Hay películas que están pensadas para ganar, o por lo menos ser firmes candidatas, en los premios Oscar. Esto es tan innegable como que pareciera haber una fórmula para asegurarse esta premiación o candidatura (que por otro lado trae dividendos que muchas veces el film de otro modo no traería); y que esa fórmula varía, en pequeñas proporciones temáticas, dependiendo, claro está, del momento histórico/político de la sociedad norteamericana.
En los últimos años, presidencia de Barack Obama y post atentado 11-S y guerra contra Irán, afloraron los relatos sobre la libertad, sobre una mirada regresiva a su propia sociedad, algún conflicto contra Oriente, y más aún, las historias sobre el segregacionismo de la raza negra. 12 años de esclavitud, salvo en el tópico Oriente Medio, no se priva de ninguno de los puntos clave para ser oscarizable; y algo de razón debe tener, es el segundo film con más nominaciones a estos premios en este año (detrás de Escándalo Americano), y ya se llevó importantes premios en el sector dramáticos de los Globos de Oro. Ahora, pasado el brillo de las ceremonias, ¿recibir estas premiaciones automáticamente lo convierte en un buen film?
Aclaro, antes de seguir, que no soy un fiel admirador de la filmografía de Steve McQueen, a mi modo de ver un cineasta acostumbrado, con tan sólo tres films (incluyendo este, por supuesto) al golpe de efecto, al impacto, a la polémica para atraer público.
Hecha la aclaración del caso, vemos que aquí el protagonista es Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor) un hombre, de color (como les gusta decir a los norteamericanos), músico, culto, y lo más importante, libre. Pero estamos a mediados del Siglo XIX, y Solomon es engañado, y es vendido como esclavo... durante 12 años.
En este período, Solomon pasará por varias manos, varios amos, y aunque variarán los perfiles (el primero, Ford, interpretado por Bennedict Cumberbatch hasta parece buena gente) con cada uno vivirá un tormento diferente. Tormento que McQueen no se arriesgará a insinuar, sino que pondrá toda la carne al asador, literalmente. A Solomon lo latiguean, lo laceran, lo vejan de miles de formas, todo en primer plano y con música y sonido rimbombante como para que el espectador lo acompañe en el sentimiento.
Formalmente 12 años de esclavitud luce fríamente calculada, su fotografía, de impacto, es más que correcta, se logran planos complejos, juegos de luces, y un manejo de la cámara para nada reprochable. Pero a su vez, este correctismo sumado al impacto constante de las imágenes que la llevan a un regodeo lo vuelven un film, precisamente, frío, distante, sin real alma.
El relato es lento, perezoso, como si tuviese miedo de profundizar en datos y recae siempre en lo obvio, en el golpe de impacto, en la carne mutilada.
Ejiofor, ya está acostumbrado a hacer de esclavo, y su labor es muy convincente; lo mismo podríamos decir de Cumberbatch y otros roles secundarios como el de la también nominada Lupita Nyong’o. Pero otros, sobre todos los malvados, y en especial el Edwin de Michael Fassbender (actor fetiche de McQueen) lucen demasiados estereotipados, casi caricaturescos en su “maldad” lo cual los convierte en difícil de asimilarlos a la realidad.
Por supuesto, como manda la regla, tenemos la placa “Basado en un hecho real” (se basa en la biografía del Solomon real); pero lo que se ven en pantalla no parece querer ajustarse a un hecho histórico real, sino al regodeo de una tortura.
Por otro lado, es interesante la acumulación de estos films de denuncia salidos de una sociedad que aunque abolió la esclavitud, sigue manteniendo las diferencias raciales intactas; tan intactas como para realizar un film en el que la cuestión de la esclavitud es reducida a ser tratada de un modo similar que en un film gore.