Dejando de lado la parafernalia que es Transformers, donde Michael Bay le da rienda suelta a su niño interno y se preocupa únicamente de sus excesos más notorios, el director americano es uno bueno cuando quiere y se lo propone con ahínco. Trabajando con un presupuesto que es una ínfima fracción de las superproducciones que usualmente maneja, 13 Hours es ese raro pero efectivo drama bélico donde a Bay se lo nota mas enfocado que nunca, lejos de su notorio déficit de atención juvenil que plaga el resto de su filmografía.
Basada en el libro homónimo de Mitchell Zuckoff y con un sólido guión de parte de Chuck Hogan, que debuta en la pantalla grande como escritor, el drama es un intenso recuento de la desbordante situación vivida por ciudadanos americanos dentro de instalaciones estadounidenses en suelo libio, mas precisamente en Bengasi, en 2012 declarada una de las ciudades más hostiles del mundo. Tras el pistoletazo de largada, hay una gran cantidad de información vertida en el público para ir entrando en calor, y la primera situación hostil no se hace esperar mucho. La bienvenida a Bengasi de parte de un ex-militar, ahora devenido en contratista privado para la CIA, no es para nada cálida, y está rodeada por un escenario devastador, donde los resabios de un cruento pasado militar están en cada esquina.
Con una cantidad de patriotismo decente y casi sin caer en aleccionamiento barato, la nueva película de Bay tarda su buen tiempo en arrancar, pero ese está bien empleado en mostrar la vida de estos ciudadanos ilustres en pleno infierno. El equipo de élite que los protege a todos es el centro neurálgico de la trama, cada uno con su historia de vida y razón específica de porque regresar al meollo del asunto cuando todos saben y sufrieron en carne propia los avatares de la guerra. Es una situación incómoda decir que uno se entretuvo durante la odisea en tierra libia, pero lo cierto es que 13 Hours dura casi dos horas y media, las cuales se pasan raudamente cuando uno está tan concentrado de lo que pasa en la pantalla.
Bay no mete toda la carne al asador de una, va dejando que la acción llegue de a poco y, para cuando lo hace, todo estalla en los aires. No se puede decir que los espectáculos que monta Michael no se dejan ver. Detrás tiene una producción asombrosa, que juega el mismo juego que el director, y cuando el equipo se entiende de maravillas, el resto se traslada sencillamente a la platea. Hay artillería pesada por todos lados, el sonido agudo y envolvente hace que uno se sienta parte del asedio, y hasta en ciertos momentos hay situaciones de extrema tensión con un nivel de suspenso inusitado, que no se ve en otra película de la factoría Bay. Hay codazos suficientes a un gobierno que prácticamente eligió no escuchar las protestas de sus compatriotas y los dejó descubiertos cuando más lo necesitaban, y la cuestión racial está fabulosamente trabajada desde un ángulo muy bien integrado en la trama. Cuando todas las personas lucen exactamente iguales las unas a las otras, ¿en quién se puede confiar? ¿Quién es amigo y quien es enemigo? Esta dualidad es una de las principales causas de tensión en el film, que eleva el hilo narrativo a alturas impensadas.
El elenco no se puede más que aplaudir por ellos. John Krasinski muestra una faceta dramática muy férrea, pero si bien es el punto de entrada del espectador a esta pesadilla, se acompaña muy bien de sus colegas. En especial cabe mencionar a James Badge Dale el motor general de la defensa, un actor hasta ahora muy secundario pero que se roba más de un momento en el transcurso de la película con su estandarte humano que busca a toda costa defender a los suyos. Pablo Schreiber, conocido por su papel en la serie Orange is the New Black, ofrece un poco de alivio cómico cuando la situación lo requiere, pero entrega también un interesante papel dramático en algunas ocasiones. Quiero mencionar a todo el elenco, porque todos hacen un excelente trabajo, nunca sobreactuado, siempre correcto y en personaje. Es de una solidez absoluta y eso se nota. Si no fuese por la mala fama que tiene Bay y su hiperactividad, 13 Hours hubiese sido recibida de otra manera. Me animo hasta a decir que si se borrase su nombre de la promoción del film, la gente pasaría un genial rato en el cine, sin el prejuicio que conlleva cada nueva película del director. Lejos, es uno de sus trabajos más centrados e importantes de su carrera, y hay que notarlo como tal.