Máxima tensión
En el arranque de 13 Horas: Los soldados secretos de Bengasi (13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi, 2016) de Michael Bay, Jack (John Krasinski), recién llegado a la zona en conflicto que alude el título, recibe como descripción del lugar una simple impresión por parte de Ty (James Badge Dale): “este lugar es horrible, hace calor y no se diferencian los buenos de los malos”.
En esa frase, tan explícita se encierra el plot de una película que intenta narrar con la mayor verosimilitud, pero también con enorme crueldad, los sucesos que acontecieron en 2012 tras la toma de las dos unidades especiales, símil embajada, que los Estados Unidos decidió mantener abiertas en Bengasi. La inevitable trifulca popular que se comienza a percibir, y que terminará con la toma de una villa especialmente acondicionada para el embajador, hace que se desencadene un espiral de violencia y muerte imposible de revertir, y más cuando el jefe de la unidad no autorice la actuación rápida de éstos.
13 Horas: Los soldados secretos de Bengasi posee un tono digresivo en su inicio para ir planteando, hábilmente, la llegada de Jack a Bengasi y los fantasmas que lo acosan tras haber dejado su familia en América. La utilización del flashback como herramienta discursiva para posicionar al personaje dentro de un contexto hostil, posibilitan que luego, en una segunda etapa del film, y tras la primera toma y ataque a la embajada, la acción se apodere de la pantalla sin dar respiro ni concesión hasta el último minuto del relato.
El espectador es envuelto por Bay con planos aéreos, detalles, subjetivos y hasta paneos con “visión nocturna”, que no hacen otra cosa más que seguir sumando información a la tensión que se muestra en pantalla, pero también a introducirlo en el lugar.
El recurso gráfico del reloj, que va marcando el paso de las 13 horas, es otro índice que no deja de ser un dato al pasar, al contrario, es uno de los indicadores que ante la tensión in crescendo sirve como vía de escape para ir restando minutos al raid de violencia que se vivió y del que nadie salió ileso (física y mentalmente).
El resumen inicial que contextualiza el relato sirve tan sólo como ápice para realmente comprender la magnitud de la situación narrada, una experiencia cinematográfica inspirada en hechos reales que entretiene y no da tregua. Aunque desde lo ideológico siempre es cuestionable.