Un candidato confiable En época de elecciones el cine propone cómo elegir al mejor candidato. Eso es lo que ocurre en "El dedo", la opera prima de Sergio Teubal, una suave sátira, bien contada, que cuenta lo que ocurrió en una ciudad de pocos habitantes del interior, cuando tuvieron que votar para designar al primer intendente del lugar. La película basada en el libro "El dedo de Baldomero" de Alberto Assardourian, se inscribe en un clima de realismo mágico. Ambientada en la década de 1980, tiene por protagonista, precisamente a "un dedo", el del mejor postulante a ocupar el cargo mencionado, que es asesinato a sangre fría, cuando se lo descubre teniendo sexo a orillas del río, con la mujer de uno de los hombres de esa ciudad de pocos habitantes. El que se encargará de averiguar lo que ocurrió con el candidato, es su hermano, dueño del almacén, que promete vengar la muerte y para hacerlo, le corta un dedo al muerto y lo guarda en un frasco, que exhibe en su negocio. COSTUMBRISTA Entre los sospechosos se ubica el candidato contrario al muerto, un reconocido abogado que tiene arreglos con la policía y del que todos sospechan, sin embargo los resultados terminarán asombrando a todos. El filme tiene personajes típicamente costumbristas, para los que "el dedo" en exibición en el almacén, se termina transformando en una especie de termómetro de lo que les sucede a todos en ese pueblo, a tal punto que es capaz de pronosticar el futuro. En medio de ese clima algo disparatado, Teubal no pierde su brújula al ir desarrollando los rasgos de unos y otros, de tal manera que la historia se convierte en un ritual en el que como en "Fuenteovejuna", de Lope de Vega, es el pueblo el que decide. Con acertadas pinceladas, el director logra guiar a cada uno de sus protagonistas permitiéndoles el lucimiento individual y coral al mismo tiempo. Entre ellos se destacan Martin Seefeld, como el extraño candidato que esconde un secreto; Gabriel "Puma" Goity, que le aporta una oscuridad sólidamente corrosiva a su papel y Fabián Vena, el hermano que jura venganza, en un protagónico, al que el actor le aporta una convincente originalidad.
Desolación y supervivencia Un pueblo en las montañas de Calabria es el escenario elegido por el director Michelangelo Frammartino para concretar su filme, en el que sumerge al espectador en una serie de imágenes que aluden a los ciclos de la vida, las estaciones del año y la muerte. "Le quattro volte" es una película sin diálogos, sólo cuentan las imágenes, pero lo cierto es que no hace falta nada más. No es un documental, sino más bien un filme antropológico, que a través de lo que muestra exige que el espectador se predisponga a un nivel de observación distinto, a cómo lo hace habitualmente cuando va al cine. TESTIGOS Original, sorprendente e hipnótica, el público se convierte en un testigo privilegiado de algunos momentos que tienen lugar en ese pueblo de la Italia profunda. Entre lo primero que se muestra, se ve a un grupo de hombres, que pareciera construyen una choza. Poco después el espectador se da cuenta que no es una vivienda, sino un círculo armado con troncos, cenizas y barro, del que se desprenden grandes nubes de humo, que se extienden a la zona de montañas, se presume que es un ritual para que llueva. Poco después la cámara descubre a un anciano, un pastor que cuida su rebaño de cabras, junto a un perro y no para de toser. Más tarde la lente sigue los pasos de ese hombre que vive rodeado del balido continuo de las cabras. Podría decirse que ese es el sonido más prominente que se escucha en ese pueblo, al que a veces llega un vehículo con dos hombres disfrazados de romanos y dispuestos a participar de una procesión. EL NACIMIENTO Mientras eso sucede una cabra deposita su cría en el suelo y Frammartino sigue los pasos de ese pequeño animal, al que lo espera su ocaso cuando se pierde del resto de la manada. "Le quattro volte" refiere a los cambios de las estaciones, a los ciclos del nacimiento y la muerte y a algunos rituales que parecen detenidos en el tiempo y llevan a cabo los pocos habitantes de ese pueblo. Amplias panorámicas por el lugar, entre la nieve y el verde intenso de la primavera, dan cuenta de un estado de desolación continuo, el que se ve reflejado en el paisaje, en los animales, en la gente. Todo en esta película acontece como si fuera la primera y la última vez. En el medio, el cineasta, parece invitar al espectador a que reflexione sobre la naturaleza y sus ciclos de los que formamos parte, prácticamente sin darnos cuenta.