Fantasmas del pasado
Los tres largometrajes en los que Daniel Craig se puso en la piel de James Bond son al día de hoy los tres más exitosos de toda la saga. Y al momento de escribir esta pequeña opinión Specte va camino a unirse a ese selecto grupo. Atrás quedaron los años en los que Bond surfeaba arriba de un pedazo aeronave estrellada, durante un tsunami causado por el deshielo de un gigantesco glaciar, que a su vez fue destruido por un villano con su máquina que dispara rayos solares y dice cosas tan divertida como: “Calentamiento global. Es una cosa terrible”. El Bond de Craig está más ligado a la realidad, es un héroe vulnerable tanto física como sentimentalmente, a punto tal que los hechos que lo atormentaban desde su primera aventura como el 007 continúan siendo hoy una parte fundamental del camino emocional que recorre el personaje. Por eso no caben dudas que la franquicia se reinventó para bien si tenemos en cuenta la respuesta del público. Pero quienes salieron perdiendo (por decirlo de alguna manera) en este buen negocio para los productores son los viejos fanáticos, aquellos de las películas de Sean Connery, Roger Moore y George Lazenby, que sobrevivieron a la reinvención del personaje en los años 80 con Timothy Dalton y en los 90 con Pierce Brosnan. Los que iban al cine a ver con que arma o inventivo artefacto se salía esta vez Q, o simplemente esperaban ver a Bond escaparse de situaciones complicadas de formas imposibles (condición que se volvió cada vez más ridícula, como se ilustró más arriba con la escena de Otro Día para Morir). Y si bien Spectre no se aleja en demasía de lo que ya se construyó en la etapa de Daniel Craig al frente de la saga, hay momentos en los se siente una amigable palmadita en la espalda por parte de Sam Mendes y el resto de los responsables, reconociendo que ya no es el viejo Bond pero diciéndonos que este no se fue a ningún lado, y aunque sea en pequeños lapsos o a través de guiños, es el mismo de siempre.
Mientras que Spectre no es ni la mejor ni la peor de las últimas aventuras del 007 a cargo de Craig, es la primera en no intentar ocultar bajo la alfombra que Bond tuvo una historia previa, que atraviesa más de cinco décadas y que a lo largo de 24 películas se fue adaptando a los tiempos que corrían, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Las referencias son sutiles: Dave Bautista en el papel de Hinx por momentos nos recuerda a Harold Sakata en Goldfinger o a Jaws en La Espía que me Amó, lo mismo sucede con Christoph Waltz y su parecido con Ernst Stavro Blofeld, archienemigo histórico de Bond interpretado por un memorable Donald Pleasence, y en menor medida con Dr. No, ya que hasta visten ropas similares. También la “guarida” de Oberhauser es muy similar en diseño a la que usó el villano en Moonraker, y podría seguir y seguir con las referencias. Afortunadamente Mendes fue un poco más allá y no se quedó solo en el homenaje, tambien reconoce al viejo universo de Bond en algunos pasajes de la trama, siendo en espíritu la más cercana a las películas que pusieron al agente secreto de la MI-6 en boca de todos en un primer momento. No esperen una película con un tono completamente opuesto a las anteriores, pero sin dudas al lado de la solemnidad de Skyfall, Spectre se siente como que esta vez Mendes y Craig querían divertirse un poco con el material.
Promediando las dos horas y media de duración estamos ante la presencia de la película más extensa de toda la saga. Aunque la acción es constante los 150 minutos se sienten y se hace difícil justificarlos, sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de los conflictos que atormentan al personaje ya se trabajaron y resolvieron en las películas previas, y aquí se debe recurrir a giros de guión de los cuales podría haber prescindido, sólo para impresionar y mantener la atención. Una vez más la escena de apertura es la que se vuelve a llevar todas las miradas, esta vez con una increíble secuencia de acción (brillante plano secuencia de por medio) durante la celebración de El Día de los Muertos en Mexico D.F. Pero es una escena que le va a costar mucho trabajo superar a lo largo de todo el relato.
Craig vuelve a interpretar a un Bond frío y calculador, esta vez no tan sufrido, con la suficiente clase y dotes para la acción que necesita el personaje. Hinx, el secuaz interpretado por Bautista, es un digno oponente para el 007 y las chicas Bond, Léa Seydoux y Monica Bellucci, un buena distracción de tanta acción, teniendo Bellucci, con mucho menos tiempo de pantalla, los mejores momentos de las dos junto al seductor espía. Los regresos de Naomie Harris, Ben Whishaw y Ralph Fiennes son bienvenidos, aunque se hace imposible no extrañar aunque sea un poquito a Judi Dench. No me hubiera disgustado ver un poco más de Andrew Scott (Moriarty en Sherlock) en pantalla, ya que algunos de los momentos más divertidos desde lo interpretativo llegan cuando comparte escenas junto a Fiennes. En lo personal esperaba un poco más de Christoph Waltz como villano de turno, siendo el mayor de los problemas justamente ese: no es más que un villano de turno. Uno que pasará sin pena ni gloria por la saga y que a pesar del vinculo que lo une con Bond (el cual no resultará una sorpresa para la mayoría), poco tiene de memorable.
Conclusión
Spectre tiene sabor de despedida para Daniel Craig como James Bond. Obviamente que al final del día el dinero es quien manda, pero cierra perfectamente el circulo. El viaje que comenzó con Casino Royale y se extendió a lo largo de Quantum of Solace y Skyfall, bien podría llegar a su fin con esta película que parece ya no renegarle tanto a sus raíces, dejando de lado la tortura emocional que vivió el personaje en la última entrega, y volcándose más hacia el espectáculo de acción y aventuras que su ser en el pasado. Con 150 minutos de duración no puedo decir que el film se pasa volando y que no existen momentos en los que estamos cerca de aburrirnos, pero a fuerza de escenas de acción ejecutadas con maestría (marca registrada de la saga) y personajes que vale la pena acompañar, Spectre resulta un principio de acercamiento al Bond del siglo XX en pleno siglo XXI.