Con toda la dureza de un caso feroz
Lo que distingue especialmente a "12 años de esclavitud" es el respeto a una fuente literaria que separa este proyecto de cualquier otro que empiece explicando que se basa en una historia real. Es que el film relata un caso verídico, pero además, se basa en el libro que escribió el protagonista de esta historia.
A mediados del siglo XIX, Solomon Northop era un hombre negro libre que vivía en un estado del Norte de los Estados Unidos junto a su familia, pero que mediante engaños fue secuestrado y vendido a tratantes de esclavos que a su vez lo subastaron en un estado esclavista del Sur, donde de malas a peores transcurrieron los 12 años a los que se refiere el título.
Solomon, un hombre instruido a todo nivel, con conocimientos de ingeniería, que habia viajado conociendo incluso varias ciudades canadienses, y que tocaba muy bien el violín, de golpe, o más bien a fuerza de golpes, debía asumir la identidad de un esclavo analfabeto de nombre Platt. La sola idea de decir quién era realmente ponía en peligro su vida, igual que mencionar que sabía leer y escribir.
Las penurias vividas por Northop en esos terribles 12 años conforman esta extensa y dura película del director inglés Steve McQueen ("Shame"), que si bien no siempre acierta con el estilo formal que el asunto requiere, finalmente triunfa solamente por centrarse en la historia original.
Llama la atención que todos los detalles cruentos, incluyendo torturas, violaciones y humillaciones de todo tipo, algunas realmente siniestras, no hayan impedido las 9 nominaciones al Oscar de este film (incluyendo todos los rubros más importantes, entre ellos mejor película, mejor director, mejor guión y mejor actor para el excelente Chiwetel Ejiofor que interpreta a Solomon Northop). Esto también se dio hace poco con el "Django sin cadenas" de Quentin Tarantino, que si bien era una especie de western de fantasía y humor negro trataba temas similares, mientras que excelentes films sobre el tema de los abusos en los tiempos de la esclavitud, como "Mandingo" de Richard Fleischer, eran considerados simples desviaciones exploitation.
En todo caso, excelentes actores como Paul Giamatti y sobre todo Michael Fassbender (nominado al Oscar para mejor actor de reparto) le dan toda la locura y bajeza necesarias a sus villanísimos personajes. En especial el de Fassbender, un psicópata que al decir del dueño de otra plantación "suele destrozar a sus negros" y que los utiliza para sus dementers diversiones, como hacerlos bailar por la noche en la sala de su mansión, es quien casi por momentos se roba el film, si se entiende el principio hitchockiano de que "cuanto peor el villano, mejor la película".
Pero como ya mencionamos, el estilo del director por momentos le quita fuerza a una película que de todos modos permanece fuerte. Cuando ya casi alcanzando las dos horas de proyección, un cineasta elige sostener durante larguísimos segundos un primer plano del protagonista en silencio al mejor estilo del más snob "cine de arte", el espectador no puede evitar mirar el reloj. En todo caso, pese a estos snobismos y algún que otro esteticismo de McQueen (como culminar una escena de tortura salvaje con un hermoso amanecer sureño) la historia y las actuaciones son el fuerte de una película terrible pero que vale la pena ver.