Van a pasar un largo tiempo hasta que el cine español vuelva a ofrecer una película sobre posesiones demoníacas que alcance el nivel artístico de Verónica, la obra de Paco Plaza que se estrenó hace unos años en la cartelera local.
Por lejos el mejor material que surgió en esta temática dentro de las producciones de ese país.
13 exorcismos contaba con el gancho de inspirarse en un caso real ocurrido en el 2014 en la ciudad Burgos, donde una joven fue sometida a toda clase de torturas a través de rituales arcaicos con el fin de extraerle una entidad maligna de su alma.
A partir de ese hecho la ópera prima de Jacobo Martínez intenta construir una película que nunca llega a encontrar una identidad definida.
El relato no deja claro si busca desarrollar un drama social relacionado con el fundamentalismo religioso o un thriller sobrenatural.
Una combinación que en el pasado el director Scott Derrickson trabajó con mucha más efectividad en El exorcismo de Emily Rose que jugaba además con los litigios judiciales.
La película de Martínez es una obra penosamente genérica y aburrida que recopila todos los clichés de manual que el público puede asociar con esta temática.
No faltan las voces distorsionadas y las contorsiones corporales para retratar los burdos momentos de las posesiones y el infaltable clon del padre Karras de El exorcista, personificado en el rol que encarna José Sacristán.
Los momentos de terror brillan por su ausencia, al igual que las ambientaciones de suspenso debido a que la narración se estanca en un collage de situaciones predecibles que vimos infinidades de veces en otras películas.
La labor de Martínez no hace el menor esfuerzo por evadir los lugares comunes del subgénero y por eso su visionado resulta una experiencia tediosa.
Una pérdida de tiempo que se puede ignorar con la tranquilidad que no te perdés nada relevante.