13 Horas: los Soldados Secretos de Bengasi es un filme basado en un evento real ocurrido en setiembre de 2012, cuando un video viral - que criticaba a la nación islámica y se burlaba de Mahoma - se filtró en Internet y encendió los sentimientos anti norteamericanos en todo medio Oriente. El resultado final fue el surgimiento de una turba que atacó durante 13 horas las instalaciones diplomáticos que Estados Unidos mantenia en el norte de Libia, un enfrentamiento armado que generó decenas de muertos y disparó una fuerte crisis política dentro del gobierno norteamericano. El por qué no se autorizó la incursión furtiva de un transporte aéreo a territorio libio para evacuar al personal - o, siquiera, proveer apoyo aéreo eficaz para reforzar la resistencia contra el asedio - es inexplicable; por contra, el gobierno se enredó en la ineficiente burocracia libia, intentando obtener los permisos de salida por derecha mientras su personal era masacrado de manera imparable por una masa de milicianos enfurecidos.
La curiosidad de 13 Horas: los Soldados Secretos de Bengasi es que viene dirigida por Michael Bay. Bay hace rato que viene en onda experimental, saliendo del espectaculo pochoclero y probando que - sin explosiones - es un buen cineasta. Mientras que Pain & Gain era una deliciosa comedia subversiva (que satirizaba la superficialidad de la cultura basada en la estética y el fisicoculturismo), acá Bay se mete en terrenos propios de Kathryn Bigelow y Ridley Scott con otro grupo de operativos norteamericanos extraviado en territorio hostil y forzado a resistir como pueda el asedio del enemigo hasta el amanecer. Ya la vena militarista de Bay había quedado patente en la saga Transformers (y ni hablar con Pearl Harbor), y aquí termina por salir a luz en un argumento mucho mas realista. Lamentablemente Bay no es Kathryn Bigelow, no hace incómodas interrogantes a la política norteamericana - a final de cuentas todo esto trata del ataque a un centro secreto de la CIA apostado en Libia precisamente para espiarlos; como si fueran la policía del mundo, su misión era frenar la sangría de armas de los saqueados depósitos militares de Kaddafi pero, ¿quién les dijo que tenían autoridad para hacer semejante cosa? - y, por el contrario, termina cayendo en el viejo discurso patriota propio de las películas de John Wayne de la postguerra. Estos militares son héroes... sin importar si lo que estaban haciendo era ilegal. Mientras que hay un componente heroico en la resistencia - en muchos sentidos 13 Horas: los Soldados Secretos de Bengasi se emparenta con La Caída del Halcón Negro e, incluso, hasta con Zulú; esa resistencia contra la agresión en un escenario de gigantesca desventaja numérica y donde la esperanza parece haber salido volando por la ventana -, la ilegalidad de su premisa termina por bastardear su honorabilidad. Un ladrón también es valiente si resiste a tiros a la policía, pero ello no lo hace honorable.
Si en ese sentido el filme no es justo o equilibrado, tampoco lo es en el aspecto dramático. El único intento de tridimensionalizar los personajes es ponerlos a hablar de sus hijos, pero los tipos jamás se cuestionan la legalidad de sus acciones. Incluso es absurdo que estos tipos masacren a decenas de personas pero se pongan a llorar cuando pierden a un compañero. Es la desvalorización de la vida humana, donde sí vale la de mi amigo pero no la de mi enemigo.
Viendo esto, 13 Horas: los Soldados Secretos de Bengasi termina funcionando como un filme de acción basado en una anécdota histórica. No hay análisis, no hay trasfondo, solo tipos hablando y disparando. No deja de ser un filme entretenido pero, desde ya, no está a la altura de La Noche Mas Oscura o The Hurt Locker, cintas que intentaban ir mas allá de la anecdota, desarrollaban sus personajes, y analizaban el origen de la situación. Acá hay mucho de panfleto y poco de drama, quedando en un filme ok que entretiene pero tampoco desafia a la neurona.