Horas contadas para liberar el odio
La secuela de La noche de la expiación, de DeMonaco, plantea qué pasaría en 2023 en un lugar tranquilo si el gobierno decide durante 12 horas dar vía libre a la actividad criminal. Cinco personajes deben resistir al caos.
En septiembre de 2013 se estrenó La noche de la expiación, un éxito económico del cine independiente made in Hollywood que buceaba en la ciencia ficción de tono realista junto con el afán por la supervivencia de un grupo de personajes. Menos de un año y ya se tiene la secuela, dirigida por el mismo cineasta y, en un principio, con pretensiones parecidas al relato original. 12 horas para sobrevivir, sin embargo, con sus espacios abiertos y un sistema de corte efímero entre plano y plano, toma distancia de la obra anterior, que se ubicaba en pocos interiores que transmitían climas inquietantes y, por qué no, una lectura de ciencia ficción política con mensaje clasista de acuerdo con el devenir de la historia. Ocurre que el nuevo opus de James DeMonaco engorda sus intenciones al declararse como una película donde se cruzan sin culpas la ciencia ficción, el terror y una relectura apocalíptica donde el mensaje político queda demasiado expuesto y al servicio de la acción por encima de la hipótesis. Desde el inicio se conoce el misterio: en 2023 el gobierno estadounidense decide que durante una noche estará permitida cualquier actividad criminal durante 12 horas. Esto merece una explicación, también obvia: no hay delincuentes en el país y por ese motivo nada más extremo que la población libere su odio –en especial, contra los desplazados por la sociedad– dentro de esa acotada franja horaria. De allí surgen cinco personajes (un matrimonio en crisis, una madre y su hija, y un individuo solitario construido para el heroísmo) escapando y resistiendo frente al caos y la violencia del contexto. En la primera mitad, cuando la película presenta a los personajes que resistirán frente a la anarquía del entorno, 12 horas para sobrevivir ofrece sus mejores momentos, nunca demasiado originales, pero sí plausibles a un clasicismo que recuerda a Fuga de Nueva York y Sobreviven del gran John Carpenter. Efectivamente, el culto a la resistencia reinterpretado por el director de Halloween tiene sus ecos en los minutos iniciales cuando DeMonaco se dedica a narrar la intimidación y el acoso al grupo que pelea por vivir. Además, la lectura política cobra importancia, tal como sucedía en la filmografía de ideología anarco-izquierda del creador de La niebla. Lamentablemente, luego se cae en estereotipos y en una avalancha de acción sin pausa que hace olvidar los logros narrativos de la primera parte. De allí en adelante, sólo se está frente a una película más, parecida a tantas otras de los últimos años, donde la batalla final interesa más que una historia de ciencia ficción política donde se anuncia un mundo violento y sin salida alguna.