Horror y sumisión
Llega una de las pelìculas más nominadas para la próxima entrega de los premios Oscar. En su tercer largometraje (luego de Hunger y Shame: sin reservas), Steve Mc Queen aborda el tema del racismo previo a la Guerra Civil.
Salomon Northup (el nominado Chiwetel Ejiofor), un músico negro y libre que vive junto a su familia, es tentado para formar parte de un espectáculo itinerante con una buena paga. Lo que al prinicipio resulta atrapante se desmorona cuando es secuestrado y vendido como esclavo.
A partir de ese momento, su vida será un infierno porque pasa de amo en amo como si se tratara de una mercancía. Desde Ford (Benedict Cumberbatch), el jefe más comprensivo aunque no pueda escapar del clima esclavista de la épóca, hasta Edwin Epps (Michael Fassbender), el más violento, que vive bajo la sombra de una esposa siniestra, y sospecha una inminente fuga de su esclavo.
"No quiero sobrevivir. Quiero vivir", asegura Solomon y enfrenta la crueldad (el ayudante de su amo, encarnado por Paul Dano) con la cabeza baja mientras también se ve impulsado a azotar a su amiga Patsey (Lupita Nyong'o) en una de las escenas más crueles de la película. En el duodécimo año de su odisea, su encuentro con un abolicionista canadiense (Brad Pitt) abre la esperanza de un futuro mejor.
La película (cargada de horror, sumisión, prejuicios y violencia) encuentra en su intérprete central, la capacidad de transmitir la angustia y el drama cotidiano con su sola mirada. Es lejos lo mejor de la propuesta.
Desde la recordada miniserie Raíces, pasando por El Color Púrupura hasta la más reciente El mayordomo (injustamente olvidada en las nominaciones) mucho se ha filmado sobre el tema. El film emociona e incomoda y quizás resulten exageradas tantas posibilidades para acceder a la codicada estatuilla. El director coloca el dolor en primer plano y lo muestra de la manera más descarnada.