgico para estrellarse contra algún monstruo intergaláctico... Pero en versión adulta. Lejos de los orígenes ridículos de los Rangers, de su estravaganza de merchandising sinvergüenza, del puro horror estético de su doblaje japonés, y de los episodios sobre el rescate de la Navidad, el approach novedoso que enfoca sobre la construcción de personajes aporta una dimensión emocional interesante. Y, si bien puede sobrecargar, cumple con aquello que siempre qusimos de niños: que nos traten como adultos: El adult swim nos insta a nuevos tropos y alternativas que podrían tranquilamente explorarse en una secuela.
Aunque la dimensión emotiva sea genial, el verdadero opum magnum de la película son los 35 minutos a puro Power Ranger en prehistórica acción y sus zords disparando lásers por los ojos de sus increíbles vehículos de asalto los que desencadenan la magia. Y ahí no importa qué tanto quieran tratarnos como adultos y convertir a los Rangers en cosa seria: nosotros nos morpheamos a ese yo de ocho años que toma su leche chocolatada con la nariz pegada frente al televisor y el corazón batiendo ritmos de lycra, animal prehistórico y el valor de la superación personal y la amistad.
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