Con sabor a despedida
Sam Mendes vuelve a ponerse al frente de la franquicia más antigua de la historia del cine y el resultado es una película entretenida pero que queda muy alejada de su predecesora. En 007 Spectre, Daniel Craig se despide del personaje de James Bond y, lamentablemente, no lo hace de la mejor manera.
En plena reconstrucción del MI6 luego de los eventos de la película anterior, Bond recibe un mensaje que lo llevará a enfrentar a Franz Oberhauser, el hombre que se encuentra al mando de la organización Spectre. El agente dará la vuelta al globo para terminar con el hombre que tanto daño le ha causado.
Luego de algunas idas y venidas, Sam Mendes volvió a dirigir una nueva aventura del espía creado por Ian Fleming y el resultado dista mucho de la pequeña joya que fue Operación Skyfall. Sin lugar a dudas aquella película fue un quiebre en la historia del 007 y mostró un costado que nunca habíamos visto sobre el personaje.
En 007 Spectre, Mendes vuelve a la senda que tantos otros realizadores recorrieron y centra la atención sobre los artilugios y las elaboradas secuencias de acción más que a la trama. El principal problema es que usa y abusa de estos elementos pero no los pone al servicio de la trama sino que son un fin en sí mismos.
La causa de esto es que el director busca abarcar demasiados temas y se basa en un guión con muchos deslices. Y, si bien en una película de la factoría Bond pueden otorgarse algunas licencias, en 007 Spectre se hacen demasiado evidentes.
Por otro lado, nadie duda de las cualidades interpretativas de Christoph Waltz pero el villano que compone no es convincente y en algunas secuencias hasta resulta cómico. Asimismo, el rol de su secuaz interpretado por Dave Bautista tiene una sola línea de diálogo en toda la cinta y también resulta hilarante.
En fin, quienes busquen una aventura clásica del agente más famoso se atragantarán con este collage de explosiones y velocidad, pero los que buscamos que todo esto sirva para contar algo más nos veremos amargamente defraudados.