José Sacristán en un exorcismo innecesario
Esta película española dirigida por Jacobo Martínez, se adentra en el subgénero de exorcismos y plantea una reflexión sobre el papel de la religión católica en las represiones sociales.
Aunque la mayoría de las películas de este género tienen escasa calidad, 13 exorcismos (2022) aporta algunos elementos interesantes a pesar de utilizar clichés reiterados.
La trama comienza con Laura Villegas (María Romanillos), una adolescente que desea asistir a una fiesta de Halloween con sus amigos, pero sus padres, que son católicos ortodoxos, no le permiten hacerlo. Laura huye de casa para acudir a la fiesta, donde termina participando en una sesión de espiritismo que provoca que un demonio la persiga y finalmente posea su cuerpo.
La película explora tanto el castigo que recibe Laura de sus padres por su desobediencia, como el terror demoníaco que vive la protagonista. El demonio se presenta como un ente conservador/represor dispuesto a exterminar cualquier insinuación de pecado desde la violencia más reaccionaria. Así, la culpa y el castigo por pecar acosan a Laura tanto como el espíritu invocado.
A partir de ahí, la película se centra en la presencia del demonio en la vida de Laura, que se manifiesta tanto en su hogar como en la escuela. La trama sigue los patrones clásicos de una historia de fantasmas, con la entidad maléfica que acosa a la protagonista. Sus padres, que no creen en teorías psicológicas, no dudan en llamar a uno de los 15 curas aprobados por el Vaticano para dicha tarea.
Uno de los puntos fuertes de 13 exorcismos es la actuación de José Sacristán como el cura encargado de realizar los exorcismos. El veterano actor se pone la túnica para el rol que alguna vez interpretó Max Von Sydow, dando credibilidad a la fantástica historia.
A pesar de esto, la película utiliza numerosos clichés del género, desde la larga cabellera negra de la poseída hasta la aparición de fantasmas con estruendos sonoros y voces de monstruo saliendo de la boca de la protagonista. Una batería de efectismos innecesarios, que diluyen la idea de que los castigos en nombre del bien pueden ser más aberrantes que el mismísimo infierno.