Obsesión mejorada por el director
Si la sinopsis dice, con entusiasmo digno de mayor causa, «Cuando su hermanita desaparece, Jill está convencida de que ha vuelto el asesino serial que tiempo atrás la había secuestrado», etc., ¿qué duda cabe de que el asesino serial ha vuelto de veras, que la chica estará sola en medio de la noche, que la policía tardará en creerle y mostrar eficiencia, que ella se largará a investigar y provocar a las fieras por su cuenta, en pleno bosque y en plena noche, y todo lo demás? ¿Y que por ahí nos entrará la duda, y en una de esas la policía tiene razón y la loca es ella? ¿Y que a esta película ya la vimos, y si no fue ésta fue una bastante parecida?
Lo bueno de estos entretenimientos de miedo es que uno puede asustarse o inquietarse por el destino de la chica, al mismo tiempo que se divierte con los lugares comunes y las tonterías del argumento, el ritmo de los acontecimientos, y sobre todo con el juego de adivinar el final. Para el caso, quien firma el guión es Allison Burnett, culpable de haber hecho los libretos de «Otoño en Nueva York», «El juego del amor» y «Fama» (la remake). Pero el director es Heitor Dhalia, que algo aporta.
¿Y quién es este brasileño de apellido tan florido? Bueno, es el libretista de «As tres Marías», que se tomaban tamaña venganza a través de sus hijas, y el realizador de «Nina», un thriller con dibujitos que para algunos fue la mezcla de Dostoievski con David Lynch, y de una historia que lo llevó a Cannes y fue distribuida por una major, «A deriva», donde una nena está feliz con su familia hasta que ve a su padre con otra mujer que no es la madre, y ve también una pistola (el padre lo interpreta Vincent Cassel, siempre con cara de degenerado). Pero, sobre todo, Heitor Dhalia es el autor de «O cheiro do ralo», que cordialmente podría traducirse como «El olor a desagüe tapado».
En este caso el personaje es un prestamista obsesionado por la preciosa bunda de una camarera y el asqueroso olor que hay en el baño. Nunca se sabe para dónde va a dispararse la historia, ni hasta dónde llegará el personaje con sus obsesiones. Todas las criaturas de este director son obsesivas. Incluyendo la de «Doce horas», que por suerte dura poco más de hora y media. Si se estiraba un poquito ya hubiera aburrido, o, peor aún, más gente le hubiera adivinado el final.
No corresponde contar ni siquiera el desarrollo. Pero sí decir que Dhalia está pagando su derecho de piso en Hollywood, y que la protagonista Amanda Seyfried está bastante linda, aunque siempre se la verá mejor en las comedias románticas. Esta de romántica no tiene mucho que digamos.