Tras tres exitosas películas dirigidas por James DeMonaco, esta saga que combina terror y sátira política apuesta en su cuarta entrega por la precuela; es decir, reconstruir el inicio de este experimento social que consiste en otorgarle a la población 12 horas de libertad absoluta para que dé rienda suela a "la purga", una descarga de violencia desenfrenada -y supuestamente catártica- que de alguna manera compense la frustración acumulada durante el resto del año.
Ahora con DeMonaco solo a cargo del guion y con Gerard McMurray ( Código de silencio, Burning Sands) en la dirección, 12 horas para sobrevivir: El inicio resulta una contundente (aunque no demasiado sutil) alegoría sobre la era Trump. Los protagonistas son todos negros y latinos (más allá de las diferencias deberán unirse para enfrentar a las fuerzas del establishment), mientras que desde el gobierno de los Padres Fundadores se apuesta no solo a la manipulación más impiadosa sino también a grupos de choque supremacistas que remiten directamente al Ku Klux Klan.
La película -ambientada en las calles y los monoblocks de Staten Island- parece una relectura contemporánea del género blaxploitation de la década del 70 mixturada con elementos propios de La Naranja Mecánica; Los dueños de la calle, de John Singleton; el John Carpenter de Asalto al precinto 13, y el Walter Hill de Los guerreros. Un homenaje al espíritu combativo del cine de clase B, pero con una factura y un lanzamiento propios de Hollywood.