Unidos:
Unidos: Más Disney y menos Pixar.
Disney y Pixar nos entregan una divertida propuesta que alegra el día y nos hace reflexionar sobre el mundo actual con una historia convencional sin muchos riesgos.
Pixar sabe cómo inmiscuirse en el alma de los espectadores. A pesar de hacer parte del imperio Disney ha tratado de funcionar como un ente aparte. Esto le ha permitido llevar a la gran pantalla historias poco convencionales para el público infantil; se podría incluso decir que a pesar de ser animadas, abarca temáticas que los adultos detectamos como propias y que los niños pueden obviar o sentir como ajenas independientemente de ser, a priori, el público objetivo y terminar igualmente absorbidos por su riqueza visual.
El sufrimiento y la frustración no se esconde en su cine, por el contrario se usa como herramienta para contarnos historias en las que las adversidades se superan si tenemos un panorama de todo lo que pasa en nuestras vidas, tanto positivo como negativo. En resumidas cuentas, la tesis de Pixar es que debemos seguir adelante y es esa precisamente la traducción literal del título (Onward) de esta película. Hacia adelante.
Unidos nos enmarca previamente en un mundo primitivo y alterno en el que la magia era el motor de la existencia y la civilización; a través de conjuros las hadas, duendes, elfos, dragones y demás seres fantásticos prodigaban el bien como una suerte de comunidad heterogénea perfectamente ensamblada. Mediante los encantamientos cada uno de ellos obtenía lo que necesitaba. Pero con los años el mundo fue cambiando y ante las necesidades comenzó a operar el concepto de bienes y servicios, los seres fantásticos se volvieron cada vez más perezosos y fueron olvidando el poder que poseían.
Ahora en medio de la realidad urbana la magia no es más que historia y unos pocos monumentos que la recuerdan y poco a poco van desapareciendo con los afanes de la actualidad. En ese sentido la película pudo haber aprovechado mucho mejor el antiguo mundo con el fin de conectarnos aún más con las añoranzas y la nostalgia que pretende inspirar en el espectador.
Esa nostalgia viene con la historia de una familia de elfos conformada por dos hermanos y una viuda. Ian Lightfood (voz de Tom Holland) es un adolescente inseguro que siente la necesidad constante de honrar la memoria de su padre a través de su propia vida, a pesar de no haberlo conocido. Barley Lightfood (voz de Chris Pratt), su hermano mayor, es todo lo contrario a Ian, un elfo sin miedos aparentes que con el pasar del metraje irá mostrando su lado más sensible y las razones de su comportamiento rebelde y comprometido con la causa de preservar la memoria histórica. Ambos han quedado al cuidado de su madre Laurel (voz de Julia Louis-Dreyfus), quien les informa de un regalo que el padre les había dejado para la posteridad y que les permitirá reencontrarse con él por un período corto de tiempo a través de un encantamiento. Pero estos no son tiempos de magia y las cosas no saldrán como se habían planeado.
La película no pretende ser una metáfora de la realidad humana pues el mensaje es claro y directo sin sutilezas; habla de nuestra realidad; con el paso de los años el consumismo, el sedentarismo, la tecnología y las largas jornadas laborales han opacado y anestesiado nuestra magia, sea esta la creatividad o la persecución de sueños y la han convertido en lo que hoy llamamos realización personal, el traslado del sueño americano al mundo entero; casa, auto y quince días de vacaciones.
Y aunque en ese sentido esperaríamos de Pixar el nivel de profundidad que acostumbra. Sin embargo, la historia se centra en la aventura de los elfos por resolver el problema que se les presenta intentando mezclar un género como la road movie con clásicos como Indiana Jones en sendos y evidentes homenajes. En muchos pasajes logra cotas de entretenido divertimento cercano más a los convencionalismos de Disney que a los paradigmas de Pixar. Es más Zootopia y menos Up. Algunos personajes cómicos enriquecen el resultado final como los unicornios que más parecen ratas que seres mágicos o las hadas apasionadas por las motos Harley Davidson.
Y aunque el protagonista es Ian, lo más destacado de toda la película pasa por el personaje de Barley cuya voz es interpretada de manera destacada por Pratt; es el personaje con el que sentimos una evolución en la historia, quien aporta las cotas más cómicas y a la vez las más melancólicas. Escenas destacadas como aquélla en la que por amor o por un sentido del deber, es capaz de hacer un importante sacrificio en homenaje conmovedor al western, incluso la música parece acompañar el tono de la escena con acordes en la tradición de Morricone. Es un personaje que enternece y la razón por la que la película va de menos a más en un final en el que sentimos satisfacción y en cierta medida, más leve que en las mejores de Pixar, catarsis.
En síntesis, Unidos funciona bien como una película de Disney que los niños y adultos disfrutarán mucho; logra conmover, entretener y despierta sonrisas de satisfacción. Como película de Pixar conserva la forma, de perfección y calidad técnica; pero el fondo roza la superficie de la pantalla por instantes sin alcanzar la grandeza de muchas de sus obras maestras.
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