Renuncia voluntaria
Nueva entrega de James Bond con Daniel Craig interpretando al mítico agente 007 de manera física y explosiva. Aquí él resurgirá de su muerte para evitar que su querido MI6 sea desmantelado y como es de costumbre esto implicará mucha acción y entretenimiento. Sin embargo lo que más se destaca de la película es su impresionante pasionalidad, donde a diferencia de las otras historias, los personajes tiene motivaciones mucho más profundas que el deber o la ambición. Un relato tan disfrutable como atrapante, ya que después de todo es una película de espías.
Esta tercera entrega parece querer dejar atrás todas las tradiciones de las películas de James Bond. A medida que los minutos van corriendo cada vez se nota más el dilema entre continuar con los clásicos procedimientos o modernizarse. Es asombroso e interesante como a pesar de estar orgulloso de su pasado, es consiente que su tiempo ha pasado y se exige que por propia voluntad se renuncie a los viejos hábitos para así poder dar paso al futuro. La escena donde se encuentran "Q" y "007", lo sentencia de la manera más brutal: ya es tiempo de remolcar el viejo buque de guerra.
Las historias de redención o revancha siempre presentan un cuadro más que prometedor. En esta oportunidad un debilitado Bond debe recuperarse rápidamente si quiere poder detener a un criminal fantasma del cual nada se sabe. Todos los personajes tienen más de una faceta o propósito y aunque hay resultados dispares (Fiennes es tan medido como efectivo mientas que Bérénice Marlohe no es ni incidente ni interesante), el trío protagónico sale muy airoso gracias a su complejo conflicto maternal. No es casual que por primera vez se habla con tanta importancia sobre el pasado de Bond.
Lamentablemente la trama de 007 no es del todo aprovechada. Incluso la disputa entre tradición o renovación tampoco encuentra un desarrollo entermamente satisfactorio. Sin embargo ambas logran ser de mucha utilidad para crear grandes escenas. En el primer caso, el dilema estalla en una competencia de tiro similar al mito de Guillermo Tell y en el otro lado, aparece una conmovedora audiencia pública donde M recita un poema de Tennyson.
La acción y los efectos visuales son atrapantes. Cada secuencia es sinónimo de peligro, vértigo y adrenalina. Su majestuosa realización técnica le permite crear escenarios extremadamente tensos e hipnóticos. Hay persecuciones llenas de velocidad, momentos de sigilo agobiante y tiroteos repletos de acción.
Aunque la película, durante toda su duración, mantiene en vilo al espectador, es inevitable resaltar que su historia se va desdibujando a medida que se acerca al final. Bardem pasa de ser un villano muy meticuloso y letal a convertirse en alguien enceguecido de odio y cuyas acciones finales cada vez son más forzadas y poco creíbles. Incluso mientras más se desarrolla la trama más inverosímil se convierte, donde los distintos acontecimientos se van asociando de maneras extrañas e inútiles. Sin ir más lejos, es absurdo creer que Bardem haya podido planificar semejante plan lleno de idas y vueltas si su objetivo era una tarea tan simple como matar a una persona.
El principal mérito de Skyfall radica en su exaltación de emociones y complejos por parte de sus protagonistas. Personajes solitarios que tienen fuertes lazos entre sí y cuya interacción despierta traumas bastante severos. Por lo tanto, queda claro que esta vez no son solo negocios, es personal.