007 Skyfall, tan clásica como James Bond
Esta película número 23 del icónico agente 007 es probablemente la mejor, no solo porque su protagonista está mejor que nunca sino porque como pocas veces ha pasado durante los 50 años que tiene el personaje en la pantalla grande, su director no había tenido tanta influencia en el trabajo final.
Para sincerarnos, pocos eran los que confiaban en que el director del drama Belleza Americana podía estar a la altura, para lograr rescatar al agente de la MI6 luego de lo decepcionante que terminó siendo Quamtum of Solance.
Skyfall (es el verdadero nombre de la película y no Operación Skyfall, que NADA tiene que ver con la trama) nos introduce a la nueva historia con una secuencia de acción bastante excéntrica en su concepción y tan bien planificada, que pone en duda si el resto de la película podrá superarla. Como respuesta a este enigma, la presentación de los títulos característica del personaje, esta vez, acompañada por el tema Skyfall interpretado por Adele, te deslumbra con su estética y acá, más allá de los gustos, no quedan dudas que es el mejor de todos. Desde el vamos, las expectativas creadas, son altas.
Curiosamente, la historia es más simple de lo que ya estamos acostumbrados. James Bond (Daniel Craig) intenta recuperar un disco lleno de información de los agentes encubiertos que hay por el mundo. Luego de que Bond falle en su misión y sea dado por muerto, comienzan a atacar la MI6 y a sus agentes, dejando en claro que M (Judi Dench) es el blanco. Para Bond hubiese sido más fácil quedarse como muerto, pero ante la amenaza, aun destruido física y mentalmente, decide volver y buscar a quien se llevó el disco antes de que todo el asunto con M termine en una tragedia peor de lo que ya es.
Ser realista es la moda y por eso, el guión de Neal Purvis, Robert Wade y John Logan, le dan a Skyfall un villano palpable, movido por causas creíbles, libre de una idea de venganza cuya justificación es no la mera diversión, la avaricia de poder o una oposición de pensamiento político y/o ideológico. Javier Bardem como Silva es brillante y demente tal cual como lo era la vieja escuela de villanos de Bond. Intercalando su personaje con varias capas de locura (y pelo) y con su intensidad por naturaleza, Bardem se sabe mover, de forma algo poética, entre el odio y el amor hacia su ex mentora, M.
El agente 007 de Daniel Craig es tan duro y activo físicamente como en sus dos películas anteriores, que lo diferencian de las otras 20 películas, pero los guionistas lo hacen más irónico y gracioso, más reflexivo y sentimental que nunca, sin caer en el romanticismo débil de Casino Royale, que a algunos les supo molestar. Esta vez, Skyfall nos remonta al pasado de Bond y M, sirviendo como explicación a la frialdad de ambos protagonistas, logrando una historia mucho más cálida y personal.
Simple y clásico, es la clave
Cuando Silva burla todo protocolo y la seguridad de MI6, James Bond toma riendas en el asunto y opta por lo simple y clásico. Desde volver a conducir su querido Aston Martin, hasta usar armas más simples de lo común.
La trama hace trotar a James Bond por Turquía, Shanghái, Macau, por una isla abandonada y por uno de los lugares más desafiantes hasta ahora en la historia de 007: el subte de Londres en hora pico. Así de sencillo, Sam Mendes prefiere optar siempre por ideas más tradicionales. El clasicismo termina por predominar en la película así como la pomposidad británica y su tradición nacionalista. En su país, James Bond tiene su misión más difícil. No hay nuevas tecnologías que permitan dejar de lado las viejas.
Skyfall tiene guiños que se remontan a todo lo que conocemos y termina por ser una lavada de cara para la historia. Hay un quiebre en la trama y nuevos personajes que dejan atrás lo que se ha visto. Sirve como metáfora la introducción del nuevo agente Q (Ben Wishaw), quien hace un chiste a costa de las extravagantes tecnologías ya vistas, y el personaje de Mallory, interpretado por Albert Finney, que, y perdón por la redundancia de la palabra, parece ser un clásico ‘pain in the ass’.
M, es la chica Bond en esta entrega y no hay belleza alguna que pueda opacar el trabajo de Judi Dench. Las acciones lúdicas de la película y aquella gran entrada de la soberana británica, Isabel II, durante los Juegos Olímpicos, hace difícil no ver a Dench como la Reina.
Esta mención aparte sirve para remarcar que Skyfall no sería tan buena sin la planificación de las escenas de acción a cargo del cineasta chileno Alexander Witt, director de la segunda unidad de la película, por lo que no todos los laureles son para Mendes, que claro estaba, no tenía idea de cómo hacer una película de acción. Por otro lado, la fotografía de Roger Deakins permiten decir que, y perdón por la cursilería de la palabra, bella. Basta con ver la escena inolvidable, a oscuras que tiene lugar en un alto edificio de Shanghái, para que sepamos apreciar el trabajo que conllevan los directores de fotografía.
Skyfall es el resultado de un gran trabajo ostentoso, sumamente pensado que no peca de ampulosidad. La frase de ‘menos es más’ le cabe como anillo al dedo. Sam Mendes y los guionistas le permiten a los fanáticos regodearse con cada cita clásica dicha, con cada símbolo, con cada personaje que hacen eco en los 50 años que cumple el personaje dentro de la pantalla grande, siendo Skyfall un regalo que hace honor a la mitología de Bond, James Bond, que muy pronto, will return…