Al servicio de nadie
Desde la muy lejana década del sesenta, James Bond ha sido el personaje protagónico de muchos films de acción que aunque han cambiado el actor y otros detalles menos importantes, se ha mantenido leal a la premisa básica de aquel agente secreto 007, al servicio de su majestad y con licencia para matar.
Nadie creyó jamás que Sean Connery, el primer Bond de esta saga, pudiera ser reemplazado, y sin embargo lo fue. Luego de un solo intento con George Lazenzby, Roger Moore brilló con luz propia y el siguiente Timothy Dalton sin demasiada suerte, Pierce Brosnan que hizo resurgir la serie y finalmente Daniel Craig, quien más alejó al personaje del estilo original, pero que le permitió confirmar su éxito y su carácter incombustible.
Spectre es la cuarta y última vez que Daniel Craig interpretará a Bond. Semejantes súper producciones agotan a cualquiera y Craig no ha sido la excepción. Es difícil que el personaje sorprenda a esta altura del partido y aunque es posible que los films de Bond sean los artífices de lo que hace años conocemos como cine de acción, las propias películas del famoso agente no terminan de cerrar.
Sostener a un personaje por más de cincuenta años no es fácil. Desde lo ideológico, lo estético y lo narrativo, todo cuesta. Es posible que Bond, un personaje cuya influencia en la cultura popular es descomunal, no pueda aprovechar ese beneficio. El director Sam Mendes lidia acá con un guión más endeble de lo acostumbrado y mantiene a la serie en el siglo XXI con un tono frío, de mucho diseño de producción actual, de absoluta pulcritud aun cuando sigan siendo las películas disparatadas de siempre. Y ahí está la organización Spectre para demostrar que Bond en el fondo sigue siendo Bond. La tensión entre esta nueva entrega es complicada. Es un Bond que quiere ser todos los Bond. Busca terminar sus planteos acerca de los orígenes del personaje, busca las escenas de acción de remate disparatado, quiere ser un hombre moderno y también mantenerse como un troglodita, quiere ser serio al máximo pero que el espectador sonría.
El que mucho abarca poco aprieta y cuando uno ve las películas de la saga de Misión: Imposible se da cuenta que la posta de los agentes secretos ya fue tomada por otros y que les va mucho mejor. Cada vez más caras, cada vez más heladas, las películas de James Bond suelen tener escenas en la nieve, pero ni esa locación, ni México en el día de los muertos, ni la mismísima Londres pueden hacer el milagro de darle vida a algo que es más un evento que una película.