Los pliegues de la historia
Steve McQueen, cineasta con nombre de actor icónico de los ’70, es un británico descendiente de africanos que hasta ahora había ofrecido dos films muy diferentes entre sí pero igualmente notables: Hunger y la reciente Shame: Sin reservas, acerca de un sexópata incapaz de reconocer su capacidad de amar. Ahora arriba una película fuertemente vinculada a sus ancestros, y a pesar de no ser estadounidense logra con 12 años de esclavitud una lacerante, estremecedora y verosímil visión acerca del execrable período de la esclavitud en gran parte del territorio de América del Norte.
Además de narrar con inmensa convicción y talento el drama de un hombre libre convertido en esclavo, el realizador, candidato al Oscar como mejor director, le otorga nuevos matices a una temática sumamente transitada por el cine, que últimamente, acaso por la presencia –inédita en la historia política estadounidense– de un presidente afroamericano, se ha reforzado con títulos como la excepcional Django sin cadenas de Tarantino, y la correcta y emotiva El mayordomo. Entre una con toques claramente bizarros y otra seria y circunspecta, surge ahora con fuerza arrolladora 12 años…, para nada divertida o paródica, pero dotada de un realismo que no desdeña la poesía visual ni la expresividad narrativa. Y con aspectos poco abordados en el cine, como ese acercamiento a hombres de color de la época que formaban parte de la alta sociedad de los Estados Unidos y que nada tenían que ver ni con la servidumbre ni mucho menos con la esclavitud, a través de un protagonista engañado, secuestrado y vendido como una mercancía más, como sucedía habitualmente antes de las medidas abolicionistas de Lincoln y otros estadistas. La excelente, conmovedora y hondamente humana labor de Chiwetel Ejiofor cobra aún mayor intensidad ante la interacción de un elenco de figuras que incluye a Michael Fassbender, que vuelve a sorprender componiendo a un ser abominable.