Si le entramos a 12 Years a Slave sin saber que se encuentra basada en un escrito testimonial de aquéllas miserias americanas de antaño, descubriremos un film coral en el cual algunos puntos nos generan más atención que otros mientras lo inmoral oficia de común denominador entre todos ellos y los barre conformando un examen sino definitivo al menos bastante completo respecto a lo sucedido en la tierra de los libres. 12 Years a Slave cuenta con la particularidad de no ser uniforme, y esto no debería considerarse una crítica negativa en tanto su objeto de exposición también lo fue. Los “procedimientos” y “métodos” a través de los cuales la esclavitud prevaleció durante tanto tiempo en gringolandia fueron mutando de un Estado (y patrón) a otro.
Es por esto que la Pasión de Solomon (Chiwetel Ejiofor, en un papel digno de la Academia, con todo lo bueno y lo malo que ello involucra) comienza con un secuestro en decorados símil Gangs of New York, continúa a bordo de un vapor cuya bodega y runrún nos recuerda a Amistad, sigue en una estancia con subcomandante y atronadora banda sonora inspirados en el anteúltimo Paul Thomas Anderson (There Will Be Blood) y concluye en un hoyo del infierno en el cual se pueden conjugar todos los estilos anteriores y agregar algunos más. Quienes haya tenido la suerte de observar Jungle Fever (Spike Lee) y recordar el monólogo que Ossie Davies le escupe a Anabella Sciorra en plena cena familiar no podrá dejar de pensar que tarde o temprano, Ejiofor terminará oficiando sobre la carne de Madame Epps (Sarah Paulson), esposa del dueño de la finca. Pero eso no sucede y nos quedamos con la leche (chocolatada).
Aclaramos que dicho pensamiento no surge desde lo más profundo de nuestras mórbidas entrañas así por que sí: Dejando de lado que el dueño de la finca -Michael Fassbender- es un violentísimo lunático obsesionado con una de sus esclavas negras (a la cual viola y tortura reiteradamente) el realizador Steve McQueen nos ofrece planos y contraplanos entre Chiwetel y Paulson que evidencian cierta onda histérica unilateral y prometen polvazo. Del mismo modo, hay planos y contraplanos entre Paul Dano y el universo en general que auspician un bardo que nunca llega. Supongo que esos coitos narrativos quedaron inconclusos por que el derrotero de Solomon pega más y anuncia cosas peores para después. Dicho y hecho. Solomon es bandera en tanto canalizador de todo el dolor y sufrimiento de su gente. Su condición de esclavo letrado e instruído lo convierte en espectador privilegiado de un presente devastado y un futuro desolador del cual no puede surgir ningún fruto jugoso, con excepción del gospel (que continúa siendo un lamento, hermoso… pero lamento en carne viva al fin). Pocos esclavos han tenido la bendición de recibir a un ángel de la guarda que escuche sus desesperantes realidades y tome cartas en el asunto. Muchos menos han tenido la suerte de que dicho ángel luzca como Brad Pitt (productor del film), que parece tenerla re-clara y habla en sentencias cortas y categóricas, similares a los 140 caracteres.
El film no ahorra detalles respecto a torturas, maltrato y sufrimiento. Carece de trazos finos y sutilezas: Los malos son unos auténticos hijos de puta y lo injusto e inmoral no admite dudas razonables. Hablamos de genocidio. Cuando Schindler´s List se estrenó en nuestro país, cierto crítico entró en éxtasis y consideró dicho film como imprescindible e indispensable. Casi obligatorio. Quien suscribe estas líneas puede matrimoniar con dicha sentencia y permitirse el lujo de repetirla (robarla) para 12 Years A Slave, aunque sin tanto calor en el énfasis y agregando “…para los espectadores jóvenes”. Imprescindible e indispensable para preadolescentes, de ser posible. Para los más cancheritos, esos que ya saben de qué va la esclavitud (y cómo terminó la historia y quiénes vencieron en la misma), o para los más inquietos y ansiosos, quizá resulte mucho mejor un chupetín cinematográfico como Django Unchained, que deja de lado el hecho historico y nos brinda la perfecta fantasía de un negrazo imposible haciendo justicia en nombre de toda la humanidad.
Duda al margen: Aún no queda claro para quien suscribe el motivo trastornado por el cual los patrones “premiaban” a sus esclavos más “rendidores” con instrumentos musicales de segunda mano. La música como consuelo-zanahoria no debería funcionar si sabés que tu esclavo solía ser un excelente músico cuando era un individuo libre.