Fantasmas del pasado
En algún punto, “Spectre” ofrece paralelismos con “Misión: Imposible - Nación Secreta”, que salió hace unos meses, pero también hay ciertos contrapuntos. Parecería ser que la batalla de los espías es por su supervivencia, tanto biológica (como siempre) como conceptual. Si Ethan Hunt tenía que enfrentarse a una agencia de inteligencia sin país, James Bond acá tiene que luchar contra una organización que está atrás de una iniciativa global por unir la inteligencia de los principales países. También ambos se ven atrapados en un proceso de reestructuración de los servicios, que los convierte en “obsoletos”, y deberán estar clandestinos y por su cuenta durante más o menos tiempo.
En el caso de Bond, la cosa se potencia, porque la tensión conceptual entre el agente de smoking (prototipo del field agent de otros tiempos, especialmente de la primera etapa de la Guerra Fría) y la inteligencia de la era de los satélites, los drones y las escuchas de telecomunicaciones alcanza altos niveles de contraste.
Desde el pasado
La historia nos lleva a México, durante el Día de los Muertos: Bond está por la suya siguiendo a un tal Marco Sciarra, que planea volar un estadio. La confrontación subsiguiente hace explotar la bomba, evitando una tragedia mayor pero generando el suficiente revuelo como para que surjan cuestionamientos (como le pasa a Hunt tras los hechos del Kremlin de la penúltima película).
Acá también hay que remitirse a sucesos anteriores: tras la muerte de M en “Skyfall”, Gareth Mallory es el nuevo M, haciendo equilibrio en una fusión entre el MI6 y el MI5. La reestructuración de la inteligencia británica es comandada por el nuevo C, un muchacho con aspecto de burócrata instalado en un flamante edificio (tras la destrucción de la central anterior) pagado por “aportes privados”.
En realidad, Sciarra es una punta a seguir que dejó la antigua M, que lo mate y que no se pierda su funeral. El funeral lo lleva a Roma, a conocer a su viuda, Lucía, y entre ella y el anillo del muerto con un pulpito lo arrastrarán a una reunión donde se discute el futuro del mundo.
“Spectre” cierra un arco que abarca las cuatro películas en las que que Daniel Craig vistió el manto de 007: todos los villanos enfrentados en esta etapa remiten a la organización Spectre, que no por nada tiene a un pulpo como símbolo. En realidad, es un relanzamiento de la organización de películas de la era clásica del personaje, y de su líder Ernst Stavro Blofeld, ahora alguien del pasado del espía británico.
Altos y bajos
El mejor costado de “Spectre” pasa por la relectura “humana” que del personaje se ha hecho en este ciclo. Esta incluye su afición al alcohol, la pérdida de sus padres, la ausencia de vida personal (a pesar de sus consabidos amoríos), y entre medio de eso su relación con el amor, de la pérdida de Vesper Lynd (en “Casino Royale”) al encuentro ahora de Madeleine Swann, una nueva oportunidad, que lo pondrá en la toma de opciones.
Pero también tiene un buen punto en la combinación de eso con la casi parodia al Bond clásico: su aplomo en situaciones catastróficas, en impecable traje con corbata o smoking blanco, su facilidad para llevarse una mujer a la cama en el momento más inverosímil o el villano que se toma el trabajo de explicar todo antes de tratar de matarlo de una forma aparatosa; todo eso sumado a varios guiños a los seguidores de la franquicia.
Y la música es un acierto: desde la “bondesca” banda sonora compuesta por Thomas Newman (no pasa desapercibida, a diferencia de muchos scores de los últimos tiempos), a la canción “Writing's On The Wall” de Sam Smith (rara para la serie, y acompañada por una vistosa secuencia de créditos), pasando por la obra sacra cantada por el contratenor Andreas Scholl, en la escena de Lucía.
¿Qué le podemos reprochar a la cinta dirigida por Sam Mendes? Que queda un poco atrapada en tópicos del renacido género de espías e inteligencia marginal, tanto en temas como en estructuras narrativas: primera misión que tira la información, vuelta a casa a procesarla pero hay problemas (conspiración, infiltración); nueva partida con destino incierto, que lleva a jugar a un “¿Dónde está Carmen Sandiego?” por diversos países; tener en alguno de esos lugares una persecución automovilística digna de “El transportador” o “Rápido y furioso”, y de ahí al clímax final, con el héroe entero o a pedazos.
Trazo firme
Mientras se debate entre si dejar el personaje o estar para su 25ª aparición, Daniel Craig se expande en su Bond, sabedor de que en su etapa le aflojó el moño al agente de Su Majestad, y seguramente se divierte entre lo descontracturado y lo pomposo. Como contracara está el ya consagrado Christoph Waltz como Blofeld, ideal para un villano inverosímil, apelando a los mismos recursos expresivos que usó en su consagratorio Hans Landa de “Bastardos sin gloria”. La Madeleine de Léa Seydoux se encarama como una “chica Bond” en toda la regla, con su estampa de damisela combativa y con un halo de sensualidad (aunque no muestre nada; total, nada puede hacer más fuerte que lo que mostró en “La vida de Adèle”): ¿será ésta la definitiva?
En el equipo, Ralph Fiennes le pone el cuerpo al nuevo M: después de tanto villano, el inglés puede interpretar sin problemas a “uno de los buenos” que al mismo tiempo tenga pasta de burócrata para lidiar administrativamente; será duro con James, pero es el que más lo defiende como concepto, junto con alguna idea de democracia. Como contracara le pusieron a Andrew Scott como C, un tinterillo con ínfulas. Ben Whishaw como Q (el armero/asistente tecnológico, sin caer en el estereotipo del nerd) y Naomie Harris como Eve Moneypenny (ex agente devenida en asistente del jefe, con algún atisbo de tensión con el protagonista) completan con solvencia el equipo.
Monica Bellucci tiene oportunidad para desplegar su sensualidad como Lucía Sciarra y, a los 50 años, convertirse en la actriz de mayor edad en interpretar a una “chica Bond”. Dave Bautista, en el otro extremo, es el encargado de ponerle su voluminoso cuerpo a Mr. Hinx, el sicario bruto. Y los mexicanos no nos dejarían pasar Stephanie Sigman como Estrella, una especie de “chica Bond por un ratito”.