Daniel Craig recibe el título oficial de James Bond luego de tres películas.
Cuando anunciaron a Daniel Craig para la resurrección de Bond, allá por 2006 (cuatro años después de Otro Día Para Morir, la última intervención de Pierce Brosnan en la saga) los fanáticos del agente 007 en el mundo pusieron su grito en el cielo: Craig no es Bond, decían, y muchos (yo inclusive) estaban de acuerdo. Pero cuando Casino Royale salió, la gran mayoría de los que nos quejamos tuvimos que cerrar la boca y guardar las pancartas. Craig todavía no era Bond, pero estaba muy cerca. Y no por una cuestión de talento, sino por el nuevo hilo conductor que surgía a partír de la película. Recordemos que a partír de Casino Royale, la saga volvió a comenzar, desde antes de que Bond se convierta en un doble cero (agente con licencia para matar) hasta su ascenso.
Ahora, en Operación Skyfall (Skyfall, 2012), Daniel Craig termina de tirar sus cartas en la mesa, y son buenas. Craig si es Bond, y no un Bond más, sino uno a la altura de Sean Connery y Roger Moore, uno de los grandes que quedará en la historia de la saga y que se convertirá en un referente para el (pobre actor) que deba reemplazarlo cuando decida colgar el saco.
En Operación Skyfall, Bond es dado por muerto en una de las primeras escenas de la película, en una misión que no sale para nada bien. El destino de Bond fue responsabilidad de M (Judi Dench) por dar una orden polémica y por fallar en esa tarea, que pone en jaque a todo el Servicio Secreto Británico. Políticamente, se quieren deshacer de los espías y los infiltrados, ya que los ven como algo pasado de moda, antiguo e inútil, pero la veterana sostiene que la lucha contra las sombras, debe ser desde las sombras. Su rival en este escenario burocrático es el estirado Gareth Mallory (Ralph Fiennes), que busca que M se jubile de una buena vez para renovar las oficinas.
A todo esto, Bond se la está pasando muy mal, bebiendo a tres manos en un paraíso costero, hasta que se entera que en los cuarteles generales del Servicio Secreto hubo un atentado cibernético. Eso lo empujará a "resucitar" y volver, pero sus condiciones no son las mismas: el disparo que recibió y la falta de entrenamiento en los meses que estuvo desaparecido lo dejaron herido interna y externamente. Así y todo, viajará hasta China para rastrear a este genio informático que parece conocer muchísimo sobre el ambiente del MI6 y, sobre todo, sobre M.
Así está planteado el escenario en Operación Skyfall, una invitación a las fuentes originales de James Bond, en donde podemos ver decenas de guiños a los clásicos, personajes que vuelven (como un brillante y extremadamente joven Q, interpretado por Ben Wishaw) y sobre todo a un Bond renovado, no tan sentimental como en las anteriores entregas, sino que más ácido y más hipócrita, ya que el daño lo tiene, solo que lo esconde debajo de capas de sarcasmo y puñetazos, y de paso, de litros y litros de alcohol. Daniel Craig es brillante en su interpretación, tanto pasiva (en diálogos, en escenas de suspenso) como en la activa, en donde protagoniza excelentes batallas cuerpo a cuerpo y tiroteos llenos de adrenalina. Mención aparte merece el genio de Sam Mendes, que teniendo en la mano un guión brillante no se quedó sentado en los laureles esperando que todo el trabajo pase por los textos, sino que agregó tomas, planos y escenas completamente novedosas (y al mismo tiempo "retro") que le dan un respiro enorme a esta saga, que se había vuelto tan solemne y oscura (y no por eso peor, eh).
James Bond volvió. Algunas cosas no cambiaron y su aire Old Fashioned se siente más que nunca, pero al mismo tiempo, aquí comienza la verdadera renovación, y con Operación Skyfall, Bond vuelve a nacer y vuelve a comenzar para dar paso a quién sabe qué. De lo que estoy seguro es que estoy ansioso por verlo.
@JuanCampos85