Ay, estos adolescentes de hoy... en lugar de hacer algo normal como ir a una fiesta electrónica y tomar pastillas, un par de niñatos decide hacerse los espiritistas y, ¡zácate!, una de las chicas resulta poseída. Lo sabemos porque pone los ojos en blanco, aunque a lo mejor es una alergia o un glaucoma pasajero, vaya uno a saber. En fin, luego vienen crímenes y maldades de la chica. Ante la impotencia de la psicología, qué mejor que Pepe Sacristán como cura exorcista (lo que, para un sacristán, no implica otra cosa más que un ascenso). Y han de ser los trece exorcismos del título el tratamiento indicado. En fin, que había un tema (la lucha entre la fe y la razón) o dos (la relación padre-hija) pero en el afán de copiar cada lugar común del subgénero “¡Demonio, andá pallá, bobo!” se lo han olvidado a vuelta de guión. Qué va'cé, todo no se pude. La protagonista María Romanillos y el cura Sacristán son bastante creíbles y eso hace que no sea del todo