La Increíble Vida de Walter Mitty: Stop dreaming, start living “We all have something inside us waiting to get out, and all it takes is the courage to stop dreaming and start living” dice Ben Stiller para explicar de qué se trata Walter Mitty. Y aunque la frase, y el resto de la película, parezcan salidos de un libro de autoayuda y reflexión, el último film dirigido y protagonizado por Stiller posee verdades ocultas de la naturaleza y la vida humana. Walter Mitty (Stiller) es un distraído y soñador gestor de negativos en la revista LIFE que está a punto de cerrar y transformarse en una versión online. Sean O’Conell (Sean Penn), el fotógrafo más importante (y super chapado a la antigua) que tiene la revista envía su ultimo rollo a Walter con especificaciones de que el fotograma 25 debe ser la foto de la ultima portada. Pero justo el número 25 al parecer nunca llegó a las manos del no tan distraído Mitty, cuando de su trabajo se trata. “Life is about courage and going into the unknown” - Cheryl Melhoff (Kristen Wiig) Encontrar esa foto es todo lo que Walter necesita. Ya sea para tomar las riendas de su aburrida vida, salir de sus sueños de superhéroe, animarse a hablarle a la chica (Kristen Wiig) que ama secretamente, decirle a su jefe que deje de ser un idiota o hacer algo que valga la pena. Ben Stiller como director, en esta muy libre adaptación de The Secret Life of Walter Mitty, entiende que el hombre molesto de la realidad, busca la paz en sus sueños y se encierra en ellos por distintas circunstancias, pero también entiende (y acá regresamos al libro de autoayuda) que solo basta buscar y encontrar los factores correctos que nos saquen de ese ensueño para comenzar a vivir realmente. Walter Mitty, es el orador de nuestro subconsciente y Ben Stiller como ilustrador, sabe que el cine siempre ha sido ese proyector de la vida ideal que la sociedad nos niega, aprisionándonos con frustraciones y miedos. Lee el cuento original de “The Secret Life of Walter Mitty” de James Thurber “Beautiful things don’t ask for attention” - Sean O’Conell (Sean Penn) Probablemente, todos empezaremos a ver un poco de nosotros en Mitty, y en el momento en que la brecha entre él y el resto de los soñadores se hace más grande, la película toma un rumbo diferente, permitiendo una lectura que nada tiene que ver con su principio. The Secret Life of Walter Mitty ablanda el corazón no solo apuntando a nuestro lugar ideal en el mundo, sino remarcando aquellos pequeños detalles de la vida que los sueños no nos pueden dar. El film de Stiller es un tributo a aquellos que disfrutan de un buen trabajo bien hecho, a quienes lo hacen, a las personas que encuentran un gran valor y añoran las cosas chapadas a la antigua pero entienden que la vida continúa. “If I like a moment, for me, personally, I don’t like to have the distraction of the camera. I just want to stay in it” – Sean O’Conell (Sean Penn) Ben Stiller utiliza esta película con muchos efectos y grandes avances tecnológicos para criticar el ahora. Lo “instantáneo” y la “hiperconectividad” son los principales objetos de muchos avances en nuestra sociedad, y por o para alcanzarlos nos estamos perdiendo de lo importante. Sí, definitivamente este texto se transformó en lo menos cinéfilo y más reflexivo que podía resultar y esperar, pero aún así vale la pena explicar por qué Ben Stiller tiene éxito al salirse de la comedia para retratar nuevamente, a una persona que trabaja para algún medio de comunicación y cómo ese tipo de vida lo define, de forma más romántica en niveles que muchas veces no vemos, no entendemos o no sabemos apreciar, en una película que no se hacía valer mucho desde su tráiler.
American Hustle, la invención de la mentira Cuando hablamos de “la invención de la mentira” para referirnos a American Hustle lo hacemos para resumir al film en dos niveles: uno el de su historia, y otro el del trabajo de David O. Rusell como guionista y director. La historia de American Hustle (Escándalo Americano? Quién? Cómo? Cuándo? Dónde? Bueno, no, no, no y no) es la clásica y mil veces repetida historia de un círculo de estafadores estafados. Dos amantes, Irvin Rosenfeld (Christian Bale) y Sydney Prosser (Ammy Adams), encuentran la fórmula casi perfecta para ilusionar y sacarles plata a las personas, hasta que el FBI les tiende una trampa y los extorsionan para que atrapen en sus puestas en escenas a políticos que “pudren” a Estados Unidos. Dos triángulos amorosos complican a ambos polos, obligándolos a poner todas las cartas sobre la mesa y apostar por la mejor jugada. Contextualizada en los años 70, época que justifica el protagonismo de la ropa (¡LOS ESCOTES DE AMMY ADAMS!) y la creación de las mentiras y el disfraz para sobrevivir, la lógica de la película se auto justifica. Sin embargo, acá no hay magia cinematográfica que justifique ¡10! nominaciones al Oscar (solo las de Jennifer y Ammy, pero por mérito propio y no por cuestiones de dirección). A esto le llamamos “La invención de la mentira” de David O. Russell, quién proyecta lo aprendido de los grandes directores y de aquellos títulos con tramas similares que suelen estar en boca de todos y que en su momento definieron y justificaron al cine como arte. Y así es como O. Russell se metió otra vez a Hollywood en su bolsillo: copiando, pero que no se note (o que embobe). Estafas al estilo Ridley Scott (American recuerda mucho a Matchstick Men y a nuestra Nueve Reinas), mafiosos con sello de Scorsese (Goodfellas) y algo de boogie marca P. T. Anderson (Boogie Nights). También algo de Argo. Simplemente readapta varias fórmulas que disfrazan a American Hustle de buen cine. Sumado a que el director reúne a los favoritos y los actores debilidades de Hollywood de los últimos cinco años, más algún que otro número musical memorable y una gran transformación (Bale se expone con una imagen contraria a la de The Fighter, pero ni cerca llega a aquella calidad actoral), el director de Silver Lining Playbook grita “excelsior” y le vende el buzón a la Academia de cine como un ganador. No hay nada nuevo que O. Russell le aporte al cine, dejando a un costado el perfil psicótico y sexy de Jennifer Lawrence y el gran acento británico de Ammy Adams, quienes casualmente son estas actrices quienes sostienen el film. Saquemos a ambas de la pantalla y veamos cómo la ilusión de la denominada “la última obra maestra de David. O Russell” se cae a pedazos. Procesar la primera hora de American Hustle sería mucho más fácil si supiéramos, o si David O. Rusell admitiera por adelantado, que tanto Irvin como Sydney tienen mucho de su proceso “creativo” a la hora de mostrar esta puesta en escena. Pero no, porque mientras las expectativas que teníamos van desapareciendo, sabemos que David O. Russell, sin toda esta parafernalia de American Hustle, ha logrado mejores films como Silver Lining Playbook (2012), The Fighter (2010) y Three Kings (1999), que en su momento, también nos metieron en su bolsillo.
Frozen: la magia de Disney sigue intacta Indudablemente Disney fue y sigue siendo por lejos, cantidad y calidad, uno de los mejores estudios de animación a pesar de su esencia un tanto conservadora. Pero no hace muchos años atrás, las películas de Pixar, pusieron en peligro su podio, por esto Walt Disney Pictures no dudó, una vez que se terminara su asociación, en comprar la ex empresa de Jobs. Sin embargo seguía siendo ‘calidad Pixar’ lo que diferenciaba sus películas del resto. Esta percepción cambió en el 2010 con el arribo de Enredados (Tangled), una versión tan desenfrenada como graciosa de Rapunzel que le permitía a Disney sacarse el traje conservador y poner en la mesa las mejores cartas que la experiencia le había dado: cuando de personajes femeninos se trata, no hay nadie que pueda superar a Walt Disney Animation Studios. Esto, sumado a que el talón de Aquiles de Pixar es la incapacidad para construir personajes femeninos memorables, y la adición de John Lasseter (creador de Toy Story y director de la primera y segunda parte) como Director Creativo de Disney y Pixar, la balanza terminó favoreciendo al estudio con más trayectoria. Luego de Wreck-it Ralph y ahora con Frozen los hechos se vuelven a ratificar. El nuevo film de Walt Disney Animation Studios cuenta la historia de dos hermanas que por sus caracteres opuestos necesitan alejarse una de la otra. Elsa, la hermana mayor posee el poder de congelar cualquier cosa que toque y al crecer y no poder manejar esta capacidad, pone en peligro a Anna, su hermana menor atolondrada, que no sabe de su secreto. El día que Elsa cumple la mayoría de edad y le permite convertirse en reina de Arendelle, su secreto es descubierto, congelando el reino y obligándola a autoexiliarse para seguridad de todos. Pero Anna no lo puede permitir y va tras su hermana, creyendo que el amor fraternal puede vencer cualquier poder. Algo desarraigada de las clásicas historias de amor, Frozen ofrece no uno, sino ¡dos! personajes femeninos que sostienen la película por si solas, sin la necesidad de que personajes secundarios híper divertidos (ejemplos varios: minions, pingüinos, ardillas) levanten el ritmo de la película. La entrada del resto de los protagonistas, como el aventurero y tosco Kristoff junto a su venado Sven, y el melancólico y goofy muñeco de nieve Olaf, se da de forma muy natural para acompañar a Anna en busca de Elsa. La historia, basada levemente en el cuento La Reina de las Nieves de Hans Christian Andersen, dista de ser predecible o al menos los fascinantes efectos que posee Frozen le permiten a los mayores distraerse de pensar en cuál será el factor sorpresa. Un reino congelado se convierte en uno de los más maravillosos paisajes que el mundo animado nos puede haber dado, siendo un fuerte factor que deslumbrará tanto a chicos y grandes, sin importar si se ve en 3D o 2D. Otro gran factor por el cual Walt Disney Animation Studios es popular por excelencia es las escenas musicales que aporta. Y es por esto que Frozen supera a Enredados, una película que sí cumplía con la calidad estándar, pero que al final sus ritmos no resultaba tan pegadizos como en el caso de Frozen. Canciones como “Do You Want to Build a Snowman”, “For the First Time in Forever”, “Love Is an Open Door”, “Let it Go” y “In Summer”, todas ‘oscarizables’, tienen ese no se qué que despiertan al niño interior conocedor de todos los clásicos de Disney, apuntando al lado más sensible del corazón, con la promesa de un ritmo que se quedará estancado en nuestras cabezas por un largo tiempo. Cuando creíamos que estaba todo contado, que iba a costar años para que nos enamoráramos de nuevas princesas y de que Pixar estaba reescribiendo la historia de los mundos animados, Disney, desde el corto bipolar que homenajea Mickey Mouse en su introducción, repasando el leve enfrentamiento entre el bien y el mal en Frozen, es el amor fraternal, la historia principal, lo que subvierte este cuento de hadas y reinos mágicos, que prueban que Walt Disney Pictures no ha perdido el toque.
El Lobo del Wall Street, devorado por sus excesos Dinero, drogas, sexo y rockandroll es en demasía la premisa de esta película, que nos introduce al mundo de las finanzas a través de los comienzos en el negocio de Jordan “The Wolf” Belfort (Leonardo DiCaprio), un joven veinteañero que a finales de los ochenta entiende que parte del éxito se debe a ser capaz de crear una necesidad para poder vender. Así como el sistema capitalista instaló la necesidad de siempre querer más, Belfort se vio cegado por lo rápido que la gente compraba sus bonos fraudulentos, convirtiéndolo en asquerosamente rico y dándole la posibilidad de construir una empresa que trabajara desde Wall Street. Y como su mentor Mark Hanna, con voz de Matthew “ahora SEÑOR ACTOR” McConaughey (breve aparición que vale cada minuto) le dijo, el nombre de este juego es “mover el dinero del bolsillo del cliente a nuestro bolsillo” y en el mundo de Wall Street no se sobrevive sin cocaína, ni sexo. Y Belfort siguió el consejo al pie de la letra y le encantó. Si hay algo que Martin Scorsese ama (y por lo que peca en este caso) es, por un lado enamorarse de sus personajes, y por el otro, enamorarse lo suficiente como para retratar antihéroes sin moral que no le permiten a uno juzgar a sus personajes. O al menos no deberíamos, porque para disfrutar del cine en cualquier caso, los prejuicios deberían quedar del otro lado de la puerta. Pero con Martin todo es más fácil. El director siempre encuentra una historia que le permita crear la necesidad querer ser parte del mundo en el que se desarrollan sus películas con todo lo que conlleva: consecuencias y placeres pocos culposos; ya sea dentro de las mafias italianas o del mundo de Wall Street, nos empecinamos por alentar al antihéroe, sin siquiera cuestionar sus acciones al menos una vez, durante todo el metraje. El Lobo de Wall Street es literalmente un shock de adrenalina y otras sustancias, con mucho rockandroll (el sountrack completo incluye 60 canciones y reune a Billy Joel, The Lemonheads, Foo Fighters y Cypress Hill) y sexo (suplantando la violencia a la que nos tiene acostumbrados Martin) en el que somos compañeros de Belfort por unas tres horas, durante el ascenso, el apogeo y la caída de su negocio financiero. Exactamente, a la hora y 36 minutos ya se vivió todo lo que una estrella del rock podría vivir. Miras el reloj y pensas: voy por la mitad y todavía hay más? Quiero más? Voy a sobrevivir?… Preguntas que Belfort nunca se hace, porque nunca acepta un no como respuesta y siempre quiere más. Para esa altura, los negocios de Belfort han llamado demasiado la atención y el FBI (Kyle Chandler) le pisa los talones. El Lobo de Wall Street en lugar de calmarse, le excita provocar al gobierno y gritar, no literalmente, a los cuatro vientos “say hello to my little friend” al estilo de Tony Montana en Scarface, mientras tira billetes de Franklin por el aire. Así de impertinente e incorrecto son Belfort y Scorsese. En esta quinta película con Scorsese, Leonardo DiCaprio con mucho estilo del egocéntrico Gatsby, en combinación con muchos otros personajes que ha interpretado en su carrera, pragmáticos y cínicos sobretodo, pero nada que resulte nuevo, va plantando la semilla del poder y el placer en quienes se acercan a él, mientras expande su negocio. Tanto Beldfort como DiCaprio sacan a relucir lo mejor de grandes losers como su compañero Donnie Azoff (Jonah Hill), capaz de robar muchas escenas con tan solo balbucear, o lograr escenas físicas, tragicómicas, épicas (hay una que involucra a DiCaprio, ambos en estado paralítico por el efecto retardado de la droga, que es suprema), que hacen pensar en cuán lejos ha llegado Jonah. Reiteradas veces, desde el comienzo hasta su final, lo tragicómico nos hace preguntar si es El Lobo de Wall Street una película de Scorsese. Si hay algo casi ausente en la extensa filmografía de Martin, era la comedia, que en este caso nos hará llorar de la risa. Mediante esta herramienta el director, quien ama tanto a lo incorrecto como a las ratas, nos libera de la presión que genera el protagonista, a quien usa para demostrar que ningún lobo ha pagado ni pagará lo suficiente por el mal hecho, sin que el gobierno le permita retroalimentar los defectos de su sistema. Entonces, si Jordan Belfort ni una sola vez se sintió culpable por sus estafas y su vida, por qué Martin debería hacerlo al retratarlo? Por qué nosotros deberíamos sentirnos culpables de disfrutas las hazañas de ambos? Si después de todo somos víctimas o victimarios de un sistema que nos explota creando necesidades, y siendo honestos, hasta el más puritano, amaría poder disfrutar un poquito de la vida de Jordan Belfort.
Thor The Dark World: Todo sobre Loki Ha sido un largo camino desde que visitamos Asgard en la primera película de Thor y casi nada es igual a aquellos tiempos. Thor (Chris Hemsworth) ha madurado bastante, especialmente luego del episodio en Nueva York, donde el blondo es defraudado completamente por su medio hermano, Loki (Tom Hiddleston), quien permanece encerrado en los calabozos de Asgard. Ahora el Dios del Trueno se pasea entre los nueve reinos imponiendo la paz y suspirando por Jane Foster (Natalie Portman) en sus tiempos libres. Por el otro lado, Jane sigue buscando rastros de Thor y estos la llevan a Londres, donde sin querer es transportada donde yace un antiguo poder llamado “Aether”, perteneciente a los Duendes Oscuros Svartalfheim y buscado por el de los duendes, Malekith (Christopher Eccleston). Jane se convierte en portadora de este poder supremo y esto le sirve a Thor como excusa para llevarla a Asgard, en donde Malekith planea desatar toda su furia y recuperar lo que le pertenece. A Odin (Anthony Hopkins) se le va de las manos la lucha de Asgard contra Malekith y Thor decide tomar cartas en el asunto, lo que implica traicionar a su padre y liberar a Loki, quien siempre tiene algún truco bajo la manga como el Dios del engaño que es. En Thor The Dark World no hay vestigios ni rastros de lo que significó The Avengers (la guerra se desata en la Tierra, y ni rastros de S.H.I.E.L.D. o el resto del equipo?), y Alan Taylor (Game of Thrones) retoma esta historia “nórdica” por las riendas seguras, o mejor dicho, por las que Marvel le impuso. Y acá es donde podemos decir que Marvel hizo con Loki lo que DC no pudo hacer con The Joker si hubiese podido. Esto es retomar un villano, que el público idolatra, y dibujar una película alrededor de él, porque esto es lo que sucede en Thor The Dark World desde la primera escena, hasta la ultima. Está bien? Está mal? Depende. La película se podría haber llamado Loki The Dark World y hubiese sido mucho mejor, sin ponernos en un conflicto de intereses. Acá había muchas expectativas por cumplir y pasiones que apaciguar. Porque esto es lo que despertó entre los marvelianos Loki, quien en el desarrollo de su personaje desde la primera película de Thor hasta esta, ha conseguido mucho más peso que el propio protagonista, gracias a la performance encantadora y maliciosa de Tom Hiddleston. Por otro lado, cuando hablamos a expectativas, nos referimos a la FASE 2 de Marvel y Thor The Dark World es el primer capitulo de ella, que se complementa sucesivamente con Capitain America The Winter Soldier (2014), Guardians of the Galaxy (2014) y The Avengers: Age of Ultron (2015). Como consecuencia de la “presión” la película se vuelve un tanto impersonal y hay más marcas de Kenneth Branagh (aunque olvidense de los aires shakespearianos de este director) y Joss Whedon que de Alan Taylor, quien le podría haber dado mucha más vida a la mitología nórdica dada su experiencia en el mundo de las series. Esta secuela de Thor es un poco más compleja que la primera, pero a la vez es muy superficial y con un guión lleno de agujeros. Malekith queda relegado a un segundo plano, a tal punto que sus acciones no son de mucha importancia hasta el tercer acto. Algunos de los personajes secundarios como Darcy (Kat Dennings) y Erik (Stellan Skarsgård) son los que aportan los bocadillos más entretenidos después de Loki, pero es Rene Russo como Frigga (madre de Thor y Loki) quien le aporta una calidad humana y femenina que Jane Foster esta vez no tiene. Y otra vez, es debido a Loki y su relación hijo-madre con Frigga que la película se transforma en algo más compleja y más sentimental que el film anterior. Loki ha herido y ha sido herido, y sin bien todos han perdido la confianza en él, es gracias a Frigga que vive, quien pidió clemencia por su hijo que al parecer sí tiene un corazón. En base a esto la película se desarrolla. Thor se apoya y confía en Loki para salvar a Jane y porqué no, al mundo. Así es cómo constantemente los hilos de Thor TDW se van uniendo gracias a este villano-superhéroe-antihéroe. Es difícil creer que Marvel no tenga más planes a futuros para este personaje cuando es exactamente lo que el público espera. Por esto, y porque algunos eventos y personajes no cierran del todo hasta la primera escena post créditos (hay otra escenas al final de los segundos créditos), es que quizás deberíamos ver a Thor The Dark World solo como un capitulo de la FASE 2, como una pequeña pieza de un gran rompecabezas que Marvel arma como mucho precisión y antelación.
Gravity, la odisea espacial de Alfonso Cuarón Algunas veces, ante la belleza de ciertas cosas de este mundo, las palabras fallan o no son suficientes para describir y transmitir lo que se siente al observar. Y es por esto que se puede amar “criticar” una película: tener la posibilidad de decirle al lector, futuro espectador, porqué una película es digna de ser vista y cómo debe ser vista, porqué aquellos quienes escribimos tenemos la posibilidad de enamorarnos para siempre e incondicionalmente una y otra vez en un año. Pero, como en este caso, al tener que hablar sobre la última película de Alfonso Cuarón, no importe qué o cuanto escribamos, porque no va a ser suficiente para describir lo que es poder vivir la experiencia que brinda Gravity. Por un lado la película de Cuarón aparenta ser una historia sencilla, que atenta a ser una más del montón, con una trama que plante una catástrofe. Un grupo de astronautas se encuentro reparando el telescopio Hubble y las cosas salen mal cuando desechos de otro satélite a la deriva los golpea, dejándolos a la merced del especio y sin ninguna ayuda o señala de Houston, Tierra. Por otro lado, Gravity es una película pasmosamente compleja que Cuarón imaginó para que su dirección lleve al espectador a vivir esta aventura allá arriba, junto y al lado de los personajes de Sandra Bullock y George Clooney, como uno más de la tripulación. La cámara de este director habla mucho más fuerte que su guión. Y acá es cuando Gravity se convierte en una joya que el cine y Cuarón nos legan. Sería muy fuerte poder decir que Gravity está a la altura de 2001: A Space Odyssey? Porqué no es una película más del montón que arrasará en la próxima temporada de premios y quedara en el olvido. Gravity llegó para transformar los standards de calidad de Hollywood y sus técnicas cinematográficas. Para ser honesta con quienes leen, podemos estar seguros que Cuarón visionó a esta película para ser sólo vista en el cine, en 3D y en lo posible en IMAX, para que el espectador pueda sumergirse plenamente en el basto espacio. A diferencia del resto de las películas que realmente valen verlas en 3D, como Avatar, Hugo y Life of Pi, Cuarón hace de este efecto algo necesario para su relato, tanto como el oxigeno que los personajes no tienen. Gravity muestra todo el poder del 3D cuando se aplica con eficacia y visión, sin poder dar el beneficio de la duda para los detractores del efecto como quién les escribe. Alfonso le da forma a su película para que la percepción y posición que tiene el espectador para mirar dentro de las escenas sea un elemento primordial en su relato, pudiendo diagramar largas tomas sin aparentes cortes, que entran y salen del traje de la astronauta Ryan Stone (Bullock) para en algunos casos marear al espectador tanto como lo hace ella. Cuarón no está atado a la creatividad de su calidad como director, sino que juega con el doble y triple sentido de las palabras através de lo que podemos juzgar como clichés en la historia. Cuando no le es necesario jugar con nuestra paciencia y nervios, desde el guión nos atrae por la “gravedad” de la situación. Qué pasa sino se puede volver a Tierra? Quién te va a extrañar? Quién lloraría por tu muerte? Qué o quién es lo que te “ata” al planeta lo suficiente como para perseverar y poder volver al lugar que pertenecemos? Estas son algunas de las preguntas no dichas que plantea la segunda parte de la historia y le dan una denotación completamente diferente a la palabra “gravedad” que pocos se imaginaron. Párrafo aparte para las actuaciones. Ya estamos bastantes acostumbrados a ver a George Clooney en el rol del juguetón y seductor de Danny Ocean, acá como el astronauta Matt Kowalski, quien está cumpliendo con su ultima misión antes de su retiro y ayuda al personaje de Bullock a distenderse en lo que sería su primera misión en el espacio. La química entre estos dos se da mucho mejor a medida que se van conociendo, pero Sandra es la que sobresale por sobre toda las cosas. En un rol que requiere de mucha valentía y estado físico, y a pesar de los muchos detractores que tiene esta actriz, Bullock sabe cómo llevar la película adelante y da la mejor actuación de su carrera, luego de la que mereció el Oscar en The Blind Side (no, no está sobrestimada) y que podría ponerla en la lista de nominadas en la temporada de premios de este año, junto a Alfonso Cuarón como Mejor Director y Mejor Guión Original. Hay dos elementos primordiales en Gravity que no se pueden pasar por alto desde la primera extensa toma y eso es por una lado la cinematografía de Emmanuel Lubezki (Tree of Life), eterno compañero de trabajo de Cuarón, quién mejora film tras film, haciendo fácil reconocer su fotografía. Por el otro, está la música enervante de Steven Price, un novato en el campo de la composición, pero abalado por su extensa carrera como editor de música en grandes películas. Hay que recordar que el silencio dada las circunstancias forma gran parte de este film, pudiendo demostrar que no es una necesidad una estruendosa banda sonora para poder generar suspenso. Gravity prueba que el silencio puede generar mucho más que eso. Hacia el final, a pesar de las asfixia y el mareo, las lágrimas brotaran involuntariamente y no a causa del destino de los protagonistas, cualquiera sea, sino en gratitud por el simple hecho de ser atraídos a esta Tierra por la gravedad, que hasta este film, su valor no había sido tenido en cuenta.
Elysium, la polarización del mundo Sabemos que a esta altura del año se puede estar un poco cansados de los mega blockbuster, pero la nueva película Neill Blomkamp, quien nos voló la cabeza con su opera prima, District 9 (2009), merece una chance por parte del público. En un mundo futuro, sobrepoblado y contaminado, la sociedad se polariza extremadamente entre los pobres, que viven en la tierra y los ricos, quienes crearon Elysium, una estación espacial paradisíaca, que cumple con todos los requisitos de comodidad y extravagancia. Max De La Costa (Matt Damon) representa al ciudadanía promedio de la Tierra que aspira poder llegar algún día a Elysium. Su vida se transforma aún más decadente cuando por un accidente en el trabajo, a Max le quedan los días contados. Su única solución es viajar a Elysium y poder curarse. Pero debido a las difíciles políticas de emigración, no hay una manera fácil que permite dejar la Tierra, por lo que Max decide aliarse con un grupo de rebeldes en una misión suicida que tiene como objetivo llegar al destino anhelado y la salvación para muchos. Neill Blomkamp es una maestro de las alegorías políticas distópica, que traza varías líneas críticas sobre la sociedad actual, pero las que más resaltan son las políticas de inmigración de Estados Unidos y de la salud, que son tan extremistas como la realidad. El diseño de producción es realmente impresionante, dibujando una Tierra cual villa de emergencia en la que el espectador puede sumergirse fácilmente. La historia queda casi por completo relegada al destino de Max, dejando de lado una mirada más introspectiva sobre el mundo de Elysium, su sociedad y su política, lo cual hubiese sido un poco más interesante. El film puede no deslumbrar desde su historia pero técnicamente, y para ser más específica, la cámara de Neil en escenas claves, hacen esta propuesta mucho más interesante de todo lo que se ha visto de ciencia ficción en el año (a excepción de Pacific Rim, claro está). Blomkamp cuenta con un cast bastante impresionante para los personajes principales. Matt Damon, que se arriesga por primera vez al sci-fi, sale muy bien parado como un héroe de acción una vez más, impulsado por la desesperación y la bondad inherente. Pero su personaje se luce mejor en contraposición con el supervillano Kruger (Sharlto Copley, District 9), quien se convierte en una pieza tan primordial como desagradable que renueva el interés en la historia cuando comienza a decaer. Lo que Elysium demuestra es que Neill Blomkamp sabe cómo crear escenarios que parecen terriblemente plausibles, pero sin parecer o aspirar a ser soberbio en el intento. Algunas cuestiones técnicas de animación (atenti a los movimientos de los droides), sobretodo de cámaras y de montaje, convierten a Elysium en un film interesante de observar, pero que a pesar de sus promesas y de la inteligencia de su director, se termina por degenerar en una película de héroe vs villano. Queda a merced del espectador si esto es malo o bueno.
Wakolda, la última pieza fundamental del cine argentino La tercera película de Lucia Puenzo (XXY, El niño pez) nos da la impresión necesaria para saber que el cine argentino está a la altura de una película realizada en cualquier parte del mundo. Basada en su novela homónima, Wakolda relata una hipótesis de la historia de Josef Mengele (médico cómplice de las locuras de Hitler, apodado como el ángel de la muerte) y su paso por Bariloche, en donde se topa con una familia, con descendencia alemana, que está en camino a tomar el control de una hostería ubicada junto al Lago Nahuel Huapi. La situación le sirve a Mengele (Alex Brendemühl) para acercarse a la hija del medio de la familia, Lilith (el gran descubrimiento de Florencia Bado), por quien se siente atraído debido a la discapacidad que tiene para crecer la nena. Lucia Puenzo decide apostar por una gran historia, ambientada de forma muy cuidada y opulenta, remarcada con toda la belleza de Bariloche, que resalta la naturalidad y el cinismo con el que el nazismo se manejaba por aquella época. La directora sabe acorralar al espectador con lo que cuenta y con lo que omite, por lo que Wakolda es un muy buen thriller, y tiene todo el suspenso que le falta a Séptimo como para ser catalogada como una buena película. La/las historias nos acorralan en grandes espacios, y nos mantienen en vilo por las grandes interpretaciones que existen en la película. Podemos decir que otro merito de Wakolda es que Lucia Puenzo logra dirigir muy bien a sus actores, obteniendo solo lo mejor de Brendemühl y Bado, sino de Natalia Oreiro, Elena Roger, y Diego Peretti, en los papeles principales. Wakolda es una película muy meticulosa por donde se la mire. Lo más shockeante y exasperante es ver cómo trabaja Mengele, sin antagonizarlo intencionalmente, durante la película a través de su búsqueda por la perfección mórbida mediante los experimentos con los humanos. Los detalles que ofrece la historia son tan poco sutiles como escalofriantes, probando que la maldad del nazismo no conocía limite alguno. Una vez más, se puede apreciar que el cine argentino falla cuando se deben cerrar las historias, y acá tiene que ver que Lucia Puenzo decide abarcar muchas subtramas dentro de la historia principal; demasiado detalles que claramente tienen como objetivo enriquecer el cinismo de la historia, pero que se ven opacadas cuando quedan colgando, inconclusas hacia la culminación de la película. Una de las lecturas que se puede hacer sobre su final es el alto precio que se paga por mirar hacia otro lado, entre otras metáforas que posee toda la película.
Séptimo, otra errónea fachada del cine argentino En esta temporada de grandes estrenos argentinos, como nunca antes se puede comprobar que las películas argentinas no saben rematar con sus finales, sin importar de qué genero estemos hablando. Por esto es que ninguna película llega a estar a la altura de El Secreto de sus Ojos y/o Nueve Reinas. Algunos ejemplos de este año son películas como Corazón de León, Mala, Tesis sobre un homicidio y la que nos trae a hablar de esto, Séptimo. Sebastián es un importante abogado, a punto de divorciarse que debe hacer malabarismo entre su trabajo y el ser padre. Como cualquier otro día, Sebastián es un padre permisivo que deja hacer a sus hijos lo que ellos le piden, a pesar de tener que ir en contra de lo que dice su ex esposa. A los chicos les gusta emprender carrera desde el séptimo piso hasta la planta baja, corriendo por las escaleras, mientras su papá baja por el ascensor. Y lo que parecía ser otro día normal, lo dejó de ser en el momento que os chicos nunca llegaron a la planta baja. La trama no es ningún secreto que el tráiler no haya develado, aunque es realmente difícil explicar porqué la película falla en tantos niveles sin dar sugerencias que terminen por ser spoilers. En este tipo de historias, todo es previsible, por lo que cada personaje que pasa delante de la pantalla en los casi 90 minutos de duración, se convierten en sospechosos, y no porque el director Patxi Amezcua decida jugar con ello, sino porque es como la mente del espectador juega a medida que procesa la película. En sus primeros cuarenta minutos, Séptimo es el thriller que promete. Una pesadilla claustrofóbica, el peor día de su vida para un padre que ha perdido a sus hijos y que no sabe por dónde empezar a buscar; pero a medida que va dejando las paredes del edificio – el mejor elemento de la película, que ayuda muchísimo a su ritmo – la historia va cayendo en lugares en los que ya habíamos estado. Amezcua se queda pegado estrictamente a las convenciones de este género que corre contra el reloj. Pero la superficialidad con la que se mueven los protagonistas ante una situación tan extrema, molesta. Digamos que Ricardo Darín como Sebastián perpetua bien su rol, aunque no le creemos en su juego de padre desesperado, más que por cansancio de verlo en pantalla, que por falencias del actor. Digamos… Ahora, escribiendo desde un instinto femenino, lo que más molesta es Belén Rueda en su rol de madre, que no está ni la tercera parte de desesperada de lo que debería estar. La lógica de su personaje es inconclusa e inexacta de principio a fin. Es inevitable cuestionar el funcionalismo que plantea el guión de Séptimo, analizando el desempeño de Darín y Rueda como padres. La manera en la que se mueven ellos y los chicos no es admisible. Hay una calma que se precipita sobre el final que, aún sin cumplir o entender el rol de padre, es inexplicable; pero si se escribe más allá de lo que se puede decir, se arruinaría el final de Séptimo, que no está ni bien, ni mal, pero hace que el resto de la película se caiga a pedazos. Dicho esto, hay que dejar a criterio de cada espectador para que decida si el resto de la película valió la pena, pero que quede en claro que por segunda vez en el año, el hecho de que Ricardo Darín sea protagonista, puede significar un agregado de valor infundado en su totalidad. Quizás deberíamos dejar de sobrestimar ciertos proyectos cinematográficos argentinos de acuerdo a que actores y directores se vean involucrados, para que cuando la fachada se caiga, la decepción sea mucho menor.
Jobs, el retrato superficial de Steve Jobs Teniendo en cuenta lo mucho que significó Steve Jobs para el mundo, merecía algo mucho mejor que esto. La película protagonizada por Ashton Kutcher, quien interpreta al fundador de Apple, no es clara en cuanto a si decide glorificarlo por sus logros o condenarlo por su carácter megalomaníaco. Una cosa es segura: Steve nunca habría dejado de trabajar en el guión hasta que estuviera perfecto y contara su vida de forma muy muy diferente, para evitar ser una biopic común y corriente como el resto. Mientras más creemos conocer a Steve, peor nos cae, pero no nos podría importar menos porque si bien Kutcher logra un trabajo digno en su interpretación y con los minutos le creemos cada vez más, la película carece de un encanto que tenía Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) en Red Social que nos intrigue en saber cómo sigue. El guión de (y perdón por la comparación pero es inevitable) Aaron Sorking (quien está trabajando en otra adaptación de Jobs) era irresistible y convincente por los qué y los cómo de la historia. Jobs decide contar cosas que terminan por ser irrelevantes y pasa muy por alto otras que podrían haber funcionado mejor. Kutcher desaparece en el personaje y logra expresar su temperamento y la determinación que tiene por las cosas que quiere, pero Jobs cambió el mundo en tantas formas y aún así el guión de Matt Whiteley no se molesta en ahondar en la psicología de Jobs para explicar qué lo llevaba a ser así, o porque fue tan mercurial e indiferente en cuanto a la relación con las mujeres y principalmente con su primer hija. Los personajes secundarios tampoco son muy bien aprovechados, sobre todo el del co-fundador de Apple, Steve ‘Woz’ Wozniak, interpretado por el siempre cómico Josh Gad, quien aporta mucha calidad y sensibilidad al film que lo termina por desperdiciar, así como al resto de los personajes que van apareciendo y que sufren del carácter de Jobs en primeros planos y en silencio. Siempre es un reto transmitir qué es lo que conlleva ser un icono cultural. Veinte años fue lo que se necesitó para que el concepto de una computadora personal pasara a ser de un objeto que generaba curiosidad a una necesidad. Jobs peca por creer que tan solo el hombre y el nombre es necesario para basarse en él durante toda la película. Lo es, pero dado lo importante que fue Steve para las últimas generaciones, tal personaje merecía una película más incisiva. En cambio, el film brinda la teoría de que sin Steve Jobs al mando de Apple nunca podría haber evolucionado y llegar a ser la gran compañía que es hoy, sin entrar en detalles de su revolución e innovación. Puede que no todas las vidas (muchas veces aburridas) de genios como Steve Jobs merezcan ser retratadas en el cine, pero lo justo y cierto es que debería haber sido retratado con menor superficialidad, mayor grandeza y magnetismo. En otras palabras, Steve no habría dudado en mandar a reescribir varias veces el retrato de su historia, no solo para lograr una película mejor, sino algo que marque la diferencia, como lo hizo su carrera.