Edgar Wright, director reconocido por films como «Baby driver», «Scott Pilgrim vs the rest of the world» and «Hot Fuzz», nos deleita nuevamente con un film mucho más maduro y consolidado a su esencia artística, demostrando que cada vez está dejando su influencia de manera más rotunda, percibiendo el nombre del director en cada una de las escenas de este largometraje. Si bien habíamos venido de ver su anterior largometraje («Baby driver») con una serie de influencias típicas del director como los juegos de danza (sin llegar a convertirse en musical) acompañado de música acorde al ritmo de la escena y coreografías que se sincronizan con el juego de luces y cámara de manera armónica, además de las escenas con cierto humor de tragicomedia que vienen expresándose desde «Hot Fuzz» que marcan la visión del director, podemos ver en «Last Night in Soho» la madurez narrativa y dramática que, se puede notar, fue el atractivo principal de esta historia. Utilizando los recursos creativos del director ya antes mencionado, realiza una película que se centra en Eloise, una joven inglesa de las afueras de Londres que se dirige a la gran ciudad para estudiar Diseño de indumentaria, adentrándose en la zona de Soho, la zona de la ciudad que podría decirse que «nunca duerme» entre salidas nocturnas entre amigos, pubs y teatros abiertos toda la noche, siendo esto un mundo nuevo para ella. Eloise no se siente cómoda en el universo que la rodea por lo que decide hacerse un espacio personal para ella, alquilando una habitación en esta zona de la ciudad. A partir de aquí empezará a tener una especie de visiones de lo que fue la vida pasada de Sandie, una bailarina de los años 70 que en su afán de ser famosa termina en un bar ganándose la vida y haciendo espectáculos nocturnos para entretener a empresarios y hombres que buscan diversión en las oscuras calles de Soho. En este film, Edgar Wright da un paso mas allá y trata de tocar temas más profundos y fuertes que en sus películas anteriores, como los abusos a los que te puede llevar la vida nocturna y la prostitución como manera de ganarse la vida, cuestiones que pueden llegar a ser sensibles para algunas personas. Sin dejar esto de lado, la película te absorbe de manera tal que te enfocas en la historia a pesar de adentrarse en estos temas. No podemos dejar de lado las actuaciones de los personajes principales, Thomasin McKenzie como Eloise que viene debutando en grandes films como «Jojo Rabbit», Anya Taylor-Joy como Sandie y la actuación de Matt Smith que le da un toque bastante picante a este film, siendo parte de la perturbación de la historia. Coloca todo el peso de su actuación en un personaje bastante convincente, llegando a tener un poco de repulsión por el mismo mientras lo ves en la gran pantalla. Visualmente «Last Night in Soho» es un juego de colores y coreografía de cámara que está bastante cronometrado, como suele ser las películas de Edgar Wright, esta vez añadiendo efectos especiales que podría llegar a ser exagerado, a niveles que son muy evidentes y te pueden sacar un poco de la historia. Para culminar, Edgar Wright se adentró en un film bastante ambicioso para su carrera, ofreciendo una película que puede llegar a ser mencionada durante un largo tiempo en los medios. Además demuestra su madurez como director y la capacidad que tiene de hacer proyectos ambiciosos sin dejar de lado su impronta fílmica.
Nuevamente vemos en acción al legendario personaje que creó en sus novelas Ian Fleming, esta vez en la quinta entrega protagonizada por Daniel Craig, quien, a sus 53 años, todavía nos muestra que el traje de James Bond sigue calzándole a la perfección. En esta película tan esperada durante los últimos dos años, podemos ver un cambio radical en la dirección en comparación a las entregas anteriores. Esto es muy notable frente a la cámara al ver la marca del director Cary Joji Fukunaga, quien le da un estilo único a sus filmografías, combinando el universo de 007 con su particular forma de dirigir y de crear historias entramadas, ya que este mismo estuvo involucrado en la redacción del guion de «No time to die», dejando su huella a lo largo de las dos horas y cuarenta minutos que dura el filme. Esta vez la historia de James Bond cambia radicalmente a lo que veníamos viendo en las entregas anteriores, acción y romance mezclados en la pantalla, para pasar a algo más personal, viendo a un agente 007 retirado que no quiere volver a trabajar de espía y desapareciendo del mapa. En paralelo, un científico roba un arma biológica a pedido del villano principal Safin, interpretado por Rami Malek, quien nos muestra un personaje nihilista y de facciones sutiles, que busca hacerse de esta poderosa arma biológica para comercializarla. Luego del robo del arma biológica, James Bond decide volver al M16 para solucionar el problema, aunque ya no es el mismo. Ha cambiado personalmente y no suele demostrar el ego que lo caracterizaba en las entregas anteriores, inclusive podemos ver en la película como su nombre de agente (007) es sustituido a lo que él queda como agente 00, dándonos un adelanto del retiro de Daniel Craig en el rol de agente. En esta entrega vemos un James Bond que, a diferencia de «Skyfall», donde busca su pasado para entender de dónde proviene, se encuentra desalmado y con el corazón herido tras la traición de su novia Madeleine Swann (Lea Seydoux), los cuales buscan reconciliarse durante todo el largometraje. Finalmente y sin dejar por fuera, se puede ver cómo el poder femenino hace su presencia en esta saga con varias agentes, demostrando que el mundo de espionaje y personas aguerridas no es solo para hombres, deslumbrando a una increíble Agente de la CIA interpretada por Ana de Armas y la sustituta de Bond en esta entrega, quien hace de una agente especialmente más actualizada, Lashana Lynch. La nueva 007 muestra autos de lujo, ropa a la moda y una actitud que le da todo el perfil de un nuevo agente del M16. «No time to die» es una película que definitivamente es para ver en la pantalla grande, sus escenas de acción, las locaciones y la narrativa merecen ser vistas en el cine. Esta entrega muestra, sin miedo a esconderlo, una despedida melodramática de Daniel Craig como el agente James Bond, quien luego de casi 20 años, se mantuvo en los zapatos del mítico personaje escrito por Ian Fleming.
El aclamado director y actor Clint Eastwood vuelve, después de tantos años, a sus inicios con un film western dramático que gira entorno a la vida de Mike, un vaquero que lo perdió todo luego de un accidente de rodeo en su época de apogeo. Esto lo lleva a la adicción al alcohol y verse opacado en un viejo rancho en Texas hasta que los años lo consumen volviéndose un viejo mal humorado y solitario. Su vida da un giro cuando el dueño del rancho y mejor amigo le pide que vaya a rescatar a su hijo Rafael en México, quien sufre abusos y maltrato de su madre. Debido a la deuda que tiene con su amigo decide hacer el favor. A partir de aquí, empezaremos a ver el largo viaje que Mike tiene que hacer para poder rescatar a Rafael y traerlo de vuelta a Texas. La película nos remonta a aquellos viejos western, donde Clint Eastwood se convirtió en uno de los actores más aclamados del siglo XX por sus films de bandoleros y vaqueros del lejano oeste, esta vez con un cambio en donde el drama domina y la acción y armas a tomar para solucionar problemas quedan de lado. Si bien la película nos muestra un mundo remontado a los años 80, donde podemos ver viejos asentados mexicanos y el típico roadtrip bajo el ardiente sol con cactus en la lejanía del paisaje, no podemos dejar de pasar por alto los detalles que son casi imposible de esconder frente a la pantalla. La actuación de Clint Eastwood en el rol de Mike, un vaquero que percibe que el mundo ha cambiado y el rol de Macho quedó en el pasado y que ahora es un mundo donde no tiene que ser de acero, sino una persona con bondades y carisma, nos deja con una actuación frágil, donde se nota el agotamiento físico del actor debido a los años. A pesar de utilizar recursos de edición y percepción de puesta de cámara para evitar se vean estas fragilidades, es innegable evitar sentirlo al ver la pantalla grande. Su compañero en esta aventura, Rafael, un joven mexicano de trece años que hace del respaldo actoral de Clint Eastwood en este film, permite que la película se centre en esta dupla y no en un personaje principal. Ambos empiezan a tener una conexión que hace que la historia avance con el drama familiar de cada uno de los personajes y cómo van cambiando a medida transcurren los minutos. Para culminar, «Cry Macho» es una película que pareciera buscar la redención del famoso actor de western que antes era conocido por ser duro, insensible y malo, para pasar a una nueva fase, donde muestra que es una persona común y que la vida puede darte segundas oportunidades. Todo esto sumado al recurso preferido del director de ahorrar en set, permitiendo tener unas escenas fotográficamente naturales y muy bien elaboradas, nos permiten ver un film que lleva la firma del director en cada una de las escenas.