La ley de la selva
Durante medio día los crímenes están permitidos y un grupo que se queda desprotegido debe pelear para no morir.
Que la realidad supera la ficción es una afirmación muchas veces repetida. Pero al ver la película 12 horas para sobrevivir resulta difícil para aquella persona que sufrió en Córdoba, a la vuelta de su casa o en su casa misma, el horror de los saqueos ocurridos durante la crisis policial de diciembre pasado, no preguntarse cuán lejos estamos de ciertos planteos puestos en el guión de un filme.
Salvando las enormes distancias, este estreno es la segunda entrega de otra cinta titulada La Purga.
El eje central propone que en un futuro cercano, la sociedad norteamericana (la acción se sitúa en Los Angeles en el año 2023) está regida por un orden particular y estable, pero una vez al año, como una manera de mantener cierto equilibrio social, poblacional, de criminalidad y en cierta medida hasta económico, el gobierno permite una purga de doce horas.
Allí vale todo, hasta el asesinato, sin que la policía o cualquier otro servicio hagan absolutamente nada. En esta ocasión, una pareja sufre la rotura del auto y queda en plena calle justo cuando se produce esta situación.
La película también presenta más personajes y serán cinco los pobres diablos que obligadamente tendrán que vérselas con una espiral de violencia contenida que estalla socialmente.
Algunos cazan por venganza, otros por divertirse, otros porque son criminales. Cada uno tiene su propia razón para convertirse en bestia, y otra parte lo único que quiere es sobrevivir.
Nuevo orden. Los escenarios que se muestran en 12 horas para sobrevivir pretenden constituirse como un espejo de lo que pasa en la actualidad.
Porque si bien estas purgas planificadas por quienes mandan (los Nuevos Padres Fundadores) dejan zona liberada para provocar un "todos contra todos", queda claro que los más pudientes llevan las de ganar y en realidad todo se trata de aniquilar a los que tienen menos posibilidades.
La pobreza molesta, ¿vio? Para ampliar ese espectro político, se mete también un grupo revolucionario y algunas otras yerbas, como para esquematizar los males estructurales que nos aquejan en un estilo que recuerda a los mejores exponentes del cine clase B.
La idea de esta saga es buena, y aunque en el metraje del filme hay ciertos altibajos narrativos, se logra mantener un ambiente de tensión. Las actuaciones están desarrolladas de manera aceptable, pero el que lleva las de ganar es uno de esos veteranos que se ven en muchas películas y al que nunca se le recuerda el nombre: en este caso se trata de Frank Grillo.
Es evidente que se está ante una franquicia que dará mucha más tela para cortar, por varias razones: por su argumento, por su relación costo-beneficio y porque el cine de terror y suspenso siempre tendrá un público dispuesto, más allá de la calidad que se muestre en la pantalla. El morbo gana, amigo.