Un thriller con Pierce Brosnan en el papel de un agente veterano y retirado que vuelve al ruedo con el riesgo de ser liquidado por un joven que él mismo entrenó. El personaje principal de este filme podría decirse que es una mezcla de James Bond (refinado, de movimientos medidos en situaciones normales) con Jason Bourne (capaz de liquidar a siete tipos moviendo el meñique mientras con una mano dispara un arma y con la otra toma jugo). Pierce Brosnan encarna a Peter Devereaux, un ex agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que debe volver a la acción para proteger a una mujer que guarda demasiados secretos, algunos de los cuales pueden poner en serios aprietos las aspiraciones de poder de un político en franco ascenso. Uno de los principales problemas al que debe hacerle frente el veterano asesino es que tendrá que vérselas con David Mason, un chico que él mismo se encargó de entrenar y que es enviado para frenarlo. En el medio de esa lucha de generaciones con varios años de diferencia, los guionistas se las rebuscaron para meter demasiados giros, demasiados amagues, por lo que El aprendiz termina convirtiéndose en ese tipo de películas en las que el espectador, ante el enésimo cambio de bocha, termina preguntándose cuando llega el verdadero final. Los tiros se la bancan. De todas formas, el director Roger Donaldson se encargó de hacer bien los deberes, y ante los evidentes problemas que presenta el libreto se puso las pilas para que las secuencias de acción, que son varias, salieran lo mejor posible. Y realmente lo logra, porque lo más atractivo de El aprendiz son las escenas parecidas a las que actualmente ofrecen los productos de acción (balaceras, persecuciones, peleas) que aquellas donde Brosnan la juega de tipo salido de una cubetera de la Guerra Fría. El elenco cumple con su cometido de manera aceptable, y además del galán añejo comparten trabajo delante de cámaras la siempre inexpresiva Olga Kurylenko y Luke Bracey en el rol del tipo que debe eliminar al principal protagonista. El mundillo de las transas y los secretos internacionales, la clásica trama de cazador y presa y la mención a conflictos actuales y reales como el de Chechenia, matizan esta película que trae de regreso a Pierce Brosnan al género que lo obligaron a abandonar cuando pensaron que ya no daba para el 007 y eligieron como sucesor a Daniel Craig. En ese plan, ofrece un entretenimiento básico, que no aburre pero que tampoco alcanza el rango de gran película. Gaseosa, pochoclo, y a otra cosa.
Hasta que la muerte los juntó es una comedia livianita sobre una familia que pierde a su padre. Una convivencia forzosa es la excusa para escenas y diálogos repetidos. Parece que los velorios constituyen un imán para los realizadores de cine, habida cuenta del largo listado de películas que los tiene como eje argumental. Otra vez se toma este acontecimiento de carácter trágico para el rodaje de una de esas comedias típicas de Hollywood, hechas para ser vistas un par de semanas en el cine y después pasarlas rápido y derechito al DVD hogareño. Hasta que la muerte los juntó es el título de este filme elegido para el mercado latino, y que tiene como principal atractivo un elenco que si bien no está repleto de estrellas, tiene algunos integrantes de nombres reconocidos (Jane Fonda, Tina Fey) y otros que se los conoce más por la cara (los casos de Jason Bateman o Rose Byrne). En la aceptable solidez de este grupo recae el desarrollo de una sucesión de hechos, situaciones y diálogos vistos y escuchados en un montón de comedias de tono similar, aunque con algunos leves cambios y retoques. Un paneo general por la historia indica que cuatro hermanos cuyas vidas fueron disparadas para lados muy diferentes y que por lo tanto rara vez se encuentran, son obligados a quedarse durante algunos días en la casa familiar ante la muerte de su padre. Quien los obliga, claro, es la viuda, papel que está a cargo de Jane Fonda, quizá lo mejor del filme. Reencuentro. El director Shawn Levy no se esforzó demasiado en sacar un poco de lustre a un libreto bastante soso, previsible y trillado de lugares comunes, y en muchos segmentos esta comedia no se diferencia de aquellas películas que se veían hace ya varios años por el canal Hallmark, salvo por algunos toques de gracia y un poquito de humor incómodo, pero no más que eso. En los poco más de 100 minutos de película, Hasta que la muerte los juntó se pueden observar la recreación de vínculos que parecían perdidos, procesos de luto que se cierran y que no necesariamente tienen que ver con la muerte del patriarca y problemas que se encuentran en todas las familias y que hacen eclosión durante la reunión. Una comedia livianita que vale la pena únicamente si el cinéfilo empedernido ya se vio todo lo que hay dando vueltas en cartelera.
Moisés digital Hay numerosos clásicos de mitad del siglo XX en adelante donde se pueden ver diferentes versiones de Moisés, pero sólo con las posibilidades tecnológicas actuales se podían mostrar las plagas de Egipto con la eficacia y la grandilocuencia que se pintan en la Biblia. Éxodo: Dioses y Reyes, es una superproducción que costó más de 140 millones de dólares y eso está trasladado a la pantalla, por lo que no cabe reproche al respecto. De todas maneras, para un proyecto de esta naturaleza, no se entienden demasiado bien ciertas decisiones tomadas por el director Ridley Scott al momento de su realización. Para empezar, surge el interrogante de por qué se contrata a actores de la talla de John Turturro, Sigourney Weaver o el veterano Ben Kingsley, si después los van a mostrar apenas en fragmentos de la cinta. Otra de las cuestiones es que si bien al comienzo son disfrutables las secuencias para lucimiento del 3D, casi la primera hora completa tiene un ritmo bastante anodino que contrasta con lo que se aprecia a partir de la segunda mitad. Todo para Christian. Un porcentaje desmesurado de la película tiene al rostro de Christian Bale en algún lugar de la pantalla. Si bien muchos conocen la historia, la acción transcurre 1.300 años antes del nacimiento de Cristo, en tierras del antiguo Egipto, donde un emperador mantiene esclavizados a los hebreos. Cuando Moisés cae en la cuenta de su origen, se alza contra Ramsés y comienza su periplo al frente de más de medio millón de personas para escapar de ahí. Por supuesto, además tendrá que hacerle frente al desafío de las famosas plagas, segmento en el que Scott pega un viraje, con ayuda de la magia digital, hacia el viejo cine de aventuras que nos mantenía entretenidos los sábados a la tarde, en un acierto que eleva la puntuación de una película cuyo comienzo no prometía demasiado. La contraparte de Bale recae en Joel Edgerton (Warrior, El gran Gatsby) y se suma la participación de Aaron Paul (el Jesse Pinkman de la serie Breaking Bad). Éxodo: Dioses y Reyes es un tanque pochoclero en todo el sentido de la clasificación, de manera que los que disfrutan sin prejuicios del puro entretenimiento industrial, se van a encontrar con dos horas y media de un producto de manual y no saldrán defraudados de la sala.
Tres tontos y un secuestro La segunda entrega de Quiero matar a mi jefe trae de regreso al trío de amigos que sufre con los jerarcas. Aunque sin sorpresas y con fórmula parecida, entretiene. Comenzar hablando de una película por lo destacable de su elenco, generalmente implica que en el resto de los aspectos a tener en cuenta para darla por buena se deja algo en el camino. A los nombres de Jason Bateman, su tocayo Sudeikis y Charlie Day, se suman nuevamente en roles secundarios Jennifer Aniston, Jamie Foxx y Kevin Spacey. Pero si faltaban nombres rutilantes en esta secuela, ahí están entonces el talentoso y multimpremiado Christoph Waltz (quizá el más desperdiciado) y el carilindo Chris Pine. Estos dos últimos son los que llegaron a los fines de aportar la vuelta de rosca que se necesitaba para echar a rodar la franquicia, interpretando a un padre empresario y a su hijo. El primero querrá aprovecharse de los tres amigos protagonistas con la finalidad de arrebatarles de las manos un particular, dudoso, pero aparentemente vendible producto. Porque los chicos, hartos de soportar a superiores, habían decidido valerse por su cuenta dándole manija a un emprendimiento propio, que como ya se dijo se verá trunco por la avivada del empresario. Y como en función de lo ocurrido durante la primera entrega se dieron cuenta de que no tienen talla para el asesinato, no se les ocurre mejor idea que secuestrar al hijo del tipo para recuperar lo perdido. Efectiva pero previsible. Los productores de Quiero matar a mi jefe 2 no arriesgaron en lo más mínimo, y simplemente se dedicaron a potenciar las virtudes que hicieron reír al público en la cinta predecesora. Y por supuesto, la repetición exacerbada funciona porque las carcajadas salen a la fuerza. Pero si hay algo que debieran tener en cuenta los popes de los estudios, y fundamentalmente en el género comedia, es que arriesgar vale la pena. Porque si el aporte fresco es efectivo, junto a los gags previsibles el combo se vuelve más interesante aun. Aquí no pasa eso, y solo las secuencias ya vistas un montón de veces son las que logran la risa del público. El trío Sudeikis-Day-Bateman dio muestras de funcionar muy bien en 2011, y en esta oportunidad no se queda atrás. En definitiva, esta continuación cumple con su función de entretener un rato al espectador, con los simples argumentos de humor escatológico, líneas delirantes y un equipo de actores que, en comparación futbolera, bien podrían jugar en el Barcelona.
Aperitivo del final La espera para los fanáticos de la saga de Los Juegos del Hambre ha llegado a su fin. Esta tercera entrega de lo que en realidad es el final de la historia dividido en dos partes, se estrenó este jueves en todas las salas del mundo para traer de regreso a Katniss Everdeen y su lucha contra el malvado Capitolio. En realidad, las acciones de esta película se corren de los tradicionales Juegos del Hambre que dan el título a la franquicia, porque la heroína ya se encargó de dejar en claro en las cintas precedentes que el hartazgo provocado por la tiranía llegó a un pico y por lo tanto son tiempos de rebelión, de lo clandestino y de otros líderes que toman protagonismo. En Sinsajo, uno de esos lugares lo ocupa el personaje de la presidenta Alma Coin, interpretada por Julianne Moore, en oposición al ya conocido presidente Snow, a cargo del veterano Donald Sutherland. Por suerte, no ocurre lo que lamentablemente suele suceder en las sagas con estas características (Crepúsculo, por ejemplo), eso de dormirse en los laureles de la taquilla asegurada y entregar cualquier cosa. Aquí se ve a una Jennifer Lawrence cada vez más metida en su rol de Katniss, con todo lo que implica contar con una mochila de acción y supervivencia, y bien puede hablarse en el sentido interpretativo, como en el íntimo de la actriz y su relación con el personaje. Esto último hay que mencionarlo porque quienes esperen encontrarse con una película que derroche acción en todo momento se van a ver contrariados. Aquí lo que gana en volumen son las tramas, los diálogos y las entrelíneas que tienen que ver con la política, la sociedad, los líderes y la resistencia ante la opresión, las delaciones y los contubernios. No por nada todo transcurre en lo subterráneo. Nostalgias por Phillip. Una cosa que se destaca en la primera parte de Sinsajo es el elenco de secundarios. Ya se mencionaron Julianne Moore y Sutherland, pero se suman Liam Hemsworth, Sam Claflin y el inolvidable Phillip Seymour Hoffman. Con su muerte, hubo que echar mano a lo digital para darle cierre a su participación, aunque ya había grabado todas sus escenas antes del trágico desenlace ocurrido el 2 de febrero pasado. Este filme sirve para dejar las cosas bien servidas hasta el verdadero final. Por eso, cuando los créditos aparecen en pantalla, se viene una nueva espera, esta vez definitiva, hasta dentro de un año.
Zonceras con arrugas La secuela de Tonto y retonto trajo de regreso los mismos personajes y los mismos chistes. El paso del tiempo se hace notar en los protagonistas. ¿Dos décadas es mucho tiempo? Aunque es probable que la respuesta más adecuada sea “depende para qué”, particularmente en el caso de la segunda entrega de Tonto y retonto vale decir que semejante lapso temporal se hace notar. Esa cantidad de años pasaron para que el público pueda volver a presenciar las estupideces que Jim Carrey y Jeff Daniels despliegan con sus personajes de Lloyd y Harry, esos tipos absurdos y bizarros que a mediados de los '90 hicieron despanzurrar de risa a los adolescentes y jóvenes. Y si bien la apuesta de los hermanos Farrelly y de los propios actores era arriesgada en función del tiempo transcurrido, puede decirse que el resultado no está mal. Después del desopilante comienzo que puede verse en el tráiler promocional, en el que Lloyd termina con una jodita que duró esos 20 años, el dúo emprende nuevamente viaje por los caminos para dar con una hija de Harry, quien debería ser la solución a un problema que tiene este último, sin ahondar en demasiados detalles. Como en la primera entrega, esto es la excusa para el inicio de una road movie en la que se desarrolla una sucesión de confusiones, que incluye trama criminal, los esperados gags físicos, el humor escatológico que hizo famosa a su antecesora y las morisquetas faciales de Carrey. Obviamente hay muchos anclajes con la parte inicial, al punto de que a lo largo de la película van apareciendo viejos personajes, y alguna que otra sorpresita (hay que prestar atención a los cameos). Lo mismo sirve. Sin el efecto sorpresa, lo que ofrece esta secuela es una historia similar, los mismos personajes, los mismos chistes y el mismo humor, y aun así la cosa funciona. El espectador que se cansó de ver por los canales de cable la primera entrega, en varios tramos de la cinta sabrá de manera precisa cuál es el golpe que se viene, la respuesta que sigue o el final de la escena. Pero también, de manera inevitable, la carcajada saldrá espontánea, y en definitiva ese es el trabajo que debe realizar una comedia. Tanto Carrey como Daniels demuestran lo bien que se desenvuelven en esto, y logran darle frescura a personajes que todo el mundo vio y conoce, lo cual es decir demasiado. Las caras de pavo, si se hacen bien, son efectivas de joven o de jovato (no hay que olvidar que el primero tiene 52 años y al segundo le falta una velita para los 60). Tonto y retonto 2 tiene algunos altibajos, sobre todo en el encadenamiento del humor, pero a diferencia de continuaciones que resultaron un completo desastre, en este caso dejará conformes a los que rogaban por el regreso de estos dos inadaptados. Claro, no se acerca a la primera. La primera no podrá superarse.
Búsqueda cósmica Es una película donde la ciencia ficción y los grandes planteos de la humanidad se conjugan, con un viaje hacia los confines del universo. Hablar de Christopher Nolan es referirse a un tipo que en el marco de la industria del cine mundial es palabra mayor. Se pueden discutir su talento y sus formas, pero lo que no puede discutirse es el hecho comprobado de que varios de los últimos grandes tanques exitosos, acompañados por una estética distinguible, salieron de su cabeza. Las tres de Batman, El origen o la recordada Memento sostienen tal afirmación. Todo este prólogo viene a colación porque su última película, Interestelar, puede gustar o no, pero si hay algo que no genera, es indiferencia. El filme es una apuesta arriesgada que recuerda por momentos a Gravedad y que no dejará a ningún espectador sin opinión formada. La Tierra parece haber agotado sus recursos y la debacle natural pone en riesgo la humanidad. En ese contexto de final anunciado, Cooper (interpretado por Matthew McConaughey) un ex piloto de la Nasa retirado en una granja, se embarca en un viaje a través del espacio en la búsqueda de un lugar que sea accesible para que la vida pueda continuar en mejores condiciones. Eso será posible ante la existencia de los denominados agujeros de gusano, especies de “ventanas” a través de las cuales se pueden hacer saltos en el espacio. A pensar. Este viaje es la excusa que el guión y los Nolan (el hermano de Christopher tiene mucho que ver con el libro) utilizan para plantear una importante cantidad de temas, y ninguno de ellos es livianito. Para empezar, el runrún ambiental, la degradación de los recursos naturales y el comportamiento ambicioso del hombre; después, el interrogante sobre el futuro que le estamos dejando a las próximas generaciones; y por si fuera poco, las encrucijadas intimistas de los sacrificios que uno está dispuesto a llevar adelante en pos de la salvación de los seres queridos, amén de lo complicado que suelen ser las relaciones familiares y las luchas internas de cada uno. Más de uno seguramente tildará a Interestelar de pretenciosa, y tendrá razón. Pero eso no quita que a los planteos los hace. Descriptiva y con muchas palabras que acompañan el excelente trabajo de fotografía, la peli se extiende casi hasta las tres horas, y a McConaughey lo acompaña un elenco de grandes figuras (Michael Cane, Anne Hathawy, John Lithgow y Jessica Chastain, entre otros). Si ponemos sobre la mesa su extensión, su guión que mete inquietudes para reflexionar a cada rato, una estética cuidada y un final con peso, el resultado da un película de esas que a gran parte del público no le deja muchas opciones en cuanto a recepción: blanco o negro.
Poca batería Es una comedia que lo tiene a Martín Bossi como protagonista principal, pero no logra levantar demasiado vuelo. La primera incursión de Martín Bossi como protagonista principal en la pantalla grande vino a través de esta comedia romántica titulada Un amor en tiempos de selfies, en la que se intenta combinar los elementos básicos del género (dos seres desiguales que se enamoran, idas y venidas, los respectivos trabajos), con las consecuencias que se generan por la utilización de las redes sociales y de adminículos tecnológicos como los smartphones. Pero con esta producción queda demostrado que el histrionismo y la capacidad de metamorfosis que tienen artistas o imitadores talentosos (y Martín Bossi lo es), en ciertas ocasiones no cuaja al momento de darle forma a un personaje. Y esta diferencia se acrecienta cuando el guión está repleto de frases inconsistentes, de situaciones inverosímiles y de seres poco creíbles. Un poco de todo esto es lo que sucede con la ópera prima de Emilio Tamer. La historia cuenta el devenir de Lucas, un comediante “independiente” que se gana la vida dando shows de stand-up ante un puñado de espectadores y con el dictado de clases de teatro. En uno de esos cursos, conoce a Guadalupe, una chica que representa todo lo contrario: profesional, con una carrera en publicidad y marketing, de buen pasar económico y usuaria frecuente de redes sociales como Twitter y Facebook. Charla va, charla viene, se enamoran y comienza una sucesión de situaciones que tienen como motor ese choque de estilos de vida. Sin convicción. En muchas de las escenas, eso es lo que parece faltarle a la película. Da la impresión de que el esfuerzo que puso Bossi para darle rosca a ciertos segmentos (sobre todo a los que se supone son dramáticos) se da de cara con la apatía generalizada. Habría que ver si fue por falta de pericia en la dirección o por el libreto, o por varias cosas juntas. La belleza de María Zamarbide no alcanza para generar una comunión con el espectador, porque sus líneas la ponen en un lugar casi bizarro. Lo rescatable de Un amor en tiempos de selfies pasa por un puñado de momentos de humor, varios aportados por el personaje a cargo de Manuel Wirtz, amigo de Lucas. También llaman la atención los cameos de periodistas y faranduleros de la televisión que van reportando los trapitos de la relación entre los protagonistas cuando toma estado público. Un amor en tiempos de selfies deja claro que no es nada sencillo hacer comedia, y menos aun comedia dramática: si no se da en la tecla, la cosa queda a mitad de camino.
Por mano propia En El justiciero, Denzel Washington encarna a un tipo con pasado oscuro que debe enfrentarse solo contra un montón de peligrosos delincuentes. Con el estreno de El justiciero, regresa una dupla que en su momento supo dar buenos dividendos en la pantalla grande. El director Antoine Fuqua y la mega estrella Denzel Washington la pegaron (cada uno en su rol) en el año 2001 con Día de Entrenamiento, una película que le permitió al actor afroamericano posicionarse como un exponente del cine de acción y encima en el papel de malo (su trabajo le valió el Oscar). Los condimentos eran sencillos pero bien puestos: violencia de barrios bajos, policía novato contra policía veterano y corrupto, y una road movie urbana de 24 horas. En este nuevo trabajo que encararon juntos el primer elemento cobra una preponderancia mayor, porque la crudeza de algunas escenas pueden resultar incómodas para cierto público, aun en tiempos donde ya es costumbre ver sangre a raudales. El protagonista es Robert McCall, un tipo con pasado en las fuerzas armadas que se retiró para llevar una vida tranquila y ganarse el pan a través de un trabajo rutinario. Pero en un bar frecuenta a una joven prostituta que tiene problemas con la mafia rusa, y para ayudarla saca a relucir todo lo aprendido en materia de asesinatos. Basta un botón de muestra para que se desate una guerra que lo tiene a él como único integrante del “bando bueno” y a un montón de delincuentes del otro lado. Y cada vez que liquida a alguien, la cámara se regocija mostrando detalles y planos bien gráficos de los métodos y formas que McCall desempolva. Remake. El filme está basado en una serie de los años 80 titulada The Equalizer, que en realidad es el título original, y la idea central se respeta. Cuando el personaje y sus habilidades explotan, seguramente vendrán a la cabeza del espectador personajes como Jason Bourne o el agente que interpreta Liam Neeson en Búsqueda Implacable: indestructibles, con diez mil variantes para zafar y para liquidar enemigos. Al actor, quien al igual que Liam Nesson anda por los 60 pirulos, todavía le da para llevar adelante estos roles que combinan tranquilidad y pasmo con arranques de furia y violencia. Se trata de una producción que cumple aceptablemente su cometido de entretener a quienes gustan de las secuencias crudas y de, valga la repetición, justicieros que de la nada ponen las cosas en su debido lugar.
Sentencia positiva "El juez" muestra a Robert Downey Jr. en el papel de un exitoso abogado que debe defender a su padre, un magistrado del que se encuentra distanciado. Cualquier película que tenga como principales protagonistas a dos grandes como Robert Downey Jr. y Robert Duvall, es difícil que sea mala. El juez es uno de los estrenos de esta semana en Córdoba, pero no se queda exclusivamente como un filme donde lo único rescatable es el elenco. Se trata de un drama que se desarrolla en el mundo de los tribunales de justicia, aunque la raíz de fondo nada tiene que ver con estrados o leyes, sino con la revisitada pero rendidora crisis familiar. Downey interpreta a un exitoso abogado llamado Hank Palmer, que se encuentra en el proceso de divorcio con su mujer, con el agravante de que tienen una hija en común y las cosas están revueltas. Esto es el prolegómeno para presentar cómo viene la mano con la vida de uno de los dos protagonistas, porque a los pocos minutos se entera de que su madre falleció. Pero al drama que significa esta pérdida, se suma el hecho de que Hank no puede ni verse con su padre, Joseph Palmer, un tipo áspero que también tuvo una gran carrera en los ámbitos de la Justicia, como magistrado. Claro que las razones de tal distanciamiento son muy profundas y se irán dosificando a lo largo de las casi dos horas y media de extensión de la cinta. Como si esto resultara poco, al hijo se le presenta una encrucijada: deberá defender a su padre desde el estrado, porque es acusado de matar a un ciclista con su vehículo. Trapitos al sol. Desde las primeras escenas, el espectador que gusta de las películas donde las actuaciones constituyen el plato principal, se dará cuenta de que con El juez tendrá para darse una panzada. El duelo que mantienen los personajes se traslada al oficio actoral, y esto es ayudado por un libro donde los diálogos y las situaciones se van desgranando con naturalidad, más allá de lo escabroso de la historia familiar. El juez es también una película de búsqueda, porque de alguna manera, el hijo que regresa al lugar donde hacía años no regresaba, deberá lidiar con cosas que creía olvidadas o perdidas, cosas que hacen a su esencia y a lo que lo llevaron a ser como es en la actualidad. No faltan las situaciones donde se sacan los trapitos al sol, donde se desempolvan miserias que estaban bajo candado, y donde se ven las tensiones que generan el resentimiento, el rencor y los reproches. Duvall y Downey Jr. llevan adelante un gran trabajo que hace creíble todo esto, por eso El juez es recomendable para los que quieren un drama con actuaciones sólidas y condimentos sórdidos.