El miedo es la película
Si alguna vez se pensó que a partir de Mamma Mía! la joven Amanda Seyfried tenía un talento para desarrollar (en Chicas pesadas estaba bien, hay que reconocerlo, aunque eso fue antes), la muchacha se está empecinando en tirar abajo su carrera: Querido John, Cartas a Julieta, La chica de la capa roja, El precio del mañana son demasiadas malas películas para hacerlas todas juntas y sin ponerse colorado. Evidentemente la piba o necesita filmar mucho para instalarse como la nueva estrellita de Hollywood o no tiene un buen representante que la aconseje respecto de qué decisiones tomar. A esta serie de desaciertos se suma ahora 12 horas, uno de esos thrillers sin pies ni cabeza que la juega de misterioso, que pretende tirar un final revelador -en algún sentido- y que no es más que una serie de incongruencias pegadas por obra y milagro de un guionista con demasiada buena voluntad en hacer pasar sus mediocres ideas por giros interesantes. 12 horas hace recordar a aquellos thrillers medio pelo que en los 90’s eran mayoría y que, muchos de ellos, llegaban directo al VHS. Un film carente de interés y sólo apreciable en su última media hora, cuando si uno suspende la incredulidad puede tensionarse algo con el viaje de la joven protagonista al medio de un bosque donde fue supuestamente abusada tiempo atrás.
Seyfried es Jill, una chica que debe vivir bajo control por sus desequilibrios psiquiátricos desencadenados por episodios recientes, cuando según ella fue secuestrada por un asesino serial y metida en un pozo en el medio de un bosque. Jill vive con su hermana -sus padres murieron- y está obsesionada con aquel suceso. Más aún, porque nadie le cree: la policía nunca halló rastro del supuesto asesino, ya que la chica logró escapar y contar su historia pero nunca más volvió a encontrar la guarida y demás elementos probatorios. Así las cosas, la hermana de Jill desaparece y no faltará mucho para que esto dispare viejos recuerdos de la muchacha: ante el descrédito de los agentes del orden (por poco que le toman el pelo), ella misma se pondrá a investigar el caso. Al menos en mi caso, cuando cuento mucho de la trama es porque no tengo nada para decir de la película. Es que 12 horas avanza sobre una premisa casi imposible: que una víctima de un abuso tal tenga el coraje para inmiscuirse en algunos asuntos como se mete esta chica, es un disparate que se choca con la realidad. Y el problema de este thriller de Heitor Dhalia es que nunca llega a construir un verosímil que nos haga creíble lo que ocurre. A partir de eso, es imposible seguir con un mínimo interés el film, mucho menos cuando comienzan a aparecer personajes imposibles como el de Wes Bentley, que uno no sabe muy bien qué rol cumple para el peso que se le da. 12 horas es definitivamente un film ridículo, al que hay que sumarle un final imposible por tonto y porque supone cierta canchereada ingeniosa. Como se dice habitualmente, una película innecesaria: mucho menos para Seyfried, que si sigue involucrada en este tipo de películas se convertirá en la chica de los thrillers pedorros.