Amanda Seyfried es una joven que se está consolidando en Hollywood por todas las razones correctas excepto una: buenas películas. Si bien tiene rachas con cierta aceptación y proyectos interesantes (Chloe, In Time) son más las veces que se utiliza su cara bonita para atraer a la audiencia que por la calidad intrínseca de los mismos (Red Riding Hood, Dear John, Jennifer's Body). En Gone esta variable se vuelve bastante polarizante, con su trama digna de cualquier capítulo de una serie policial á lá CSI pero que curiosamente tiene el detalle de un protagónico por parte de la actriz lo suficientemente atrapante como para cumplir su cometido.
Jill es una joven moza de una cafetería que vive con su hermana universitaria; por razones que más temprano que tarde conoceremos, es una chica muy paranoica. Hace dos años alguien la raptó y la dejó en un pozo en el medio de un parque nacional inmenso, aunque es la única víctima mujer que logró escapar de sus garras. Cuando su hermana desaparece, Jill está convencida de que es el mismo asesino que ha regresado por ella. ¿La vuelta de tuerca? La policía no le cree nada, debido a que no encontraron ninguna evidencia de su rapto y por ello fue encerrada en un instituto mental. Con las fuerzas policíacas en su contra y sin nadie que le crea, es tarea de Jill encontrar a su hermana antes de que se le acabe el tiempo.
Gone goza de una producción estupenda: una dirección impecable, cortesía de Heitor Dhalia, brasileño que debuta en el cine angloparlante, una cinematografía hermosa que muestra a los bosques de Oregon en todo su esplendor, un elenco suficientemente aceitado relleno de actores mayormente secundarios pero solventes y una banda de sonido agradable. El aspecto que no le permite sobresalir es el guión, firmado por Allison Burnett, alguna vez escritora de la romántica Autumn in New York y que en su reciente haber tiene Untraceable, Fame y Underworld: Awakening. El mismo es sencillo, casi de manual, siguiendo un camino de evidencias cual sendero de migas hasta el conflicto final, con un desarrollo en donde no faltan las pistas falsas ni las miradas sospechosas.
El pegamento que mantiene unido a todos estos elementos es la magnética actuación de Amanda Seyfried quien, incluso con una historia carente de escenas creíbles de suspenso, se carga la película al hombro y se pasea durante todo el metraje mintiendo y amenazando para descubrir el paradero de su hermana menor.
Bajando las expectativas al mínimo quizás uno pueda disfrutar de Gone, ya que es lo suficientemente competente como para mantener al espectador interesado por lo que ocurre en la pantalla. Aquellos que busquen una película de suspenso con una trama más revuelta saldrán decepcionados.