Cuando Amanda Seyfried hizo su primera aparición en el cine en el filme “Chicas Pesadas” (2004) llamo la atención. Si bien su personaje era secundario, ya en esa ocasión robaba pantalla. Algo había en esta chica que, teniendo un papel chico, aunque se diga que no existen, los espectadores, sobre todo la platea masculina, la recordaba de la misma manera que a sus protagonistas.
Luego construyo una carrera cinematográfica signada por las malas elecciones. Algunas tuvieron su éxito comercial, como fue el caso de “Mamma Mia” (2008), junto a grandes como Meryl Streep, Julie Walters, Pierce Brosnan, Colin Firth, donde fue tan buena su performance que no quedo opacada por la selección de actores y actrices que la acompañaron.
También tuvo grandes fracasos, como “Chloe” (2009), “Cartas a Julieta” (2010), o “La Chica de la Capa Roja” (2011), si bien ello no fue debido a su actuación pues ella siempre sale airosa.
En “12 horas” estamos en el mismo recorrido. Podría decirse que hay demasiada actriz para un personaje sin demasiado vuelo en un argumento cinematográfico remanido, previsible, chato, tratando de instalarse como un thriller psicológico o de suspenso. No hay ni una cosa ni la otra. Aunque habría que reconocer que el director brasilero afincado en Hollywood le pudo dar una impronta que el guión no expresaba en ningún sentido, creando climas que hacen más llevadera la progresión dramática del relato.
Los elementos están. La idea original, aunque realmente no lo sea, hasta parece buena. Comienza mostrándonos a una joven que busca reconocer los espacios en un bosque, no sabemos cual es la razón, pero se instala esa búsqueda en la primera secuencia donde se despliega lo mejor del filme, ya que sin que nada ocurra la inquietud del personaje se transforma, y se transporta, como inquietante para el espectador.
Luego el guionista y el realizador desvían esa estructura y la estética utilizada, ya sea desde la música, los movimientos de cámara, la luz, el color, los tonos, para pasar a un producto meramente de industria al terminar la primera secuencia. Allí pierde todo el vigor ganado en los primeros minutos.
Jill (Amanda Seyfried) regresa a su casa luego del trabajo y descubre que su hermana, con la que vive, ha desaparecido. Sospecha, por algunos indicadores y señales en el espacio físico, que ha sido secuestrada por la misma persona que la había raptado a ella hace dos años, de la que pudo escapar de milagro atravesando el bosque presentado en la primera secuencia.
Nadie le cree, ni ahora ni antes. La creencia más común por parte de toda la policía es que ella, siendo una ex paciente psiquiatrita, luego de su experiencia, alucina tal cual una psicótica delirante, salvo el novato Peter Wood (Wes Bentley), quien no sabemos si le cree por que es extremadamente bella o por que lo convence el relato de ella.
Sola, sin nadie como apoyo, decide ir en busca de su hermana. Salvarla es la premisa principal, y si de paso se puede vengar mejor, para lo que sabe que cuenta con muy poco tiempo.
De estructura clásica, muy centrada en el género con todos los giros narrativos comunes de este tipo de cine, aunque con muchos baches, esta trabajada con buen ritmo en cuanto al montaje, buena dirección de arte, destacándose la fotografía, un buen diseño de sonido y una presencia en pantalla casi constante por parte de su protagonista, que, como mencione anteriormente, sale gallarda.
Lo cual uno debería suponer que lo que debe hacer la bella Amanda no es cambiar de profesor de actuación sino de representante, ya que los proyectos que le traen la van a terminar de hundir en el ostracismo.