Una película muy política y coyuntural con actuaciones decentes y algunas ideas visuales y de cámara muy buenas. Flojita de terror, mejor con la acción.
Pocas sagas gozaron de una popularidad tan meteórica como La Purga (The Purge). Lo que nació como un concepto un tanto ridículo creado por James DeMonaco para hacer películas de terror bastante convencionales fue mutando hasta convertirse en una franquicia increíblemente interesante y actual de la mano de su narración con un fuerte comentario social que expone la peor cara de una sociedad americana enferma de violencia y odio.
La premisa en la que se sienta la saga es una nueva tradición creada por el partido gobernante, conocido como los Nuevos Padres Fundadores de América (NFFA) para contener el clima de violencia y agitación social y a la vez fortalecer la economía. Se propone una noche anual donde por 12 horas todo crimen es legal, de esta forma la sociedad logra descargar todo su odio y agresividad sin tapujos para luego comportarse como ciudadanos modelos.
A su vez, la saga encontró la manera de irse reinventando sobre la marcha, cambiando el género o el enfoque de las películas para que ir a ver una de La Purga no se convierta en una experiencia repetitiva. La primera es un home invasion que nos plantea el mundo donde se desarrolla La Purga desde la perspectiva de una familia pacífica de clase alta, en la segunda conocemos como se vive una noche de Purga en las calles y las siniestras intenciones del gobierno para implementar La Purga y en la tercera seguimos la historia de una senadora que pretende acabar con La Purga y debe sobrevivir a un complot gubernamental que pretende eliminarla en la noche de Purga antes de las elecciones. Además, el enfoque de horror fue quedando cada vez más atrás, sazonando las películas con más acción y tiroteos.
Para esta nueva entrega DeMonaco deja la silla del director y se encarga únicamente del guion. La labor de dirección queda en manos de Gerard McMurray (productor de Fruitvale Station) y es la historia más personal hasta el momento. No nos habla del terror a ser perseguidos por un asesino maniático enmascarado, es el miedo que genera el ser negro y pobre en Estados Unidos hoy en día.
Estados Unidos está al borde del colapso social y económico. El gobierno cae y los Nuevos Padres Fundadores de la NFFA se hacen con el poder bajo la promesa de “revivir a la nación”. Parte de este resurgimiento consiste en aplicar el método creado por la Dra. Updale (Marisa Tomei) a modo de experimento psicológico en el área de Staten Island. Aquellos que decidan permanecer en la isla durante la noche de Purga recibirán una compensación económica que irá en aumento si deciden participar, saliendo a las calles a cometer crímenes.
Nya (Lex Scott Davis) es una joven activista que ayuda a los más desfavorecidos y se opone a La Purga, su hermano Isaiah (Joivan Wade) está cansado de arriesgarse en las calles vendiendo drogas para ganar dinero extra y decide participar del controvertido experimento. Por otro lado, el criminal y traficante Dmitri (Y’lan Noel) deberá protegerse a si mismo y su negocio en una noche donde sus rivales intentarán eliminarlo. Sus caminos se cruzarán mientras intentan sobrevivir a la Primera Purga, una noche que cambiará la historia del país para siempre.
Hace tiempo que la saga de La Purga dejó atrás la sutileza a la hora de presentar el mensaje sociopolítico de sus historias. Si bien en todas se habla de racismo, clases sociales, gobiernos ultraconservadores siniestros y el descontrolado uso de armas en el país, nunca se lo había hecho de esta manera. The First Purge no solo nos brinda el mismo subtexto que venimos viendo hasta ahora en la saga sino que muestra una clara (y excelente) bajada de línea anti-Trump.
Siempre se ha dicho que las películas de La Purga son el espejo distorsionado de USA y una señal de advertencia de que los futuros trágicos y distópicos como este o el de The Handmaid’s Tale son ficciones que pueden volverse realidad si el poder cae en manos equivocadas y aquí queda verdaderamente de manifiesto. Líneas como “pussygrabber motherfucker”, mercenarios rusos utilizados para ayudar el gobierno estadounidense, bandas de supremacistas blancos con antorchas fusilando negros y latinos. La realidad tiñe la ficción y se entremezclan formando un brillante film de denuncia que rescata el tono y el estilo de las viejas cintas de acción blaxplotation, sumándole el encanto demente y oscuro de la saga de La Purga, además de algunas ideas visuales muy interesantes.