El gran golpe de los sudacas en España
La última entrega de los Premios Goya será recordada en estos pagos por las estatuillas a Ricardo Darín y a El clan. Para los españoles, en cambio, lo será por haberse tratado de una de las ceremonias más politizadas que se recuerden, con varios discursos venenosos, incluido el del protagonista de El secreto de sus ojos, disparados a la cabeza de los encargados de comandar la suerte del país ibérico. En ese sentido, no parece casual que varios de los films más nominados de aquella noche reflejaran ese enojo mediante el agregado de elementos críticos de la coyuntura a los habitualmente clásicos núcleos argumentales que tanto agradan a los académicos. 100 años de perdón no participó de la gala, pero, de haberse estrenado unos meses antes, tranquilamente podría haberlo hecho. Al fin y al cabo, este nuevo policial de la cada día más aceitada y redituable asociación artística y económica entre Telefe y la productora KyS con estudios españoles intenta colar amargura y desencanto –con el sistema, con la clase política, con los responsables de la economía– a una base narrativa conocida por el gran público.La búsqueda de un anclaje se patentiza desde una de las primeras escenas, aquella que muestra una arquetípica fauna de hombres y mujeres de clase media negociando la ejecución de sus hipotecas con los empleados de un banco valenciano. Las respuestas son negativas, lo que marca que para el film de Daniel Calparsoro los “malos” ocupan escritorios y visten trajes. Esa misma mañana, un grupo de ladrones entra al edificio dispuesto a vaciar las cajas de seguridad y después huir con un par de gomones por los desagües pluviales. Si la metodología suena conocida se debe a que es un calco a la del robo al Banco Río de Acassuso en enero de 2006. Las referencias no terminan ahí: el líder de la banda (Rodrigo de la Serna) es apodado El Uruguayo, igual que su colega rioplatense Luis Mario Vitette Sellanes.La diferencia es que El Uruguayo de aquí y los suyos saquearon cajas al voleo. Los de 100 años de perdón, en cambio, apuntan directo a una que alberga información política de potencial radiactivo si cayera en manos incorrectas. ¿Casualidad o premeditación? Uno los asaltantes (Luis Tosar) no es partidario de la primera teoría, sobre todo porque un pasado en común con El Uruguayo lo condena. El resto (Joaquín Furriel y Walter Cáceres, que tiene una argentinidad for export sacada de Caminito) irá descubriendo las auténticas intenciones a medida que avance el relato. Y vaya si lo hace: de los vaivenes internos del grupo a las vicisitudes de manual para la concreción o no del golpe (la negociación, el vínculo con los rehenes, algunos imprevistos logísticos de último momento) pasando por la reacción de la clase política ante el peligro del carácter confidencial de la información de la caja, el ritmo es puro vértigo.Igual que Séptimo y Tesis de un homicidio, dos de los referentes más cercanos de la asociación binacional, 100 años... exhibe un acabado técnico y un conocimiento de los mecanismos narrativos a la hora de sostener el suspenso y la atención del espectador dignos de manos expertas. Tan expertas que le cuesta despegarse de ellas, recortando sus posibilidades de levantar vuelo propio. El arco de la amargura, que arranca como tema y termina como elemento casi decorativo, muestra que Calparsoro está conforme con el modesto logro de redondear uno de esos buenos productos industriales que se disfrutan durante la proyección y se olvidan antes de la primera porción de pizza.