Nacida en 2006, Cars es la segunda franquicia de Pixar en llegar a una tercera parte después de “Toy Story”. Siempre dependiendo del gusto de cada consumidor, se puede decir que no debe ser de las sagas más queridas por el público. El primer filme tuvo éxito, pero su secuela derivó en otra cosa y, para ser sinceros, es muy floja. Esta vez, los creadores se tomaron su tiempo y con “Cars 3” (2017), el largometraje número 18 de Pixar, se reivindicaron de la anterior, volvieron a las bases y nos entregaron una obra que, posiblemente, sea la mejor de la saga. El Rayo McQueen (Owen Wilson) sigue siendo el mismo coche de carreras decidido y confiado de siempre, con el agregado de todos estos años de experiencia que lo han convertido en campeón y poseedor en cinco oportunidades de la Copa Pistón. Pero su tranquila vida da un vuelco cuando se ve sorprendido por una nueva generación de corredores con tecnología de punta y ultra rápidos, liderados por el veloz y arrogante Jackson Storm (Armie Hammer). Pronto todos estos coches comienzan a ganar las carreras haciendo que los de la anterior camada se vayan retirando. Decidido a que no lo pasen por arriba, El Rayo hace un esfuerzo en una carrera que desemboca en un terrible accidente. Ahora, falto de confianza y sintiéndose “viejo” y vulnerable, debe decidir si su amor por las carreras es suficiente para retornar a las pistas. Pero no estará solo para su retorno, contará con la ayuda de Sterling (Nathan Fillion), un brillante auto de negocios que es el nuevo dueño de Rust-eze y uno de sus más grandes fanáticos. El empresario pondrá el Rust-eze Racing Center, una de las instalaciones de entrenamiento de élite más exitosas del país. Allí también contará con la ayuda de Cruz Ramirez (Cristela Alonzo), una vigorosa joven técnica de carreras, que tiene su propio plan para ganar. El #95 se embarcará en un viaje para buscar la inspiración que lo devuelva a las pistas como el campeón que supo ser. Pocas compañías deben darle tantas oportunidades a sus empleados como Pixar. Después de ganar experiencias en distintos sectores, a los que lo desean le llega la oportunidad de probarse en otras cosas. Y es el caso del debutante director Brian Fee, que se desempeñó como diseñador de storyboard de “Cars” y “Cars 2” (2011). No era sencillo su trabajo, ya que tenía que levantar una franquicia bastante floja, pero lo logró centrando la historia en la relación y significado de McQueen con su difunto mentor Hudson Hornet (Paul Newman) –es increíble volver a escuchar la voz de Newman a nueve años de su muerte, material reciclado que había quedado de la primera película y no se había usado–. El largometraje toma mucho prestado de la saga Rocky, sobre todo de la tercera parte y algo de la cuarta. El Rayo pide ayuda a Smokey (Chris Cooper), el entrenador de Hudson durante sus días de gloria, en busca de guía e inspiración. Pero “Cars 3” no se queda sólo en eso, sino que le da un giro más a la historia que la saca de lo que hubiera sido el final más obvio y le da una nueva vitalidad a la saga. La película toca temas como el regreso a las fuentes, el luchar por los sueños y el trabajo en equipo, sobre todo. Antes de la película tendrán, como siempre, un cortometraje muy lindo llamado “LOU” (2017). Y, si se quedan hasta el final, una escena al final de los créditos. “Las segundas partes nunca son buenas”, dice el dicho; claro que eso quedó descartado hace tiempo y hay varios ejemplos para contrarrestarlo. Ahora, “Cars 3” podría ser la primera tercera parte en ser mejor que sus antecesoras. ¿Exagerado? Cuando vayan al cine compruébenlo y después nos cuentan.
Yendo del colegio al peligro Debe haber batido algún récord el Hombre Araña -o Spider-Man, según el gusto del consumidor- en el cine de superhéroes: en 15 años tuvo 6 películas y 3 actores distintos lo encarnaron. Por supuesto tenemos la trilogía de Sam Raimi con Tobey Maguire, seguidas del reinicio y secuela de Andrew Garfield y el director Marc Webb, y ahora es el relanzamiento del arácnido con la dupla Tom Holland-Jon Watts con la interesante “Spider-Man: De Regreso a Casa” (Spider-Man: Homecoming, 2017) Han pasado unos meses desde que Tony Stark/ Iron Man reclutara al joven Spider-Man (Tom Holland) para que intervenga en los eventos sucedidos en “Capitán América: Civil War” (2016). Emocionado con semejante aventura, Peter queda bajo la tutela del multimillonario y con la constante custodia –más bien, haciendo el trabajo de niñera– de Happy (Jon Favreau). El adolescente retorna a su vida diaria con la tía May (Marisa Tomei), ir al colegio, pasar el rato con su amigo Ned (Jacob Batalon), observar embobado a su compañera Liz (Laura Harrier), pero todo esto no puede tapar sus deseos de probar sus poderes (y probarse al él mismo también). Cada día, después del colegio, Peter se pone su traje y da vueltas por la ciudad tratando de ayudar a la gente (no pasa de darle direcciones a viejitas en la calle o rescatar gatos), y le pasa los reportes a Happy –que nunca le contesta– mientras espera frustrado el llamado para que se una a las filas del equipo de superhéroes. Peter quiere dejar de ser más que el “amigable vecino”, y la oportunidad de probar eso le llegará cuando se enfrente a Adrian Toomes/ Vulture (Michael Keaton), un hombre que se ha convertido en el más poderoso traficante de armas. El Hombre Araña deberá hacerle frente a un súper villano y sus secuaces sin saber si está a la altura de las circunstancias. Capítulo Cuatro, de la Fase 3, del MCU (Marvel Cinematic Universe), y una apuesta arriesgada, ya que ni siquiera se había enfriado el cadáver de Garfield cuando tiraron a la basura todo lo hecho para darle luz verde a este proyecto. Cosas inteligentes que se hicieron: no volver a contar la historia de cómo adquiere sus poderes, mostrar un Hombre Araña distinto a los anteriores (el de Maguire era medio inocentón y el de Garfield más oscuro), no tratar de hacer una historia enorme con demasiadas cosas, la elección de los actores: Holland está muy bien, encontró el punto exacto y entendió qué necesitaba el personaje. Michael Keaton como el villano, porque le sobra talento y oficio para cualquier papel. El director Jon Watts: le aporta frescura y dinamismo; vean El Payaso del Mal (Clown, 2014), que dirigió y escribió. Y algo muy importante: los trailers, incluso los afiches, hacían prever que Iron Man iba a copar la parada, y por suerte aparece muy poco y esto le hace muy bien a la película. Este Hombre Araña está armado, diseñado, mucho más acorde al Universo Marvel y todo lo que construyeron hasta ahora, eso está claro. ¿Pasa la prueba? Totalmente. Es lo que los fans esperaban de él: más joven, cómico, enfrentándose a los problemas, pero siempre tirando chistes. Dato curioso: Jennifer Connelly le da la voz a “Karen”, la computadora del traje del arácnido. La actriz está casada con Paul Bettany, quien era Jarvis, la voz de los trajes de Iron Man. Hay dos escenas poscréditos: una, clave para el futuro, y la otra, muy ingeniosa para que les saque una sonrisa. Spider-Man está de vuelta volando por la ciudad dejando nuevamente un tendal de telarañas a su paso. De regreso a casa, y muy bienvenido.
La inesperada crisis existencial de un malvado Illumination Entertainment es un estudio de animación que tiene muy pocos años, pero se supo ganar su lugar en el mercado. Es que su primera película fue “Mi Villano Favorito” (Despicable Me, 2010), una obra que impuso un nuevo estilo de animación y tenía personajes muy buenos y originales. Siete años más tarde, la compañía comenzó a hacer lo mismo que la mayoría de sus competidoras: apostar a lo seguro y hacer secuelas innecesarias. Después de una segunda parte en 2013 y un spin-off -Minions (2015)-, Gru y compañía vuelven a la carga con “Mi Villano Favorito 3” (Despicable Me 3, 2017). Esta vez la suerte no está de su lado y, si no se cuida, el calvo villano puede seguir la misma suerte de un ogro verde que de tanta secuela y precuela agotó hasta a sus más acérrimos defensores. Balthazar Bratt (Trey Parker) fue una estrella infantil de los años 80 que protagonizaba una serie en donde interpretaba a una joven mente criminal que utilizaba una combinación entre técnicas de baile pop, artes marciales y juguetes de alta tecnología. Pero hay algo que acabó con su brillante carrera y promisorio futuro: la llegada de la pubertad. Ahora, convertido en supervillano, se dedica a crear el caos en todo el planeta. Gru (Steve Carell) y Lucy (Kristen Wiig), que pertenecen a la Liga Anti-Villanos (LAV), logran desbaratar los planes de Balthazar de robar el diamante más grande del mundo, pero no así detenerlo. Esto hace que sean despedidos por Valerie Da Vinci (Jenny Slate), la nueva directora de la organización. Ahora que ambos no tienen empleo, Lucy trata de lidiar con su nuevo papel de madre de las niñas y Gru termina discutiendo con los minions, que lo abandonan, porque se niega a volver a convertirse en villano. Cuando parece que todo va cuesta abajo, se entera de que tiene un hermano gemelo llamado Dru que fue criado por su padre. Gru se dispone entonces a conocer a su excéntrico, extrovertido y multimillonario hermano quien lo pondrá en la difícil situación de decidir si está listo para continuar la tradición familiar de dedicarse al crimen -su padre era un villano muy famoso- y unirse a él para llevar a cabo un último golpe. Aunque ha dejado esa vida atrás, ¿volverá Gru a convertirse en un villano? Engorrosa, sobrecargada, con falta de ideas nuevas, de todo esto y varias cosas más sufre esta tercera parte de la saga. Es que, como dijimos al principio, a medida que van sacando secuelas se van agregando personajes, que se van sumando al próximo largometraje y así sucesivamente. Cinco Paul y Ken Daurio, el equipo de guionistas de todos los films, se ven en el problema de tratar de darle algo de letra y relevancia a la gran cantidad de personajes que tienen, y no logran llegar a buen puerto con tan titánica tarea (incluso hay algunos que hasta los borran de un plumazo o aparecen un par de minutos). Para colmo de males, los minions, que siguen funcionando como en la primera película, no aparecen tanto. Tal vez especulando de no sobrecargar al espectador, ya que se viene Minions 2 en 2020. “Mi Villano Favorito 3 “también se suma a la ya a esta altura agotadora tendencia de muchísimos largometrajes de hacer referencias a la década del ochenta. Es hora de soltar y seguir adelante, muchachos. Para que se entienda lo de la saturación, hasta el propio Steve Carell confirmó que ésta era su última película. Y, sí, es que se agotó muy rápidamente algo que, pensando las cosas bien y con criterio, podría haber funcionado durante mucho más tiempo y haber dado más jugo. Los chicos, por supuesto, la van a pasar de maravillas porque “minions”, sinceramente. Va siendo hora de buscarse un nuevo villano favorito porque éste, después de este film, merece estar a la sombra por unos cuantos años. Y sin libertad condicional, eh.
La virtud de narrar simple sin golpear bajo Frank Adler (Chris Evans) es un hombre soltero que está criando a su joven y vivaz sobrina Mary (Mckenna Grace) en un pueblo costero de Florida. La niña, de tan solo siete años, perdió a su madre cuando ésta se suicidó y su padre había desaparecido mucho antes de que eso suceda. Mary, al igual que su fallecida progenitora, es una niña prodigio brillante que tiene una habilidad increíble para las matemáticas. Pero los planes de Frank es que lleve una vida normal, vaya a la escuela, se haga amigos y tenga una infancia lo más simple posible. Claro que al hacer esto, la nena no tarda ni una hora en destacarse en el colegio y las autoridades le ofrecen a Frank la posibilidad de mandarla a un colegio para niños superdotados que esté a la altura de su increíble capacidad. Frank se niega, y es ahí en donde hace su aparición su madre Evelyn, una mujer intimidante y adinerada, oriunda de Boston, que tiene otros planes para su nieta. Frank se verá obligado a luchar desesperadamente por su custodia. De vez en cuando llega a la pantalla grande ese tipo de películas “reconfortantes”, por decirlo de alguna manera. No tienen mucha publicidad, tal vez tienen una o dos caras conocidas en el elenco, no poseen mucho presupuesto, pero sí están bien construidas, tienen tramas interesantes y dan esa sensación de haberlo pasado muy bien después de haberlas visto. Ese tipo de filmes no tienen la presión de ser un blockbuster, generar expectativas y muchísimo dinero en taquilla. Demos gracias a que todavía existan productos así. Este es el caso de “Un Don Excepcional” (Gifted, 2017), una obra que plantea algo que ya hemos visto en el cine: la custodia de un menor y la dicotomía entre lo que dicta la ley y lo que es mejor para el niño. Lo interesante de este largometraje es que no pretende buscar la lágrima fácil, dar golpes bajos o resaltar quién es el bueno y quién es el malo, sino que pone la lupa en los personajes. Acá no hay villanos, sino gente que se preocupa por la niña y trata, desde su perspectiva, de darle lo que creen que es mejor para la pequeña. El filme es dirigido por Marc Webb, que sorprendió a todos con su ópera prima “500 Días con Ella” ( 2009), película que después lo llevó a ponerse detrás de cámaras en “El Sorprendente Hombre Araña” (2012) y su secuela. Webb se siente cómodo mostrando los matices de esta historia, así como el color de cada personaje. El director trata de mostrar los dos escenarios posibles que tiene Mary e invita al espectador a pensar cuál creen que sería mejor. Cada tanto Chris Evans deja el traje y el escudo del Capitán América y parece refugiarse en esta clase de filmes; tal vez buscados adrede para recordarse como actor y no ser siempre una superestrella. En los últimos años participó de las comedias románticas “Con Derecho a Roce” (2014) o “Before We Go” (2014); y la verdad es que le sientan bien este tipo de proyectos. Evans está acompañado de Octavia Spencer como Roberta, la vecina bonachona que hace lo que puede para ayudar y aconsejar a este tío que no sabe si está haciendo lo mejor para su sobrina. Jenny Slate personifica a Bonnie, la maestra de Mary y que se vuelve el interés romántico de Frank. Y, por último, la talentosísima Mckenna Grace que en base a sonrisas y gestos se gana al público y se los mete en el bolsillo fácilmente. Recuerden este nombre porque esta chica está llamada a ser una de las grandes actrices de los próximos años. De repente se les vino a la cabeza Dakota Fanning, ¿no? Está muy bien. “Un Don Excepcional” es una película que seguramente no quedará en los anales de la historia, y cuenta con algunas partes que pueden llegar a ser previsibles; pero está muy bien contada, tiene actuaciones más que interesantes y una historia que atrapa al espectador hasta el final. Estas tres cosas son más que suficientes, y sobran, para darle la chance, ir a verla y pasarla muy bien el cine.
“Baywatch”: Al menos, los bañeros más locos eran nuestros Podríamos afirmar, casi con seguridad, que todo el planeta hace poco más de 20 años cayó bajo el influjo de la serie “Baywatch” (1989-2001). Un total de 241 episodios, la emisión en 148 países en su pico de popularidad y una duración de 12 años dan cuenta del enorme éxito que tuvo. David Hasselhoff venía de hacer otro éxito fenomenal con “El Auto Fantástico” (1982-1986) y se había labrado un nombre. Todo el mundo estaba intrigado por su nuevo proyecto, eso y la inclusión de hermosas mujeres corriendo en cámara lenta en trajes de baño hicieron el resto. Para que se den una idea Erika Eleniak, Pamela Anderson, Donna D’Errico, Traci Bingham, Carmen Electra, Angelica Bridges, Marliece Andrada, Brande Roderick y Alicia Rickter, todas ellas fueron modelos de Playboy. Seamos sinceros, el programa no era tan bueno y sus historias eran más bien chatas, pero hipnotizaba al público. De hecho, tuvo un spin-off llamado Las Noches de Baywatch (1995-1997), protagonizado por Hasselhoff; dos filmes directo a video: Baywatch: Forbidden Paradise (1995) y Baywatch: White Thunder at Glacier Bay (1998); y una película para televisión titulada “Baywatch: Hawaiian Wedding” (2003). Alguien pensó que sería una gran idea traer de vuelta a la serie, a sus personajes emblemáticos, y mezclar comedia y acción. Así nació “Baywatch: Guardianes de la Bahía” (Baywatch), un ejemplo perfecto de lo que nunca más hay que hacer en el cine. El teniente Mitch Buchannon (Dwayne Johnson) es un esforzado e impoluto salvavidas que es extremadamente popular en la playa en donde trabaja. Todo el mundo lo conoce y lo adora, fruto de haberle salvado la vida a más de 500 personas. Pero durante el período de búsqueda de nuevos aspirantes le imponen a Matt Brody (Zac Efron), un ex medallista olímpico venido a menos y que está allí por una probation. Por supuesto que estos personajes van a chocar, pero tendrán que dejar sus diferencias de lado, unir fuerzas y formar un equipo para tratar de acabar con una trama criminal que pone en peligro el futuro de la bahía. No hay que quitarle mérito a Dwayne Johnson. Ha reflotado sagas como la de G.I. Joe o la de Rápido y Furioso, sólo con su aparición. Y tiene un par de filmes de acción que valen la pena, pero en cuanto a la comedia es algo que no se le da. Ojo, no por su actuación, sino más bien por los proyectos en donde se embarca. No dan risa. Debería tener alguien que lo asesore. Al igual que Zac Efron: si tiene ganas de mostrar su cuerpo musculoso, que le diga a su representante que le consiga papeles en películas de acción. Baywatch carece de gracia, lisa y llanamente. No produce una sola carcajada, los protagonistas no convencen, la trama es tonta y los chistes aburren. Se rescata al elenco femenino (Priyanka Chopra, Alexandra Daddario, Kelly Rohrbach y Ilfenesh Hadera) por su frescura, pero no más que eso. Hace unos meses estrenaron “CHIPS: Patrulla Motorizada Recargada” , que arruinó el legado de otra serie famosa porque era realmente mala. Pero cuando se creía que nada podía superar eso, llega “Baywatch” a cerrarnos la boca y a demostrarnos que puede todo puede ser peor. Si se atreven a ir a verla, esperen un par de cameos que les sacará sonrisa. Leve, pero sonrisa al fin; y quédense durante los títulos para ver los errores de filmación, que debe ser lo único gracioso de este desperdicio de minutos.
Tom Cruise se roba el filme (para bien y para mal) Pasaron casi diez años desde el último film dedicado a la momia , que se trató de “La Momia - La Tumba del Emperador Dragón” (2008). Esta película era la tercera de una saga iniciada en 1999 y que lo tenía a Brendan Fraser como protagonista. Lamentablemente, la franquicia iba en decadencia y esa última parte terminó por enterrarla. La momia, la criatura, ha sido desde que el cine es cine uno de los monstruos más reconocidos y atractivos del género de terror. Tomando lo que está pasando con los superhéroes, Universal decidió traer de vuelta la gloria que alguna vez tuvo, y eso fue con sus monstruos clásicos de las décadas del treinta y cuarenta. De esta manera nace el Dark Universe, un universo que se va a componer de una serie de filmes protagonizados por los monstruos más reconocidos del estudio (Drácula, Frankenstein, El Hombre Invisible, El Monstruo de la Laguna Negra, etc.). En los próximos años se irán estrenando largometrajes de cada uno de ellos de forma individual para luego converger en una única película. Russell Crowe aquí personifica al Dr. Henry Jekyll, que conduce la organización Prodigium, encargada de estudiar, monitorear y destruir la maldad en todas sus formas de este mundo. Por supuesto, él será el nexo de conexión en todos los films del Dark Universe, algo así como lo que hizo Samuel L. Jackson con Nick Fury y los personajes de Marvel. La que va a iniciar todo este gran proyecto es, por supuesto, “La Momia” (2017). El sargento Nick Morton (Tom Cruise) y su amigo, el cabo Chris Vail (Jake Johnson), son dos soldados que se encuentran en Irak en busca de tesoros arqueológicos para vender en el mercado negro. Es así que descubren una tumba egipcia –algo totalmente inusual en ese lugar– que contiene un sarcófago con el cuerpo momificado de la reina Ahmanet (Sofia Boutella). Antes de que puedan hacer nada, llega el Ejército de Estados Unidos y con ellos la arqueóloga Jenny Halsey (Annabelle Wallis), de quien Morton robó el mapa que los condujo hasta allí. Jenny estaba en busca de la tumba de una reina egipcia, borrada de los libros de historia por las atrocidades que cometió y enterrada lejos de su hogar para que nadie la encontrara. Es que Ahmanet, en vida, quería traer a la vida a Seth, el dios del caos y la maldad de la mitología egipcia, pero fue detenida a tiempo. Ahora la momia tiene la chance de volver a la vida, y Nick es el elegido para que la malvada reina pueda cumplir con su objetivo y que la maldad reine sobre el planeta. Lo primero que hay que decir sobre esta película es que es realmente entretenida. Tiene buenas escenas de acción, bien pensadas y coreografiadas (la que ocurre en el avión es tremenda), el toque de humor necesario y un elenco de lujo. No nos vamos a cansar de decirlo, pasan los años y Tom Cruise es el mejor actor de acción, y se nota que le gusta. Pero ahí radica el problema de este film. Parece otro largometraje más de la estrella de “Top Gun” (1986) que un film de terror sobre el monstruo clásico de Universal. Dicho de otra manera, el personaje de Cruise es como un Indiana Jones moderno que pelea contra una momia, y todos sabemos que en sus películas el importante siempre es el arqueólogo más que sus aventuras. Se pierde el foco en la criatura que, por cierto, da bastante miedo al principio, pero rápidamente el terror queda de lado para focalizarse en la acción. El largometraje pierde identidad y nuca termina de definir su tono, y eso es lo que acaba con esta obra. La Momia es entretenida, de eso no caben dudas, pero no sabe en qué género quedarse. Y los últimos 20 minutos son los que terminan de arruinarla. Una nueva era de monstruos que pretenden infundirnos miedo ha comenzado. Sólo esperemos que en los próximos films logren realmente asustarnos.
La superheroína que estábamos esperando Durante la década del noventa las películas de superhéroes no eran algo tan común, ni siquiera tan mainstream como ahora. Generalmente, estos largometrajes sólo eran disfrutados por cierto nicho de gente, porque carecían de la “seriedad” necesaria para los supuestos amantes del cine. Sí, al día de hoy –y gracias a Dios– eso cambió y podemos disfrutar más asiduamente a nuestros héroes favoritos en la pantalla grande. Volviendo a los años noventa que es cuando todo comienza a cambiar, y centrándonos en los personajes de DC Cómics, Superman ya había tenido cuatro filmes en la década anterior. Superchica también había pasado por el cine, Flash iba por su trilogía y Batman estaba marcando el camino. En 1996 se comienza a pensar en adaptar a la heroína más grande de todas: La Mujer Maravilla. Pasaron en todos estos años varios directores, guionistas y, por supuesto, actrices, hasta que la gran aparición de Gal Gadot como Wonder Woman en la pésima “Batman vs. Superman: El origen de la justicia” (2016) permitió que, por fin, la amazona se asegurar su propio filme. Así nos llega “Mujer Maravilla”, una película correcta que promete convertirse en una trilogía. Todo comienza en la actualidad, cuando Diana Prince (Gadot) recibe de Bruce Wayne una foto que data de la Primera Guerra Mundial en donde se la puede ver a ella junto a un grupo de soldados en una ciudad casi destruida. Esto hace que la imagen le traiga recuerdos y empieza a rememorar sus días en la protegida y paradisíaca isla tropical de Temiscira, poblada por guerreras amazonas. Allí es donde Diana nació y fue criada por su madre, la reina Hipólita (Connie Nielsen), y adiestrada en el arte de la guerra por su tía Antíope (Robin Wright) para convertirse en una luchadora invencible. Durante todos estos años, su madre la ha estado protegiendo del mundo exterior y manteniéndole oculto un secreto. Pero todo cambia en la vida de la princesa cuando el piloto estadounidense Steve Trevor (Chris Pine) se estrella por accidente en la isla. Trevor le contará a Diana lo que está ocurriendo en el mundo y es entonces cuando ella tomará la decisión de abandonar su hogar con el objetivo de salvar al mundo. Mientras lucha junto a los hombres, Diana descubrirá todos sus poderes y su verdadero destino. “Elektra” (2005), ese fue el último largometraje que vimos en donde un superhéroe femenino era el protagonista. Y, de hecho, Patty Jenkins es la primera realizadora en dirigir un filme de superhéroes centrado en una heroína. Esto sólo significa que el mundo está cambiando para mejor. Con lo que respecta al filme, hace rato que Warner/DC está en una pelea casi consigo misma para poder realizar un largometraje que pase la mediocridad de sus anteriores producciones. “Mujer Maravilla” tiene una protagonista que eclipsa la pantalla y se desenvuelve a la perfección en el rol, pero tiene otros problemas de los que no sale indemne. Hay un uso excesivo de la cámara lenta, hay escenas en que los efectos especiales parecen hechos por un estudiante de computación y la historia se vuelve un tanto sosa y demasiado naif. Es bueno ver que “Mujer Maravilla” le haya salvado las papas al Universo de DC, al menos por ahora. No es una obra maestra, tiene mil cosas criticables si uno quiere ponerse en exquisito, pero vale tener otra forma de hacer películas sobre superhéroes sin la tan mentada y reconocida fórmula que le aplica Marvel a sus productos. La “Mujer Maravilla” acaba de pisar fuerte y entra a competir en un terreno en que no la tiene fácil, pero tiene herramientas de sobra como para mejorar y abrirse paso por méritos propios. Bienvenida al mundo de superhéroes, Diana Prince, te estábamos esperando.
La peor pesadilla de Jack Sparrow La última vez que vimos las aventuras del Capitán Jack Sparrow (Johnny Depp) fue en “Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas” (2011), hace más de un lustro. Hay que ser sinceros: las dos últimas entregas no habían sido demasiado buenas y había como cierta saturación con el personaje. Por eso este parate le vino bien, ya que oxigenó a la franquicia y le dio aire nuevamente al género de piratas. ¿Cuál fue la razón para esta quinta entrega? Fácil, “Piratas del Caribe” es la décimo segunda franquicia que más recaudó en la historia: 3.729.600.000 millones de dólares a nivel mundial. Demos entonces la bienvenida a “Piratas del Caribe: La venganza de Salazar” (Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales, 2017) y a la posibilidad de una nueva tanda de largometrajes. La película comienza con un niño que se adentra en el mar en busca de su padre, un hombre que se encuentra condenado por una maldición. Su nombre es Will Turner (Orlando Bloom), el ahora capitán del Holandés Errante, y el pequeño quiere encontrar la forma de liberarlo. Años más tarde, y ya convertido en un joven, Henry (Brenton Thwaites), tal su nombre, navega con la armada real tratando de buscar el Tridente de Poseidón, un objeto que puede deshacer todas las maldiciones del océano. Pero su barco da con el Triángulo del Diablo -más conocido como el Triángulo de las Bermudas- en donde yace el fantasma del Capitán Salazar (Javier Bardem) y su tripulación fantasma que acaban con todos los que entran allí. El joven Henry es el único sobreviviente, ya que siempre dejan uno para que cuente lo sucedido, y así logra saber quién es el responsable de que esos espectros se encuentren allí. Sí, el mismísimo Jack Sparrow. Mientras tanto, Jack no se encuentra pasando su mejor momento y cree que la suerte lo ha abandonado. Tiene la mala idea de dar su famosa brújula, y esto es lo que libera a Salazar y los suyos para aterrorizar y matar a todos los piratas del mar. Además de ir en su búsqueda, claro está. La única esperanza que tiene Jack de sobrevivir yace en el legendario Tridente, pero para encontrarlo debe formar una incómoda alianza con Carina Smyth (Kaya Scodelario), una brillante y hermosa astrónoma, y con Henry. Sparrow tratará de revertir su mala fortuna y también salvar su vida del enemigo más formidable y maligno al que jamás se haya enfrentado. Uno de los cambios de la saga fue traer sangre nueva detrás de cámaras, en este caso a los noruegos Joachim Rønning y Espen Sandberg, responsables de, entre otras cosas, “Bandidas” (2006) y la nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera “Kon-Tiki: Un viaje fantástico” (Kon-Tiki, 2012). Y la verdad es que bajaron un poco la parafernalia que traía la saga y se enfocaron un poco más en la aventura y la acción. Muchas veces dijimos que suma sacar tanto efecto por computadora y hacer más hincapié en la historia. De todas maneras, es un filme de “Piratas del Caribe” y hay mucho de esto, pero no de forma tan abrumadora como antes. El villano Salazar, interpretado por Bardem, es de los mejores que se vio últimamente en el cine. El español le pone su sello personal y hasta logra en ciertos momentos transmitir miedo. Otra inclusión muy buena es la de Kaya Scodelario, que no sólo cautiva con su belleza sino también con su talento. En la película se encontrarán con un par de viejos conocidos, otros que regresan y la inclusión de Paul McCartney, que personifica al tío de Jack (les decimos a quién interpreta porque está irreconocible). Si se quedan hasta el final de los títulos, verán una escena final que dice mucho hacia adonde apunta la saga. Jack Sparrow vuelve al abordaje para robarse los aplausos de la audiencia. Veremos si logra el botín suficiente para que continúe con sus aventuras.
¡Mira quién es el malo ahora! La nave espacial Covenant se dirige a un planeta remoto llamado Origae-6 para establecer un nuevo puesto de avanzada para la humanidad. A bordo de la embarcación se encuentran 2.000 personas, más la tripulación en estado de hípersueño, necesario para poder realizar tremendo viaje. Que la nave llegue a destino y que todo funcione correctamente durante el proceso está en manos de Walter (Michael Fassbender), un robot sintético de última generación. Pero el tranquilo viaje se ve interrumpido cuando una explosión estelar alcanza a la Covenant y provoca daños significativos y varios muertos. La tripulación es despertada para hacerse cargo de los problemas y es allí cuando captan una pequeña señal proveniente de un planeta que hace que alteren su curso para ir a investigarla. Al llegar al origen del extraño mensaje se encuentran con lo que parece ser un paraíso inexplorado: un hermoso Edén con clima perfecto, paisajes maravillosos y una vegetación abundante; y que, a simple vista, es un mejor lugar que adonde se dirigían para que los colonizadores lo tomen como su nuevo hogar. Sin embargo, lo que acaban de encontrar es, de hecho, un mundo siniestro y mortal con un único habitante llamado David (Fassbender). Lo que le depara a la tripulación de la nave Covenant es la peor de sus pesadillas hecha realidad. De esto es básicamente lo que se trata “Alien: Covenant” (2017), la tercera película de la franquicia que dirige Ridley Scott y que se sitúa diez años después de los eventos ocurridos en la bastante floja “Prometeo” (Prometheus, 2012). Se sabe que Scott anunció hace dos años que iba a hacer una nueva trilogía cuyo final llevaría a los eventos que ocurren en el primer filme, el clásico de clásicos “Alien, el octavo pasajero” (Alien, 1979). Y “Alien: Covenant” tiene mucho de homenaje a esa estupenda película, ya sea porque se ven objetos que aparecen en el largometraje de los setenta (el pájaro de juguete que toma agua), por la similitud narrativa (el xenomorfo tarda en aparecer al igual que en la primera) o por el uso de frases conocidas (Daniels (Katherine Waterson) usa las mismas palabras que dice Ellen Ripley (Sigourney Weaver) en Alien. Pero esto no quiere decir que esta última entrega esté a la altura de la original. Por empezar, el filme se torna bastante místico y explicativo, y se va para un lado al cual es difícil que muchos fanáticos acepten. Seamos realistas: los fans de esta saga adoran ver a los aliens persiguiendo humanos y estos tratando de salvarse como puedan. Lo que plantea Scott apunta a algo mucho más profundo, y tal vez menos digerible. Y, también, por primera vez la amenaza, o “el malo”, pasa a ser otra entidad, más allá del bicho baboso. No es que no hubiera seres humanos o robots villanos en las anteriores entregas, sólo que no eran tan importantes como ahora. “Alien: Covenant” mejora mucho en cuanto a su antecesora, tiene unas escenas de acción coreografiadas de una manera sublime, algo que Ridley Scott maneja a la perfección; y no titubea en derramar sangre a mansalva, pero se hace tan explicativa que termina jugándole en contra. Tiene un final abierto y habrá que esperar cómo cierra esta trilogía, pero hasta ahora no estamos ante lo que se espera con estos dos largometrajes. Teniendo en cuenta la vuelta a la saga del hombre que lo inició todo. “En el espacio nadie puede escuchar tus gritos”, rezaba la famosa frase de la franquicia. Pero en los cines sí, así que esperemos que con la próxima entrega los realizadores apunten más alto y estén a la altura de las circunstancias. Una legión de fanáticos de varias generaciones estará agradecida.
Larga vida al rey... y a Guy Ritchie El rey Arturo debe ser uno de los personajes más retratados tanto en cine como en televisión, directa o indirectamente, con actores reales o de forma animada. Es el monarca ideal por excelencia, y tal vez la fascinación por él nazca por la duda que hay de si realmente existió o no. Proviene de la literatura y el folclore, pero si se cree que pudo haber sido alguien real, o que el personaje haya sido basado en alguien que caminó por este mundo, bienvenida su leyenda. Y una nueva obra que lo tiene como protagonista llega a las salas de los cines: hablamos por supuesto de “El rey Arturo: La leyenda de la espada” (King Arthur: Legend of the Sword, 2017) Uther (Eric Bana) es el justo y benévolo rey que defiende a su pueblo de sus más acérrimos enemigos: los magos. Claro, puede enfrentarse al poder que tienen gracias a su poderosa espada mágica Excálibur. Pero lo que el soberano no sabe es que será traicionado desde su círculo más íntimo, ya que su hermano Vortigen (Jude Law) aspira a la corona y no dudará en asesinar a cualquiera ni cometer los peores actos para alcanzar su objetivo. Es así que Uther y su esposa son víctimas de su codicia, pero el rey logra salvar a tiempo a su bebé recién nacido llamado Arturo. El niño es encontrado por unas prostitutas en la ciudad de Londinium y será criado por ellas en un burdel, desconociendo quién es en realidad ni sus orígenes. Arturo (Charlie Hunnam) crecerá en las calles, se educará en ellas, aprenderá a sobrevivir y, por supuesto, se nutrirá de cada treta que le depare algo de dinero. Con el tiempo y junto con su grupo de amigos será el que imponga el orden en los callejones de la ciudad hasta que, por obra del destino, un día será puesto a prueba y sacará a Excálibur de la piedra. Ahora, y con la ayuda de una extraña hechicera (Astrid Bergès-Frisbey), se verá obligado a tomar algunas duras decisiones, deberá aprender a manejar la espada, vencer a sus demonios y unir al pueblo para derrotar al tirano Vortigern y vengarse de quien robó su corona y asesinó a sus padres. Para entrar en clima tienen que saber que esta película pertenece al director Guy Ritchie, el mismo de, entre otras, “Juegos, trampas y dos armas humeantes” (1998) y “Snatch: Cerdos y diamantes” (2000). Por lo tanto tiene una edición frenética, mucha voz en off relatando la historia, música vibrante, el recurso del flashback. En resumen, una obra que exuda energía y adrenalina la mayor parte del tiempo. A esto súmenle efectos especiales a lo grande y lo que tienen es la leyenda del rey Arturo como nunca la vieron, exagerada pero tremendamente entretenida. Es que casi toda la obra de Ritchie es así y acá está como desatado, pero le sienta bien al filme y lo que hubiese podido convertirse en un aburrido largometraje de peleas de espadas se traduce en algo completamente maravilloso y nuevo para el género. Hunnam está perfecto en el protagónico, y miren que movió cielo y tierra para conseguir el papel (se puso en forma físicamente y pidió pelear por el rol con los otros dos finalistas: Henry Cavill y Jai Courtney). Más allá de esto, hace al personaje sumamente atractivo y tiene un buen desempeño. Otra gran elección fue Jude Law como el malo, trae a la mesa esa elegancia, maldad y encanto de los villanos clásicos ingleses pero con un toque perverso. Ah, estén atentos a cameos de figuras que conocen. La gran noticia es que ésta es la primera entrega de una serie de seis películas que tienen planeadas. Demos gracias por ello. “El rey Arturo: La leyenda de la espada” vuelve a reivindicar a este entrañable personaje y le da vida y frescura en este nuevo siglo. ¡Dios salve a Guy Ritchie!