Néstor Kirchner, la película:
La Argentina de cazadores de utopías
A modo de explicación de las permanentes crisis y tensiones sociopolíticas de la Argentina, se aduce recurrentemente que el país está inexorablemente dividido, fragmentado. El análisis quizá fuese válido cuando las instituciones y la división de poderes funcionaban como mutuos entes de control, del mismo modo en que los diferentes partidos y facciones políticas concentraban sus fuerzas no sólo en sus propios programas sino también en su rol de veedores de los adversarios políticos.
Ya no es cierto que la Argentina esté fragmentada. Está fracturada, partida en dos bandos ideológicos irreconciliables, algo que los historiadores equiparan con la eterna dicotomía de federales versus unitarios. En la Argentina de hoy, mal que nos pese, parece primar la filosofía del pensamiento único a ultranza, del “relato”, sin lugar para medias tintas y mucho menos para posibles puntos de encuentro.
El estreno de la biopic Néstor Kirchner, la película, se produce en un momento crucial para la Argentina, a sólo dos semanas después del controvertido 8N, y a dos días de la emisión de la miniserie Clarín: un invento argentino, a ser transmitida a partir del próximo sábado a las 22 hs por el canal 7 la Televisión Pública. La coincidencia del estreno de ambos productos progubernamentales no puede leerse como una simple casualidad, con o sin especulación mediática. No se trata de apelar a la remañida teoría de la conspiración, sino de remitirse a los hechos más allá de su interpretación política.
El film que nos ocupa hoy Néstor Kirchner, la película es digno de análisis por variadas razones. Para los kirchneristas, el film de la directora Paula de Luque no hará más que reforzar sus convicciones a través de recursos cinematográficos más que válidos y justificables. También es cierto y evidente que el fin tiene una agenda política afín al partido que detenta el poder. No menos cierto, vale aclararlo, es que la película de Paula de Luque es un producto inteligente, bien armado y narrado, de manufactura técnica intachable y construido en torno a un eje que haría trizas las suspicacias de los espectadores más avisados.
En su debut como documentalista, Paula de Luque no construye el “relato” de modo cronológico. Es decir, evita a toda costa el trillado recurso de desandar el camino de la historia de un personaje. Lo que hace, en cambio, es construir un eje conceptual alrededor del cual se articulan testimonios y fragmentos audiovisuales que dan cuenta de un personaje alejado del bronce y mucho más cercano a lo terrenal y lo humano.
Para quienes adhieren fervientemente o sienten un grado de afinidad por el modelo de gobierno Kirchnerista, la biopic del ex presidente será un inolvidable y emotivo recorrido por los logros económicos y la justicia social conseguidos por un gobierno que cumple con el mandato del Partido Justicialista con todas las de la ley.
Pero lo que podría tildarse de demagógico es manejado con envidiable cintura política y habilidad por la directora y su coguionista, Carlos Polimeni, a punto tal que ni los más recalcitrantes detractores podrían hablar de desmesura o autobombo.
Abundan, por cierto, los convenientes saltos narrativos y omisiones de hechos de público conocimiento, y esta falencia convierte a Néstor Kirchner, la película en una visión unilateral de un hombre y su legado, que la directora presenta como naturalmente asociados a los sueños e ideales de toda una generación: la del mayo del 68, la que creía en un mundo mejor y más justo. En este contexto, Néstor Kirchner, el hombre, transita el camino de la militancia universitaria (donde conoce a su novia y futura esposa, la actual presidenta Cristina Fernández), hasta convertirse en el jefe de Estado que consigue, heroicamente, rescatar a la Argentina de la debacle post 2001.
Paula de Luque, sin embargo, jamás comete el error de santificar al líder político, sino que hace una más que bienvenida bajada a tierra. Por poner un ejemplo: su película, comparada con la atronadora y cotidiana cadena nacional, es un producto sutil, muy sutil, que desborda en una sola instancia, la arremetida contra el monopolio de multimedios.
El resto de la película -queda dicho- es tan hábil que no podría ser acusada de demagógica o manipuladora, por más que el documental presente al tema-sujeto como si fuesen tan inmaculados e impolutos como la nieve de la sureña provincia de Santa Cruz, el perfecto territorio geográfico e ideológico para la saga narrada por Néstor Kirchner, la película.
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