A los 87 años, el último gran director clásico que sigue filmando en Hollywood regresa a uno de sus temas favoritos (personas comunes que en circunstancias extraordinarias se convierten en héroes) con un thriller correcto y cuidado, pero para nada sobresaliente, cuya mayor audacia consiste en haber elegido para encabezar el elenco a los propios protagonistas de los hechos reales que conmovieron al mundo en agosto de 2015.
¿La mitad del vaso lleno o la mitad vacía? El viejo dilema del cine (y de la vida) asoma con esta nueva película de Clint Eastwood. Si nos concentramos en sus limitaciones podríamos sostener que 15:17 Tren a París es una de las películas menos notables, más elementales de la extraordinaria carrera como director del viejo maestro, pero si en cambio nos enfocamos en sus riesgos y hallazgos también podríamos hablar de un film bastante sólido y atrapante que -debajo de su aparente simpleza- esconde no pocos desafíos.
Rodada en poco tiempo y con un presupuesto de apenas 30 millones de dólares (un “vuelto” para los grandes estudios hoy), 15:17 Tren a París conlleva el riesgo de haber trabajado no solamente con no-actores sino con los propios protagonistas de una épica real ocurrida el 21 de agosto de 2015 a bordo de un tren que partió de Amsterdam con destino a la capital francesa con 500 pasajeros.
Más allá de las “licencias poéticas”, Eastwood convocó a los jóvenes que evitaron una catástrofe terrorista para que reconstruyeran aquellos hechos, aunque en verdad el caso en sí ocupa una porción menor de la ya escueta hora y media de relato (se va presentando de a poco y en forma fragmentaria), ya que el director se concentra bastante en la infancia y adolescencia (para nada agradables) de los tres personajes principales (Alek Skarlatos, Anthony Sadler y Spencer Stone), las relaciones con sus madres y las dificultades de su entorno (típicos rebeldes disfuncionales y víctimas del bullying).
El realizador de Los imperdonables y Gran Torino muestra que ninguno de los tres protagonistas (dos de ellos con experiencia militar) era particularmente brillante hasta entonces y recupera uno de sus temas favoritos: el de gente común que en circunstancias extraordinarias puede convertirse en héroe por un día. En ese sentido, 15:17 Tren a París “dialoga” con el film precedente de Eastwood, Sully: Hazaña en el Hudson, aunque allí el entramado dramático y narrativo del personaje de Tom Hanks (también inspirado en una persona real) era mucho más espeso y convincente.
Lo que hace Eastwood en 15:17 Tren a París es “cuidar” a sus no-actores, quienes salen bastante airosos del desafío de “interpretarse a sí mismos”, aunque ese medio tono que tiene la película conspira contra su potencia emocional. El film será indudablemente cuestionado desde ciertos sectores por “patriotero” y demasiado condescendiente, pero el director no esconde sus intenciones y hasta apuesta a mezclar sobre el final imágenes de archivo con otras propias de su ficcionalización. Son pequeños hallazgos, audacias parciales dentro de un ejercicio de género correcto, pero que no quedará en la historia grande de la carrera de uno de los últimos cineastas clásicos de Hollywood.