Cuando la vida no vale nada
En una escena de 12 horas para sobrevivir (The Purge: Anarchy, 2014) uno de los protagonistas se “sacrifica” por su familia por una suma de dinero. Unos millonarios de las afueras de la ciudad pagó 100 mil dólares para asesinarlo pulcramente en la quietud de su domicilio. La escena dura segundos, pero en ella está la clave de una película en la que ningún convencionalismo, más allá de alguna que otra ley de género, es respetado y justamente ahí radica su frescura.
Si en su predecesora La noche de la expiación (The Purge, 2013), la posibilidad de poder durante 12 horas matar a alguien sin ser culpado, dotaba de potencia a la clásica historia de encierro infructuoso (ya visto en La habitación del pánico, por ejemplo) con tinte de denuncia social y política, ahora la anarquía dirige todo. En esa primera entrega de esta saga se narraba cómo el pueblo norteamericano, en un futuro no tan lejano, se prestaba a una noche en la que todo valía con tal de reducir el crimen y la violencia generalizada.
Para los que esperaban ver una secuela, 12 horas para sobrevivir tiene una sorpresa, porque en vez de asistir a ver cómo las familias se encierran a resguardarse de las hordas que arrasarán con los más desvalidos, la acción ahora se desarrollará en la calle y con los más desprotegidos. La tensión de la dicotomía dentro/fuera es resuelta en esta oportunidad con un afuera arrasado y apocalíptico, que en 12 horas espera solucionar conflictos entre los protagonistas más allá del rango etario y social. Los ricos que quieren cazar pobres, y los pobres corren y tratan de escapar mientras el caos se desata.
Ya no hay un núcleo familiar sino un líder (Frank Grillo), que ayudará a un grupo de personas que deberán aliarse para poder sobrevivir a las 12 horas de la purga. Habrá una madre y una hija Eva y Cali (Carmen Ejogo y Zoë Soul) y una pareja a punto de separarse (Zach Gilford y Kiele Sanchez) que lucharán por sus vidas, independientemente de su ideología.
James DeMonaco dirige con holgura una película que encuentra el punto justo entre el splatter y la denuncia apocalíptica, hablando de un futuro probable en una sociedad cada vez más retraída en los hogares.
12 horas para sobrevivir, al igual que La noche de la expiación, es la respuesta de Hollywood a un síntoma de época, y que más allá de plantear una idea alocada (Robocop también lo era y hoy ya se están construyendo los primeros robots policías en Estados Unidos), a través de potentes imágenes mediatizadas, lo único que se hace es reforzar un contexto afín para su consumo y disfrute.