12 horas para sobrevivir

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

El hombre, lobo del hombre

El título original de este filme (“The Purge: Anarchy”) lo posiciona como secuela de la película que el año pasado se estrenó como “La noche de la expiación”, pero que no tuvo estreno en Santa Fe. Y si bien se plantea como un thriller de acción y violencia, se ubica en un espectro de crítica social similar al que señalamos en estas páginas cuando comentamos la nueva relectura de RoboCop. Pero claro, sin perder unos buenos momentos con gente corriendo desesperada en medio de la furia por calles semidesiertas y mal iluminadas, con esos muchachones enmascarados que salen en el afiche, similares a algunos tramos de “Metallica: through the never”, pero sin thrash al palo.

Volvamos a la premisa de origen: a principios de la década próxima, en Estados Unidos ha tomado el poder una agrupación de derecha que se autodenomina Nuevos Padres Fundadores de América (en referencia al apelativo que reciben los patriarcas de la Independencia). Éstos proclamaron la 28ª Enmienda de la Constitución: cada año, desde las siete de la tarde del 20 de junio hasta las siete de la mañana del 21, habrá 12 horas liberadas para cometer cualquier crimen, incluso el asesinato, sin asistencia de médicos, bomberos ni policías. En esta Purga Anual (aquí traducida como Depuración) la ley protege a los funcionarios y (como habitualmente) el dinero protege a los ricos. Los refundadores exhiben orgullosos las cifras de bajísimo desempleo y mínima tasa de homicidios (el resto del año). Una América próspera sobre la base de eliminar parte de la sociedad, como quien no quiere la cosa.

Perfiles

En esta entrega, se avanza sobre los trasfondos políticos de la cuestión. Pero siguiendo de cerca las andanzas de un grupo heterogéneo: Eva Sánchez (madre soltera latina que trabaja de moza, un perfil redondo) y su hija Cali, ideales para poner el foco en los pobres, para donde va esta historia. También se suman Shane y Liz, un matrimonio disfuncional, caucásico y de clase media, a quienes la mala suerte (por usar una expresión) puso en la misma vereda que a los excluidos (¿la caída de la clase media genera la unidad de clase? Ignacio Lewkowicz se haría una panzada con eso). Y también a Leo Barnes, un policía que está en la calle por propia voluntad, predispuesto a cometer una venganza personal. Pero su buena voluntad lo convertirá en referente de la supervivencia (así como en los westerns los granjeros necesitaba un vaquero que los salve de los otros vaqueros).

Mientras tanto, un tal Carmelo emite comunicados desde la clandestinidad, llamando a la rebelión armada contra el gobierno; se presenta como líder de una organización que lucha contra él. El relato está bien narrado, desde la presentación de cada personaje hasta las sucesivas convergencias; sobre cómo cada etapa de su periplo a través de las 12 horas de violencias va revelando como a la pasada aspectos no dichos sobre la Depuración (qué hacen los ricos, qué hace el gobierno) que refuerzan el carácter clasista del nuevo orden. Y habrá un momento de clímax sobre el final, con lecturas morales incluidas.

Crítica

Algún desprevenido no demasiado progresista puede llegar a concurrir a la sala cinematográfica con la expectativa de encontrarse con alguna celebración de “justicia ciudadana”. Pero lo que ha gestado James DeMonaco es una distopía pensada desde una posición de izquierda, que suma dos tendencias vigentes en los Estados Unidos: la cultura de las armas (que Michael Moore mostró en “Bowling for Columbine”) y el pensamiento republicano extremo de que la forma de acabar con la pobreza es acabar con los pobres.

De yapa, los ricos que aparecen son exageradamente detestables (y son los únicos que salmodian las consignas de los “refundadores”) y en la figura de Carmelo se simboliza una idea con la que el cine de Hollywood coquetea: una facción guerrillera en territorio anglosajón (sólo cuando el gobierno sea “muy malo”, eso sí, como en “V de Venganza”).

Vínculos

Desde la parte actoral, los mayores hallazgos son Frank Grillo como el sargento Barnes y Zoë Soul como Cali. Si el primero es un vengador cuyo buen corazón lo desvía de su camino, la segunda es quien lo guía moralmente. Además, el vínculo sale tan natural que hace que Carmen Ejogo (Eva) sea la que tenga que sumarse a esa familia ensamblada. Otra cosa que funcionó fue sumar a Zach Gilford y Kiele Sánchez como Shane y Liz: casados en la vida real, tienen algunos momentos donde pueden mostrar su química de pareja.

El resto del elenco está reducido a roles secundarios, pero se puede destacar a John Beasley como el papá de Eva, Justina Machado como Tanya (la compañera de trabajo de Eva), Jack Conley como el enigmático Big Daddy, Michael K. Williams como Carmelo y alguno más.

Todo indica que puede haber una próxima entrega de la saga. La cuenta regresiva para la próxima Depuración está corriendo...