Hace años que la luz creativa de la lamparita dejó de brillar y parecería que en Disney ya están resignados con la decadencia de Pixar al punto que ni siquiera le ponen esfuerzo a la promoción de las películas. Elementales llega a los cines en silencio sin los bombos y platillos que acompañaron las grandes campañas de marketing del pasado cuando creían que se comían el mundo de la animación. Si bien el espectáculo que ofrece es mucho más ameno que el bodrio de Lightyear se trata de un film menor e irrelevante que será olvidado enseguida antes que termine el mes de junio. Entre los aspectos positivos se puede destacar la intención del director Peter Sohn (The Good Dinosaur) por desarrollar la trama dentro de la comedia romántica. Una idea que no había sido explorada en los trabajos previos de la compañía. A través de una historia de fantasía que elabora una alegoría sobre las parejas interraciales, Elementales evoca la época de gloria de un género que falleció hace un tiempo en Hollywood. Si bien hay varias referencias a películas de ese tipo de los años ´90 y la era dorada de Meg Ryan, el relato de Sohn no esconde la influencia de dos clásicos emblemáticos como Guess Who is coming to Dinner (1967) de Stanley Kramer y Moonstruck (1987), de Norman Jewinson, de la que toma todo el retrato de la clase obrera inmigrante. Aunque se le puede objetar burdo comentario social, bien al estilo Pixar donde nunca existió el concepto de la sutileza, también es importante resaltar que el film no se olvida de entretener a los más chicos. Los personajes inspirados en los elementos naturales son divertidos y se desenvuelven en un mundo de ficción que resulta muy atractivo desde los aspectos visuales. En ese sentido la mayor virtud de esta producción se encuentra en el estupendo trabajo de world building que tiene la sociedad que rodea a los protagonistas. Una cuestión que no es un tema menor ya que la película te deja con ganas de seguir explorando todo el contexto fantástico y los escenarios que ambientan la trama. El conflicto principal centrado en la atracción de los polos opuestos es ameno y la narración del director no se excede con el melodrama. Tal vez los personajes no tengan el carisma de otras creaciones que brindó este estudio pero al menos ofrecen un espectáculo decente dentro del género de animación. Como propuesta familiar zafa y tiene contenido para entretener a un público de diversas edades.
Al momento de comprar la entrada bajen considerablemente las expectativas porque el contenido del film no está a la altura del hype sobredimensionado y artificial que se creó en una oficina de Los Ángeles. Se suponía que los cadetes de marketing que operan para el estudio, disfrazados de comentaristas de cine, tenían que difundir una reacción positiva de la película, sin embargo la terminaron por convertir en la gran “obra maestra del género de superhéroes” y “la mejor producción de DC de los últimos 30 años”. Elevaron a un nivel demencial la exageración al punto que el material que se presenta en las salas no es compatible con la mentira que vendieron en las últimas semanas. Describir a Flash como una obra de Andy Muschietti es un despropósito ya que se trata de una película sin alma, intervenida, manoseada y manipulada por el estudio Warner, cuyo rodaje se desarrolló durante un período caótico de la compañía a raíz de los cambios de management. Muschietti perdió el control creativo del proyecto desde el momento en que le impusieron el casting de Supergirl, las nuevas raíces latinas de Barry Allen e infinidades de problemas que algún día tal vez lleguemos a conocer en detalle. En esencia Flash no es otra cosa que una sitcom anclada en la nostalgia añeja donde la fantasía de los cómics ocupa un segundo plano. Si celebraste el Thor de Taika Waititi, aplaudiste Guardianes de la Galaxia 2 y te descostillaste de risa con el Shazam de Zachary Levi es un acto de coherencia que te encante este estreno y está perfecto. En ese caso no puedo aportar mucho más en la reseña. Sean felices y disfruten los pochoclos. Para el resto, tengo un par de cosas que expresar al respecto. Dentro del casting que Zack Snyder escogió para la Liga de la Justicia Ezra Miller siempre fue la opción más cuestionada. Tiene que ver con su estilo de interpretación. El modo en que transmite los diálogos y sus expresiones faciales generan una incomodidad absoluta porque la composición del personaje apunta a retratar al superhéroe como un ser patético y pusilánime. Inclusive por momentos hasta da la impresión que padece algún tipo de desequilibrio mental. Lejos de atenuar esta cuestión en la película de Flash no tuvieron mejor idea que potenciar esos rasgos con una veta mucho más cómica y el resultado es fatal. Miller interpreta dos versiones del personaje principal y la nueva es peor que la anterior. La primera hora es la más complicada y como mencioné en mi reacción inicial tuve que hacer un esfuerzo para no abandonar la sala porque la pasé horrible. No es divertido ver a Barry travestido con las ropas de una anciana o corriendo desnudo por las calles como un imbécil. Miller se pasa de freak y genera un rechazo permanente con su patética sobreactuación y el modo en que maneja la comedia y las situaciones melodramáticas. No está mal que esta clase de películas tengan humor pero en este caso lo llevan a un extremo que termina siendo tedioso. Hacia el final intentan crear un momento emotivo con la madre del protagonista (pobre Maribel Verdú) que califica entre las secuencias más incómodas que se registraron en una producción de Warner de los últimos años. El primer alivio llega con una escena de acción que distrae al relato de la estupidez e incluye al Batman de Ben Affleck. Lamentablemente el actor tiene una intervención muy limitada y enseguida se toma el palo como si expresara “ya me quemé una vez con esto, ahora que Michael Keaton levante el muerto”. Tras el primer acto fatídico entonces llega San Michael para ponerle un poco de onda al espectáculo pero tampoco puede hacer milagros. Un regreso donde por momentos sobrevuela el fantasma del Luke Skywalker del episodio 8 de Star Wars. El tema con la explotación tóxica de la nostalgia es que por más que suene la melodía de Danny Elfman y Keaton se ponga el traje de Batman vos no vas a tener nueve años otra vez y Warner tampoco puede replicar el fenómeno cultural de 1989. Fuera del contexto de la obra de Tim Burton en este argumento al personaje se lo percibe como un sapo de otro pozo y no ayuda para nada que tenga que interactuar de manera forzada con la versión hermanos Farrelly (con vómito incluido) de Flash. Pese a todo, Keaton le saca agua a las piedras con su labor y consigue que puedas completar el visionado, más allá del cierre bochornoso que le dan a la participación de Batman. El supuesto “gran regreso” deja sabor a poco. Sasha Calle por su parte compone una adaptación libre de Supergirl y en su primera aparición reparte más piñas que Henry Cavill en todas sus intervenciones como Superman. No encuentro un argumento sólido para objetar su labor donde por lo menos le aporta al personaje la dignidad que brilla por su ausencia en la interpretación de Miller. Cabe resaltar que la heroína no tiene chance de aportar nada significativo en el relato y es utilizada como un elemento decorativo. Hace unos años se estrenó Spiderman: No Way Home que trabajaba un concepto similar y también contenía un primer acto complicado donde también estaba presnete la trillada explotación de la nostalgia. Sin embargo la aventura que ofrecía era mucho más llevadera. Una debilidad enorme de Flash es la ausencia de un antagonista notable o interesante que genere tensión en el conflicto. Michael Shannon en piloto automático no aporta nada como el General Zod y termina muy deslucido y la idea que Barry sea su propio enemigo resulta pobremente ejecutada. Por otra parte, la desidia creativa con la que se aborda el Multiverso es abrumadora como si los realizadores no hubieran sabido que hacer con ese concepto. De hecho, la gran batalla final, que por cierto no podría haber sido más genérica, tiene lugar en un desierto mundano donde los héroes combaten a un grupo de kriptonianos maléficos. No deja de ser una curiosidad que DC le puso más dedicación y cariño a la miniserie televisiva, Crisis en las Tierras Infinitas, que hicieron con dos mangos. Luego intentan compensar todo con una secuencia artificial de fan service donde le rinden homenaje a las grandes glorias audiovisuales de la franquicia que parece un material eliminado de Space Jam 2. Ya no se trata de valorar una película por una historia creativa y conceptos de fantasía bien desarrollados sino de aplaudir cameos bobalicones en CGI que no son otra cosa que tapa baches burdos de mercadotecnia. Inclusive ese apego a la nostalgia añeja en la que se estanca el film por momentos termina siendo depresivo y queda la sensación que esta es la película de Flash que se merece la cultura geek de la actualidad. En lo referido a la puesta en escena los efectos especiales son bastante pobres con secuencias de CGI que parecen haber sido realizadas en el 2002. Dentro de este campo técnico las peleas de Supergirl son las más afectadas y se contraponen a las de Batman que al no depender del artificio digital quedan mejor paradas. Flash tampoco es la peor película de superhéroes que vimos en los últimos años pero demanda paciencia ya que tiene un inicio complicado y el último acto es un caos. En última instancia la experiencia también depende de cómo conectes con el estilo de humor que proponen los ejecutivos de marketing de Warner que fueron responsables de esta producción. Para sufrir menos mi recomendación es entrar a la sala una hora después de iniciada la función. La otra opción es llegar temprano, te tomás un café y le pides a un empleado del cine que te avise cuando entre Keaton en escena y de ese modo el espectáculo se hace más ameno. La buena noticia es que Flash es tan intrascendente en su contenido que James Gunn, la última bala de plata que le queda a DC, puede reiniciar la franquicia otra vez sin problemas. Aunque después de ver esta película creo que el único material decente que vamos a encontrar en el futuro surgirá únicamente de las producciones animadas. DC necesita encontrar un equilibro y salir de los extremos. En un par de años pasamos de la depresión bucólica de Snyder a la idiotez radicalizada que primero implementó Marvel. Si sos muy fan de este personaje (mis condolencias) y entendés que Mark Waid no es una línea de calzado deportivo hay que tomarse con calma el estreno y esperar a que algún día llegue una representación más digna. Por el momento John Wesley Shipp, el protagonista de la serie de 1990, retiene la corona como el mejor Barry Allen live action de todos los tiempos. Que les sea leve.
Disco de oro narra la historia del productor musical Neil Bogart, quien fue fundador del sello Casablanca Records, responsable de impulsar en los años ´70 las carreras de la banda KISS, Donna Summer, Gladys Knight y los Village People. Si bien la compañía eventualmente quedó asociada al auge de la música disco dentro del rock también trabajó con bandas tremendas de aquellos años, como Fanny y T-Rex y Parliament, dentro del funk. Bogart fue además uno de los pioneros del Bublegum Rock que tuvo una enorme popularidad a mediados de la década de 1960 con canciones que le disputaron a Elvis la lista de los temas más escuchados. Esta película se anunció hace unos años con bombos y platillos en el Festival de Cannes y en su etapa inicial iba a contar con la dirección de Spike Lee y las presencias de Justin Timberlake, Samuel Jackson y Richard Dreyfuss en roles destacados. Al final la terminó dirigiendo el hijo del productor musical, Timothy Scott Bogart, con un presupuesto mucho más limitado y un reparto menos popular. El rol principal quedó a cargo de Jeremy Jordan (Rock of Ages) quien es acompañado por Michaelle Monagham y Jason Isaacs en papeles secundarios. Jordan se carga en sus hombros la película con una muy buena interpretación dentro de una biopic que no busca la rigurosidad histórica sino en retrato festivo del protagonista a través de un espectáculo musical entretenido. En cierta manera se podría decir que es la versión clase B de Bohemian Rapsody centrada en la historia de Casablanca Records. Los fans de KISS notarán con facilidad las libertades creativas que presenta el guión de los hijos de Bogart, como las circunstancias que rodearon el origen de la canción Beth. Una particularidad extraña del film es que las figuras famosas de la música son interpretadas por artistas que no se parecen en nada a ellos. El caso más notable es de la cantante Tayla Parx que no podría lucir más diferente a Donna Summer. Pese a todo, esta producción logra ser amena y despierta interés por el contexto histórico que explora dentro de la cultura popular. Uno de los ganchos más interesantes de la trama reside en el proceso de mercadotecnia que desarrolló Bogart para poder vender con éxito a KISS y Summer que eran incomprendidos en un comienzo por la industria musical y el público. Hoy con el diario del lunes sabemos que la banda de Paul Stanley explotó con la edición del disco en vivo Alive y en el caso de la reina del disco con el single de 16 minutos de Love to Love You Baby, que fue completamente disruptivo en las radios de aquellos días. El modo en el productor le encontró la vuelta a esos proyectos está muy bien trabajado dentro del argumento y compensa el resto de las libertades que se toma la biografía. Reitero, para tratarse de una producción clase B que se hizo con un presupuesto moderado el resultado final es decente, aunque queda la sensación que el género documental hubiera sido el mejor vehículo para acercar esta historia al público.
Boogeyman tal vez no sea una película memorable de terror ni quede en el recuerdo entre los estrenos más notables del género del 2023, sin embrago con todas sus debilidades sobresale como la mejor producción que se hizo hasta la fecha con la figura del Cuco. Una criatura mitológica que dentro del cine contaba con dos trilogías que nunca llegaron a tener demasiada popularidad. La primera, que robaba de manera descarada elementos de El exorcista y Halloween, surgió en 1980 y pese a las malas críticas fue un éxito comercial que se aseguró dos continuaciones en 1983 y 1994. Hoy se las puede disfrutar como placeres culposos de aquellos años. Luego el monstruo reapareció en el 2005 en una producción con Lucy Lawless y Emily Deschannel que no presentaba grandes ideas más allá de algunos jumpscares redundantes. Pese a todo tuvo una recaudación decente y consiguió dos continuaciones realizadas exclusivamente para el dvd. La nueva versión es una adaptación libre de un cuento de Stephen King que Disney iba a destinar a su basurero online que es la plataforma Hulu, donde a veces terminan buenas producciones como Prey de la saga Depredador. Luego que el film obtuviera reacciones muy positivas en las funciones de testeo decidieron darle una oportunidad en los cines. La obra del director británico Rob Savage es lo más competente que se hizo en torno a la figura del Boogeyman gracias a un tratamiento decente del suspenso y las ambientaciones de terror. Desde la escena inicial donde se presenta a la criatura el relato construye muy bien la intriga del conflicto donde también influyó la presencia de un reparto que brinda interpretaciones convincentes. Sobresalen especialmente las dos figuras juveniles, Sophie Thatcher (de la serie Yellowjackets) y Vivien Lyra Blair, quien viene de encarnar a la mini princesa Leia en la serie Star Wars: Obi-Wan Kenobi. Ambas consiguen que sus personajes sean convincentes y gracias al dominio de la tensión del director el espectáculo resulta entretenido. El problema que le impide a Boogeyman ser una mejor película también lo presentó la producción del 2005. La trama nunca termina de explorar la mitología de la criatura con la que se podría haber hecho algo más interesante. La película presenta además un cambio brusco de tono como si en la mitad del rodaje hubieran decidido contar una historia diferente. El film comienza como un misterio sobrenatural con tintes de horror psicológico y luego se vuelve más genérica cuando se adentra en el terreno clásico de los monstruos. Al menos los efectos especiales son decentes y la labor de Savage cuida ese aspecto. Lo más desconcertante de Boogeyman es el tema de Elvis (Burning Love) que suena en los créditos finales y no pega en absoluto con la historia que se presenta. En fin, borren de la mente el nombre de Stephen King y Boogeyman es una propuesta que zafa para pasar el rato con un espectáculo de este tipo.
Los productores Phil Lord y Chris Miller traen de regreso a Miles Morales en los cines con una continuación ambiciosa que rescata el ADN de los cómics de superhéroes que desapareció en los últimos años dentro de las producciones live action. En un momento donde el género arrastra un desgaste considerable y las películas resultan redundantes sin grandes apuestas creativas, Spider-Man: Através del Spider-Verso sorprende con un espectáculo magnífico que evade los argumentos predecibles y sostiene la intriga del conflicto hasta el final. El film elabora otra celebración de la mitología del Hombre Araña en los cómics y la animación con la particularidad que en esta oportunidad se ahonda con más profundidad en los vínculos familiares de Miles y Spider-Gwen. Lo interesante es que este aspecto de la trama se elabora a través de una narrativa frenética que no da respiro y abruma al público con infinidades de referencias que son imposibles de apreciar en su integridad en un único visionado, En este estreno encontramos la clase de película que la podés repasar en el futuro tres o cuatro veces y vas a seguir encontrando detalles que se te escaparon la primera vez en la sala de cine. Desde los aspectos visuales es una obra sobresaliente por la enorme complejidad técnica que presenta donde se fusionan diversos géneros del arte de la animación en una misma escena. En esta oportunidad desarrollaron secuencias de acción más estilizadas que son una belleza por el modo en que le dan vida al tipo de situaciones que solemos encontrar en una viñeta de cómic. Los realizadores crean una experiencia audiovisual muy inmersiva que resulta emocionante y le hace justicia al arte original que le dio vida a todos estos personajes. Cabe destacar que la película toma el riesgo de presentar un relato de 140 minutos que no suele ser una duración habitual en el género de animación occidental. La trama se estira más de lo habitual por esta intención de los realizadores en expandir los vínculos familiares de los personajes más allá de la acción. Sobre todo en el primer acto donde cobra más peso este tipo de contenido. Sin embargo, una vez que se mete de lleno en la aventura no para y explora con solidez aquellas temáticas que definen el concepto de Spider-Man. Si tuviera que buscarle la quinta pata al gato podría mencionar dos objeciones personales. En esta entrega quedaron afuera las versiones alternativas del superhéroe que habían brindado muy buenos momentos en los episodios previos. El Spider-Man Noir terminó reemplazado por una versión punk que no tiene el mismo atractivo . Por otra parte, me hubiera gustado que la trama no concluyera con un final tan abrupto donde queda la sensación que vimos una película incompleta. Después de 135 minutos cuando llega el momento del clímax se corta todo sin anestesia y resulta un poco frustrante, sobre todo porque el cliffhanger no está bien manejado desde el suspenso. Simplemente cortan el film cuando la trama empieza a gestar la resolución, La buena noticia es que en marzo del año que viene se estrenará la tercera entrega y eso atenúa las quejas en esta cuestión. Ahora si hubiera tenido que esperar otros cinco años para ver la conclusión la calificación de esta reseña hubiera sido muy diferente. Dentro del género de animación, la nueva producción de Spiderman va a arrasar con todos los premios que se entreguen en la industria mientras que en materia de propuestas de superhéroes se corta sola como lo mejor del 2023.
Justicia para Flaunders y Sebastíán. El estudio Disney todavía está a tiempo de emitir un comunicado con disculpas a la humanidad por el desastre que hicieron con la representación live action de los personajes, producto de la obsesión enfermiza que tienen con el hiperrealismo. Los entrañables amigos de Ariel terminaron convertidos en familiares del Ugly Sonic, cuyos diseños parecen haber sido desarrollados por pacientes fugados del Asilo Arkham de Gotham que odian la vida y la fantasía. Pese a que el cangrejo tiene un aspecto macabro y el Flaunders desnutrido perdió su encanto es justo destacar que la versión live action de La sirenita resultó menos terrible de lo esperado. Si se puede rescatar algo de este cine insípido y sin alma que ofrece el estudio en la actualidad es que al menos no presenta la pereza creativa del Pinocho de Robert Zemeckis ni distorsiona los personajes como en la soporífera Peter Pan y Wendy. En ese sentido resultó una sorpresa ver que Mellisa McCarthy pudo interpretar a la bruja original sin que la convirtieran en una villana incomprendida como las aberraciones de Maléfica y Cruella. Aunque la trama es la misma y se evocan todos los momentos clásicos que el público recuerda del film de animación en esta remake al menos hubo un mínimo intento por adicionar un contenido diferente. La historia de amor entre los protagonistas tiene un mayor desarrollo y también se expandió el rol del príncipe Eric que siempre fue bastante soso. Más que una película esta versión de La sirenita en realidad parece un espectáculo teatral de un parque temático filmado para la pantalla grande. Una cuestión que se relaciona con la horrenda dirección de Rob Marshall, quien desde Chicago no brinda una producción memorable y previamente había manifestado su incompetencia para trabajar la fantasía en el musical Into the Woods. No hay una sola escena en su nueva producción donde consiga transportar al público al reino de sirenas y magia en el que habita la heroína. Todo se ve penosamente artificial y secuencias memorables como la canción "Under the Sea" carecen del encanto y energía que se apreciaba en la obra original. Un problema de esta propuesta es que al igual que El Rey León mucho elementos que hacían especial al film de animación en una versión live action no terminan de funcionar. Especialmente cuando los realizadores optaron por recrear el mundo de los peces y las criaturas marinas a través del hiperrealismo digital que afecta las expresiones de los personajes. Por ese motivo esta película encuentra sus mejores momentos cuando Ariel cobra forma humana y la trama se desarrolla en la superficie. En cuanto a la labor de Halle Bailey su interpretación es más que correcta y sobresale en las interpretaciones musicales que es el gran fuerte de ella como artista. Tiene carisma es expesiva y consigue hacer llevadera la insípida narración de Marshall. Bailey sale muy bien parada de este primer rol protagónico y cuenta con tiempo de sobra para evolucionar como actriz. La labor del reparto en general es decente con la excepción Awkafina que da verguenza ajena en el rol de la gaviota Scuttle a la que arruina por completo. Al margen que la comediante ya cansó al interpretar todos los personajes de la misma manera el tema musical que interpreta es una tortura a los oídos. La banda de sonido incorpora nuevas canciones compuestas por Alan Menken y Lin Manuel Miranda que son intrascendentes y no le aportan nada relevante a la trama. Me cuesta creer que esta película tenga una gran llegada en los niños como espera el estudio. Creo que será una obra más pasable para los adultos que busquen un poco de nostalgia y antes que termine el mes se borrará enseguida de la memoria como ocurre habitualmente con el cine de Disney en la actualidad.
La mejor película de terror que vi en el último tiempo proviene de Finlandia y la verdad que todos los laureles que obtuvo hasta la fecha los tiene merecidos. Hatching es una propuesta que combina el folclore nórdico con las producciones clase B de monstruos que predominaron en los años ´80 y ´90. La directora Hanna Bergholm evoca ese tipo de horror sobrenatural con una puesta en escena centrada en el uso de los efectos prácticos con marionetas electrónicas. Un arte que se fue perdiendo con el paso del tiempo ya que la tendencia de la actualidad es abaratar costos con la tecnología CGI. Más allá de esta cuestión técnica el argumento es atractivo y expresa algunos conceptos interesantes sobre el uso nocivo de las redes sociales y los vínculos familiares tóxicos. Los directores Jordan Peele y Alex Garland (Men) podrían aprender algunas lecciones de esta producción que cuenta con un comentario social que no toma por idiota al público ni cae en un burdo discurso pretencioso. La trama tiene como protagonista a Tinja, una gimnasta de doce años cuyo talento para esa disciplina se ve permanentemente saboteado por su madre. Una influencer popular que ejerce una presión psicológica asfixiante sobre su hija con el fin de convertirla en una atleta famosa. No importa los logros que consiga Tinja, nunca son suficientes para complacer su madre y mientras lidia con la transición a la adolescencia su psiquis se empieza a deteriorar. Y entonces aparece el bicho. Un día encuentra un extraño huevo donde nace un monstruo espantoso que establece un vínculo psíquico con la joven. Pese a la apariencia aterradora de la criatura ella la adopta como una mascota a la que llama Alli y de la que recibe un cariño que no encuentra en su entorno social y familiar. Las cosas se complican cuando Alli empieza a actuar en respuesta a las emociones reprimidas de Tinja y con el paso del tiempo desarrolla una apariencia humana. El relato juega con el mito del Doppelganger y la figura del gemelo malvado que está muy bien trabajado en el conflicto. Lo interesante de la trama es que eventualmente la criatura hace cosas terribles, sin embargo el verdadero monstruo de la historia es la madre de la protagonista. Una mujer enferma obsesionada por mostrar en el exterior una vida perfecta que no existe en la realidad y cuyas acciones en las redes son consumidas por miles de idiotas que la consideran un ejemplo. Si alguna vez participaron de un deporte federado entonces probablemente tuvieron contactos con personas de este tipo que existen en todas las disciplinas. Puede ser gimnasia deportiva, esgrima o fútbol. Siempre aparecen ejerciendo una presión desquiciada sobre sus hijos con la desesperación de conseguir a través de ellos lo que no pudieron hacer en sus vidas. La interpretación que brinda la actriz Sophia Hekkla es fantástica por el realismo que le aporta al personaje sin convertirla en una caricatura. En lo referido al cine de género Hatching se desarrolla dentro del body horror y por supuesto contiene algunos momentos repugnantes. Los efectos prácticos y el diseño del monstruo corrieron por cuenta de Gustav Hoegen, quien fue responsable en este campo de filmes como Prometheus, Star Wars: Solo, Rogue One y la serie Andor. La gran virtud de esta producción pasa por combinar una propuesta efectiva de horror con un drama interesante que no cae en situaciones trilladas y trabaja con efectividad los climas de tensión y suspenso. Cabe destacar también la labor de la protagonista, Siiri Solalinna, quien tuvo la complicada tarea de interpretar dos roles en la historia; la gimnasta y la encarnación humana del monstruo. Una de las mejores propuestas del género que pasó por la cartelera y recomiendo tener en cuenta.
Priyanka Chopra es una figura del cine Bollywood que en el último tiempo tuvo la suerte de poder mantener una continuidad de trabajo en el mundo del espectáculo norteamericano. Algo que suele ser muy difícil para las estrellas de la India que debutan en alguna producción americana y luego vuelven a su país de origen porque no consiguen papeles. Una experiencia que tuvo la modelo Aishawarya Rai, quien luego de aparecer en fracasos comerciales como Los secretos de la pasión y La pantera rosa 2 tuvo que retomar a las propuestas indias porque dejaron de convocarla de los grandes estudios. Un obstáculo que no tendrá Chopra ya que su casamiento con el músico Nick Jonas consolido su presencia en el mundo de la figuras mediáticas. Pese a que no es una buena actriz y su constante sobreactuación impide conectarse con los personajes que encarna, ese es el último de los problemas que tiene Amor a primer mensaje. Una película que retrata a la perfección todo lo que está mal en la actualidad en el fallecido género de la comedia romántica. El director Jim Strouse intenta evocar el tipo de película que primó en los años ´90 dentro de esta temática con una obra que falla a la hora de reunir todos esos elementos que hacían disfrutables aquellas propuestas. En este caso elabora un tedioso melodrama manipulador, que tiene muy poco de comedia, donde aborda con una superficialidad abrumadora los temas de la muerte, el duelo y las segundas oportunidades en el amor. El gran mensaje del film, tanto para las mujeres como los hombres, es si falleció tu pareja o te dejó antes del casamiento buscate otra persona que sea linda y se acabaron enseguida todos tus problemas. Al margen de esta cuestión y el hecho que Chopra no le llega a los talones a figuras como Meg Ryan, Sanda Bullock o Drew Barrymore, la gran falencia de esta película reside en la ausencia absoluta de química entre los dos protagonistas. No hay modo de poder comprarles el relato sentimental que intentan vender ya que no trasmiten ninguna conexión entre ellos. De hecho, algo muy gracioso es que en un momento hay un cameo de Nick Jonas y el tipo tiene más química es esa escena con su esposa que el protagonista del film durante toda la historia. La dupla no termina de funcionar y eso resulta fatal para esta propuesta. En el medio de la trama hay una participación bizarra de Celine Dion, quien se interpreta a sí misma e interviene en una especie de figura maternal y consejera sentimental de personaje de Heugman. El modo en que la película explota las tragedias personales reales de la cantante para justificar la relación de los protagonistas es patético. Un misterio la motivación de Celine para ser parte de esta bazofia desapasionada que no la ayudará a conseguir más reproducciones en Spotify, más allá de su nicho de fans. La verdad que no hay ningún elemento notable para resaltar de esta producción. Hoy volvés a repasar Tienes un E-mail, Mientras dormías o French Kiss (Kevin Kline) y siguen siendo mucho más entretenidas que los estrenos de la actualidad en este género. Si no tienen nada mejor que ver la pueden derivar para su visionado en la televisión que no se pierden nada relevante.
Misántropo es la clase de película que hace 30 años hubiera sido un éxito popular de la taquilla norteamericana, protagonizada tal vez por Sandra Bullock o Demi Moore, durante la era dorada de los asesinos seriales en Hollywood, post irrupción de Hannibal Lecter. Luego habría gozado de una excelente perfomance en el video club o en las emisiones del viejo HBO Olé. En el mundo del 2023 forma parte de esas propuestas, que debido a su falta de personalidad artística, suelen terminar perdidas en la programación de alguna plataforma de streaming. De hecho, si el nombre de Damián Szifron no estuviera asociado con este estreno el 95 por ciento de los críticos locales jamás le hubieran dado bola a esta producción. En lo personal me dejó ciertos sentimientos encontrados. Me cae bien Szifron y le compro su pasión genuina por el género policial pero la verdad es que en esta oportunidad ofrece la obra más floja de su filmografía que no te alienta a repasarla en futuros visionados. Tras una espera de nueve años, luego del estreno de Relatos salvajes, su debut hollywoodense resulta un poco decepcionante. El problema central de Misántropo es que elabora un thriller policial de una factura técnica correcta donde se encuentra ausente la voz de Szifron como cineasta de autor. Por consiguiente, el resultado final es un film pedestre en cuyos créditos de dirección podría figurar cualquier otro realizador y pasa sin problemas. La película tiene la buena intención de abrazar el subgénero de los procedimientos policiales en la línea de lo que hizo Steve Bochco con esa obra maestra de la televisión que fue Policial de Nueva York. Una manera de de abordar esta temática que en la literatura también podemos encontrar en las novelas de Ed McBain y su gloriosa saga del Precinto 87. Curiosamente el autor ofreció un relato muy similar al de este film en esa joyita que fue Ten Plus One (tomo 17 de la serie), donde un francotirador psicópata masacraba personas al azar mientras los policías luchaban contra el tiempo para elaborar un perfil del criminal. Szifron hace lo mismo en una propuesta que tiene un comienzo estupendo en términos narrativos con la introducción del villano. En los primeros 20 minutos se encuentra la labor más inspirada del cineasta donde presenta un trabajo estupendo con los climas de tensión y suspenso. Lamentablemente con el desarrollo de la trama el atractivo inicial luego se desinfla enseguida, debido a un exceso de escenas de exposición y elementos trillados donde no faltan la agente novata con pasado traumático y el oficial veterano que lucha contra la burocracia del sistema. Szifron busca además construir una comprensión del psicópata a través de un comentario social que representa lo peor de este film a la hora de expresar sus ideas. Basado en el clásico concepto de “la sociedad es culpable de gestar al monstruo” el director se embrolla con una ensalada gourmet donde critica el sistema de salud de los Estados Unidos, el problema de la libre portación de armas, los grupos de la extrema derecha y los diabólicos medios de comunicación con la sutileza de una topadora. Este es un punto que hace ruido y afecta a Misántropo porque sabemos que este realizador puede concebir mejores historias que le permitan al público pensar por su cuenta. En los aspectos más técnicos no se le puede objetar nada. Sobresale la impecable fotografía de Javier Juliá (Argentina, 1985), la música efectiva de Carter Burwell (The Banshees of Inishiring), mientras que las sólidas interpretaciones de Shailene Woodley y Ben Mendelsohn consiguen que el film se deje ver hasta su conclusión. Queda la sensación que a esta película le faltó algún ingrediente más para elevarla sobre el resto de los thrillers pedestres que se pueden encontrar a diario en la televisión. En este punto es donde se siente la ausencia de esa impronta de autor que nos recuerde que esto es una obra de Damián Szifron.
La entrega final de los Guardianes de la Galaxia ofrece el espectáculo más decente que brindó la franquicia Marvel desde Avengers: Endgame al mismo tiempo que concluye la historia gestada por el director James Gunn de un modo satisfactorio. Sin llegar a ser una producción emblemática al menos se percibe un poco de corazón y cariño por los personajes y por sobre todas las cosas un poquito de contenido comiquero; un elemento que brilló por su ausencia en las ofertas de este estudio en los últimos años. Esta entrega en particular no es otra cosa que una emotiva carta de amor al Rockett Raccoon de Bill Mantlo, un personaje marginal de nicho por el que el director expresa su clara predilección. Durante el desarrollo del espectáculo queda la impresión que las entregas previas fueron una excusa de Gunn para narrar su interpretación personal del origen del mapache Una premisa que toma el riesgo de abordar un contenido más turbio con el fin de darle un descanso a la tontería que prima desde hace un largo tiempo en esta saga. Una sorpresa si tenemos en cuenta el contenido del segundo film de los Guardianes donde el foco de atención se concentró en las situaciones humorísticas. En aquel episodio los chistes no daban descanso y arruinaban momentos como el funeral de Yondu (Michael Rooker) que podían haber tenido otro tono. En la nueva película Gunn corrige estas cuestiones y entrega una obra más equilibrada que retoma el espíritu de la primera entrega. Si bien el humor está presente porque es parte del estilo narrativo del director en esta ocasión no es tan avasallante y cuando tiene que encarar situaciones dramáticas va al hueso y golpea sin anestesia. Dentro del origen de Rockett el cineasta se excede por momentos con algunas situaciones crueles relacionadas con el maltrato de animales que pueden resultar un poco perturbadoras en los más chicos acostumbrados a la comedia simplona de Marvel. No obstante, el resultado es un espectáculo que al menos despierta una mínima reacción emocional en el público, algo que desapareció en este género hace tiempo y ese es un mérito del film que no se puede ignorar. Hacia la mitad del conflicto la trama abraza la identidad comiquera con una misión de los protagonistas que evoca esa ciencia ficción retro que siempre estuvo presente en las aventuras de los personajes y marcó una diferencia con el resto de las propuestas de superhéroes. Es más, todo lo que intentaron hacer en el film de animación de Disney Strange World Gunn acá lo ejecuta de un modo acertado. Motivo por el cual, a diferencia del capítulo previo, esta entrega se siente más una propuesta de los Guardianes que seguramente seguirán apareciendo en el futuro en otras producciones. La despedida pasa más por la visión del director que concluye su paso por la franquicia. En lo referido a los aspectos técnicos también encontramos una obra donde se puede apreciar la dedicación que le pusieron al diseño de los mundos bizarros que se presentan y las secuencias de acción que ofrecen muy buenos momentos. La musicalización con temas de rock también está perfectamente implementada. Entre las nuevas adiciones Chuckwudi Iwuji en el rol del Alto Evolucionario compone un villano que se hace odiar y resulta efectivo en la trama. No se puede afirmar lo mismo de Will Poulter como Adam Warlock que es cualquier cosa y solo toma el nombre del personaje. No queda muy en claro lo que quieren hacer con este rol pero si la idea es que tenga una continuidad en futuras películas van a tener que repensarlo conceptualmente porque no termina de convencer. Gunn no presenta ningún interés en él y afortunadamente lo contiene con intervenciones limitadas. La mayor objeción para hacerle a este film es la duración donde le sobran con facilidad 30 minutos que extienden la resolución del conflicto de un modo innecesario. Más allá de esta cuestión el balance es positivo. Guardianes de la Galaxia 3 no revitaliza la saga de Marvel, que atraviesa hace rato su peor momento, pero dentro del desierto de desidia creativa en el que se estancó la franquicia al menos aporta un oasis ameno para disfrutar en una sala de cine.