Michael Bay debe ser uno de los directores hollywoodenses más vapuleados, sino de la historia, por lo menos de la actualidad. Aunque sus películas suelen ser un éxito de masa; su nombre, figurando como director o productor, despierta todo tipo de comentarios descalificadores y una suerte de expectativa cero frente al producto en sí.
Razones no faltan, es el responsable de la saga Transformers (ruido de metal retorciéndose AQUÍ), productor de buena parte de las pobres remakes de clásicos de terror de los ’80, y también puso su firma a algunos de los films más ranciamente patrióticos como Pearl Harbor.
En el medio, se tiende a olvidar que el hombre ha hecho alguna que otra buena acción (La Isla, Bad Boys 1, La Roca, la primera hora de la primer Transformers, y nos regaló la banda sonora de Armageddon). Sin ser perfecta ni una gran obra, 13 Horas: Los Soldados Secretos de Bengasi, podría incluirse en este selecto apartado de “lo mejorcito de Bay”.
Basada en hechos reales, 13 Horas se centra en el atentado terrorista a la embajada estadounidense en Bengasi, Libia, el 11 de septiembre de 2012.
La historia se cuenta desde dos flancos, la propia embajada, y un centro de actividades de la CIA en el mismo lugar; y el punto de vista protagónico es el de un grupo mercenario de fuerzas especiales que debe cumplir la labor de rescate.
Este grupo de ex soldados debió introducirse en ambos lugares atacados y actuar con rapidez, sin medir demasiadas consecuencias. Los hechos reales resultaron bastante controversiales, y la verdad sobre lo ocurrido nunca quedó demasiado clara, aun internamente. Por supuesto, toda estas controversias, son suavizadas al extremo bajo la lente del patriota Bay.
¿Por qué decimos entonces que es uno de sus mejores filmes? Principalmente por lo riguroso de la puesta. Sin resignar ritmo, 13 horas presenta un escenario técnico que hará las delicias de los amantes del género bélico (quienes no disfrutan del género, obviamente que esta no es su película).
Más allá de las escenas sentimentales que sobran, y de las increíbles líneas de diálogo ultra patrióticas, Bay no recae aquí en excesos de grandilocuencia; juega a una suerte de sobriedad que fortalece el resultado.
También se beneficia en mostrar una historia que no se ha epresentado hasta el cansancio, es un hecho puntual, particular, más chico que una guerra a gran escala; lo cual permite que se siga con cierto interés y se manejen buenas líneas de tensión.
Más centrada en los personajes que el el ambiente (otro acierto) John Krasinsky como el agente privado Jack Silva es el claro protagonista, y su interpretación es adecuada para este tipo de propuestas, a mitad de camino entre lo heroico y la seriedad.
Por supuesto, quien escribe, analiza el cuadro teniendo en cuenta que, por la filmografía de su director, los resultados podrían haber sido otros. En sí, no estamos frente a un futuro clásico del género, y posee varios puntos cuestionables. Las críticas que realiza al propio sistema de EE.UU. suenan a una tonta excusa, cae en clichés cada dos o tres escenas, y repito, Bay debe aflojar con el sentimentalismo en cámara lenta.
De más está decir que sus puntos fuertes siguen siendo las escenas de acción, y los momentos en que puede lograr algunas explosiones. Pero esta vez, de la mano del novel guionista Chuck Hogan, el marco no suena a mera excusa.
Michael Bay sigue siendo aquel de cuerpos eternamente sudados, grasa de auto por las venas, y banderas rotas flameando en el desastre; solamente que, de vez en cuando, su fórmula funciona. Ahora, a esperar la próxima entrega de Transformers.