Este drama basado en hechos reales cuenta la historia de Aron Ralston, un escalador de montañas que tras caer en una grieta permanece atrapado bajo una roca sin que nadie sepa de su paradero.
Como hiciera años atrás con Slumdog Millonaire, Danny Boyle decide narrar nuevamente una historia de aquellas en las que el espíritu triunfa sobre la adversidad. Desde un primer momento se sabe que Aron Ralston emergerá victorioso de la lucha entre la vida y la muerte, y esto es porque el autor decide poner en los créditos que su guión se basó en el libro autobiográfico del escalador. De esta manera el director hace saber a la audiencia lo que a él le importa, que no es el suspenso de muerte sino el de supervivencia, cómo es que hizo el protagonista para salir con vida de esa situación límite.
¿Debe un director dejar a un lado aquello que lo hace único para hacer films más convencionales? Yo soy de la idea que no, hay quienes filman en forma indistinguible y hay otros que hacen un cine con marca personal, ese cine que se destaca de la media y su realizador puede ser reconocido en cada fotograma. Herzog, Fincher o los hermanos Coen lo hacen, Danny Boyle también, y si bien es algo bueno, en esta película en particular supone un problema. Utilizando uno de los ejemplos arriba mencionados, los Coen tienen un estilo propio que se identifica siempre, hagan un drama o una comedia negra, sin embargo son capaces de despegarse de él en beneficio de la historia, tal es el caso de Temple de Acero, llamada con justeza la menos coeniana de sus películas. La marca Boyle se encuentra en diferentes pasajes de 127 horas, no siempre favoreciendo a un film que podría haber logrado mayor provecho del enfoque minimalista. De esta forma el director no se conforma con crear una atmósfera sofocante con pocos recursos y se pasa de efectista, insertando un contador de temperatura o publicidades de gaseosas para subrayar el sufrimiento del protagonista, cuando alcanza y sobra con la excelente actuación de James Franco.
Hace tiempo que ha quedado demostrado que este joven actor no sólo es bueno sino también versátil, destacándose en roles dramáticos o cómicos (ver la subvalorada Pinneaple Express para que quede claro). Sin embargo un papel que debe fluctuar entre tantos estados de ánimo en un espacio confinado y ser creíble en el intento es todo un reto actoral, el cual Franco supo sobrellevar con destreza, otorgando uno de los mejores trabajos de su carrera.
Más allá de lo mencionado respecto al director, 127 hours es una muy buena película, que cuenta con buenos trabajos tanto detrás como delante de cámara. De por sí se parte de una historia verídica sumamente poderosa, y es un logro de todos el poder transmitir un estado de aislamiento y desesperación total, causando una identificación inmediata con la remota situación. Nuevamente la fortaleza del hombre es el tópico de este director que seguirá afianzándose como uno de los favoritos dentro de la industria (algo que no es necesariamente bueno). Siempre que se mantenga a raya con realizaciones que no sólo sean éxitos de público y crítica, sino que también tengan un bajo presupuesto para Hollywood, Danny Boyle tendrá un cómodo asiento asegurado.