Un agente calmo
Se deben contar con los dedos de las manos los personajes que generan un cataclismo mundial cada vez que se sabe que una nueva película sobre ellos está en los planes. Y seguramente son muy pocos los que trascienden más allá del actor (todo el mundo sabe que Indiana Jones es Harrison Ford y viceversa, ¿no?). James Bond, el agente 007 al servicio de su Majestad es uno de ellos.
El espía británico copa este fin de semana las pantallas con su nuevo largometraje "007 Spectre" (2015).
Bond (Daniel Craig) se encuentra en México siguiendo una pista que le dejó su antigua jefa (Judi Dench). Allí descubrirá el primer indicio que lo llevará a conocer Spectre, una siniestra organización criminal con ramificaciones por todo el mundo y que, aunque el agente todavía no lo sepa, tiene mucho que ver con su historia.
Mientras tanto Gareth Mallory (Ralph Fiennes), el nuevo M, tendrá su propia lucha política para evitar que el MI6 desaparezca y sea reemplazado por una iniciativa de vigilancia global. El 007, con la ayuda de la hija de un antiguo enemigo (Léa Seydoux), irá atando cabos hasta descubrir que su enemigo proviene de su pasado y que su sed de venganza es infinita.
A grandes rasgos -y para no contar mucho más y evitar spoilers-, de esto se trata la película número 24 del agente secreto, según el conteo oficial que omite a "Casino Royale" (1967) y "Nunca digas nunca jamás" (Never Say Never Again, 1983).
"Spectre" y la próxima conocida como "Bond 25" no están basadas en ninguna historia escrita por Ian Fleming, el creador del muchacho; pero sí utiliza villanos, personajes secundarios y algunas cosas de la larga historia del espía. El famoso guiño para los fanáticos.
Es indudable que Craig le cambió la cara al personaje ajustándolo al nuevo milenio, y también ayudó que lo dotaron de un lado más oscuro. El James Bond del actor alcanzó su clímax con "007: Operación Skyfall" (Skyfall, 2012), sin lugar a dudas, y este filme lo encuentra casi recorriendo el mismo camino personal. Ayuda también que repita el director Sam Mendes, que le tomó el pulso al personaje, al igual que los guionistas. Pero aunque sea el largometraje más caro de toda la franquicia ($350 millones de dólares de presupuesto) y también el de más duración, esas cosas no alcanzan para convertirla en la mejor.
Básicamente, hay demasiado diálogo y poca acción. La película se mata en demasiadas explicaciones y vueltas que no ayudan mucho a la historia, más teniendo en cuenta que se apela mucho a la memoria del espectador y lo ocurrido anteriormente. Sí entretiene y posee escenas memorables, como por ejemplo el plano secuencia inicial que transcurre en México o la pelea en el tren. Tal vez sea culpa de la duración, pero las escenas de acción saben a poco y no alcanzan para cubrir la cuota de un filme de estas características. Algo similar ocurre con las chicas Bond: falta más de Monica Bellucci y Seydoux parece no estar a la altura histórica. Christoph Waltz está impecable, pero a su personaje le falta fuerza y maldad, eso si recordamos al que nos regaló Javier Bardem, llamado Silva.
¿Somos demasiado exigentes? Podría ser, pero no si se toma en cuenta que tuvieron tres años para hacerla. James Bond está peligrosamente acercándose a una franquicia que está más preocupada por ver cuántas marcas ponen sus productos en las películas. Tal vez exageremos, o tal vez sea mejor que los productores vuelvan a leer las historias escritas por Fleming y no perder esa mística. Esperemos que la próxima película de Bond venga agitada y no revuelta.